Ciudad de México, 7 de noviembre (SinEmbargo).- Los 100 años de Dublineses equivale a decir los 100 años de un libro de James Joyce (1882-1941) que no es su famoso Ulises –el que nunca hemos terminado de leer, la mayoría- y que, según la experta Aurora Pimentel, constituye un conjunto de “14 historias de vidas malogradas en una ciudad deprimida”.
“Una ciudad aletargada que sueña con sus glorias pasadas, una ciudad que sin embargo no tiene nada que ofrecer a sus habitantes, más que mediocridad, sueños de evasión y una subsistencia siempre precaria”, dijo la estudiosa en una conferencia magistral en el marco del coloquio Dublineses: a 100 años de su publicación, organizado por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Dublineses fue un libro considerado obsceno e inmoral en 1914, cuando lo publicó Grant Richards, a quien Joyce, maestro de la literatura irlandesa y mundial, le contó en una carta que “mi intención fue escribir un capítulo de la historia moral de mi país y elegí Dublín como escenario, porque esa ciudad parece el centro de la parálisis”
“He tratado de presentar al público este panorama bajo cuatro aspectos: la niñez, la adolescencia, la madurez y la vida pública. Los cuentos están ordenados de esta manera. Escribí esta colección en la mayor parte en un estilo de mezquindad escrupulosa”, agregaba.
Para Pimentel, el libro expresa un “realismo riguroso” sobre la capital de Irlanda, país que fue colonia de Inglaterra hasta 1801 cuando se firmó el Acta de la Unión al imperio británico.
“El primer cuento, “The sisters”, es el que marca la pauta en esta partitura de frustración y desaliento. Parálisis es una de las primeras palabras que aparece junto con el deseo de evasión”, explicó la doctora en literatura comparada por la universidad de Harvard.
“El estilo de escrupulosa mezquindad de James Joyce atravesado por un estilo oblicuo abre enigmas más allá de todo realismo”, dijo la experta.
UN LIBRO DE GRAN INFLUENCIA
Dublineses está considerado fundamental en la historia de la literatura contemporánea y ha resultado de de gran influencia no sólo para los escritores, sino también para cineastas como el legendario John Huston (1906-1987), quien filmó el cuento “Los muertos” en una película que llevó precisamente el título del libro.
Así lo destacó el escritor Alejandro Toledo durante su participación junto a su colega Ana Clavel en la mesa “Dublineses en México”, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Toledo es autor, entre otros, de Estación Joyce, una obra dividida en dos partes en las que el autor busca los rastros y restos de Joyce por París y Dublín, al tiempo que describe los encuentros y desencuentros del autor irlandés con las letras hispanas.
En su intervención, de acuerdo con la crónica del departamento de prensa del CONACULTA, destacó que, tal como sucede con los clavadistas en las competencias de alto nivel, James Joyce aumentó el grado de complejidad de su narrativa que arrancó con Dublineses, colección de “estampas sobre la vida en la ciudad construida a partir de la idea literaria de la epifanía: inesperados momentos de revelación que ocurren en lo cotidiano”, afirmó.
Los inicios del libro se remontan a 1904, cuando George Russell publicó al escritor irlandés en The irish homestead, tres cuentos de la serie, entre ellos “Eveline”.
“La respuesta desfavorable de los lectores interrumpió esa publicación y a partir de entonces Joyce deberá nadar a contracorriente. Es el inicio de una década oscura, una larga pesadilla, en que estuvo a punto de ahogarse o naufragar, como se prefiera, en el río revuelto o el mar profundo de lo inédito”, dijo Toledo.
El crítico y escritor mexicano fue además quien convocó a varios escritores para emprender ejercicios de apropiación y reescritura de los motivos y epifanías de Dublineses, para un dossier de homenaje publicado en junio pasado en Confabulario y en el que participaron, entre otros, Julián Ríos, Javier García Galiano y Ana García Bergua.
TATUAJE, POR ANA CLAVEL
Durante su participación en el coloquio, Ana Clavel dio lectura a “Un tatuaje”, cuento escrito a la manera de Dublineses en el que aparecen referencias a relatos como Eveline.
“El estilo narrativo fue como llevar una acción a otra, donde nada sale de su lugar y va dando una suerte de hilado y tensión, pero en particular hay elementos curiosos como el hecho que el personaje se llame Alina como Aline y con un cierto parecido al nombre de Eveline”, dijo la escritora.