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VANGUARDIA DE SALTILLO

Los hermanos de Rubí trabajaron 3 años en EU para pagar la famosa fiesta de XV años

10/12/2016 - 8:58 am

La Joya, comunidad en donde vive Rubí, está como tantas otras atada a la economía de las remesas, que en estos días tiemblan por las políticas prometidas por Donald Trump. “Yo trabajo en Washington… tengo tres años ahorrando para ayudar en la fiesta de mi hermana; es que es su sueño y por lo mismo toda la familia apoyamos para cumplirlo”, confiesa Alen de 18 años, hermano de la quinceañera.

Por Ricardo Mendoza

Ciudad de México/La Joya, Villa de Guadalupe, SLP, 9 de diciembre (SinEmbargo/Vanguardia).- Los dos hermanos de Rubí trabajaron duro los últimos tres años para la fiesta de los XV. La familia Ibarra García pasó del “Sueño Americano a la fama mundial”. Los hijos son chicanos, paisanos. Mexicanos nacidos en Estados Unidos, pero que regresan a su tierra.

Mientras Rubí y sus padres atendían a los medios de comunicación en la Ciudad de México, Giovanni, de 20 años, y Alen, de 18, seguían con los preparativos de la fiesta de su hermana menor… “es su sueño”, dice Alen.

La otra hija de los Ibarra García, Beverly, de 20 años, acompaña al matrimonio en la desenfrenada aventura que los atrapó con su fama mundial que empezó en Facebook, ahora acaparada por las principales televisoras de México y las hispanas de Estados Unidos.

Los cuatro hijos son ciudadanos americanos. Cuentan que sólo Rubí nació en México, pero tiene ya la ciudadanía estadounidense.

“Yo trabajo en Washington… tengo tres años ahorrando para ayudar en la fiesta de mi hermana; es que es su sueño y por lo mismo toda la familia apoyamos para cumplirlo”, confiesa quien dice ser Alen en la entrada a su casa, a un costado de la carretera que lleva a La Joya, comunidad del municipio de Villa de Guadalupe, San Luis Potosí, hoy en el mapa universal debido a los XV de Rubí.

“Nosotros somos de allá, vaya tenemos papeles, somos ciudadanos (americanos) mis hermanos y yo. Mi hermano y yo trabajamos allá. Mire, esta es una foto de donde yo estoy, ahí trabajo”, dice mientras en su celular muestra una foto panorámica de Washington.

-¿En qué trabajas allá?-, se le insiste.

“Pues así, de varias cosas. Nos vamos (él y Giovanni) un tiempo luego venimos. Nomás que ahorita tuvimos que adelantar la venida porque esto se salió de control, la invitación a la fiesta y todo eso, pero nosotros trabajamos allá y por eso había estado ahorrado estos años para cooperar en la fiesta de mi hermana”.

Precavido, marcando distancia de manera amable, Alen revela su parentesco con Rubí luego de 15 minutos de conversación, pues afirma que están ya cansados de reporteros que llegan a su casa en los últimos días para buscar la historia, por lo mismo finge ser un vecino contratado para cuidar la casa.

“No es que uno diga mentiras, pero pues somos jóvenes y podemos decir cosas que no son correctas… luego llegan unos que ni dicen que son reporteros y andan grabando.

“Mire: somos gente humilde, honrada. Somos gente de trabajo y lo único que queríamos es la fiesta de mi hermana. Usted puede ver cómo vivimos, dinero no tenemos, hemos ahorrado con lo que trabajamos allá (EU)”.

Enterado desde el principio que somos reporteros, cuenta que él, su hermano y sus primos se quedaron con las ganas de ser los chambelanes en los XV, pues con todo el alboroto ni ensayar pudieron y por lo mismo la familia decidió contratar un ballet profesional. Al menos esa era la intención hasta antes de que sus padres se fueran a la Ciudad de México.

Horas después, en la misma entrada a la casa, un joven se identifica como Giovanni y explica que sus padres y sus hermanas llegarían por la noche… o hasta el día siguiente… o quién sabe, porque las televisoras no han dejados de invitarlos a los programas.

“Si viene luego seguro le dan la entrevista”, dice mientras se aleja caminando con Alen y dos primos por la carretera. Van a seguir con el trabajo de campo y ayudando con las chivas (cabras) en el negocio familiar.

La casa de la familia Ibarra, en La Joya. Foto: Archivo Vanguardia.
La casa de la familia Ibarra, en La Joya. Foto: Archivo Vanguardia.

PUEBLO DE MIGRANTES

Muchos en el pueblo, orgullosos por el momento de fama mundial de sus vecinos, hablan de los chicanos, los paisanos: “Sí, los muchachos (Giovanni y Alen) son buenos, son amables. Ellos están allá en Estados Unidos. Es que aquí dependemos de los que están en Estados Unidos”, platica Manuel Gallegos, propietario del único depósito formal y grande de la zona, a la entrada de Villa de Guadalupe.

“Yo creo que el 80 por ciento de las familias dependen de eso… vaya, tiene gente que trabaja en Estados Unidos y manda dinero. De hecho ya empezaron a llegar (los paisanos) y luego luego se ve porque llegan con dinero y camionetas y eso”.

La mayoría de las familias depende de las remesas; la familia Ibarra García no es diferente, dice Manuel.

Así, el pueblo de Rubí, la de los XV, es una más de las comunidades mexicanas atadas a la economía “paisana”, que en estos días tiembla por las políticas prometidas por Donald Trump.

En muchas zonas del municipio no hay cobertura telefónica, ni celular ni internet. La Joya, donde vive Rubí no tiene agua corriente; no hay calles pavimentadas. Tienen suerte, pues a diferencia de muchas comunidades rurales de México aquí no temen al crimen organizado.

Manuel comenta: “No, ni Zetas ni Del Golfo hay aquí. Al menos no andan en los negocios extorsionando ni asaltando en las carreteras ni nada de eso”.

Nos da indicaciones para llegar al único hotel de la zona, ubicado en Villa de Guadalupe. Ése que está a un par de cuadras doblando en la plaza donde está el billar… que ya no es billar que porque los dueños ya están muy viejitos y ahora rentan el cuarto para vivienda. Ahí por el “ciber” que ya no es ciber… que porque algo le pasó a la única conexión.

En este pueblo esperan una multitud para los XV de Rubí, porque así es en las fiestas en este lugar. Vendrán unos pocos de afuera, sólo unos pocos porque todo es parte de una diversión colectiva que empezó con bullying en redes sociales, dicen los vecinos de la familia Ibarra García.

En la comunicación por distintas plataformas el debate se polariza: Por un lado quienes no pierden detalle del tema. Para otros una estupidez que la fiesta en La Joya acapare tanta atención, es un reflejo del nivel de educación de los mexicanos, lamentan.

Lo cierto es que la invitación de Crescencio para los XV de su hija Rubí rompió la agenda nacional y luego ha marcado el ritmo informativo al que se han subido gobernadores, senadores, diputados y alcaldes; famosos del espectáculo y millones de cibernautas en el mundo.

Hasta ahora 1.3 millones de personas se han apuntado para asistir a la fiesta. Si sólo una mínima parte de ellos en realidad viaja a La Joya representaría un gran problema de logística, seguridad y salud que pudiera convertir el evento en algo muy alejado de la festividad.

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