El calendario que utilizamos en la actualidad ha sido el resultado de varios ajustes a través de los siglos. Desde la época de los romanos hasta 1582, año en que la Universidad de Salamanca propuso eliminar 10 días al mes de octubre para corregir un error de cálculo.
Por Juan Antonio Pascual
Ciudad de México, 8 de octubre (TICBeat/SinEmbargo).- Uno de los aspectos que nos diferencia a los humanos, como especie, es la medición del tiempo.
Los humanos estamos obsesionados con el paso del tiempo desde la época de las cavernas. Nuestros ancestros pronto se dieron cuenta de que los ciclos del día y la noche estaban asociados al sol y la luna, así que los primeros calendarios eran tan básicos como contar las veces que se ponía o salía el sol.
Ahora nuestro calendario es mucho más preciso. Los años duran 365 días y cada cuatro años se añade un día más. Pero, ¿sabías que el calendario tiene doce meses por culpa del asedio a Numancia, o que en 1582 se tuvieron que eliminar 10 días de octubre para corregir un error de cálculo que descubrió la Universidad de Salamanca? Vamos a echar un vistazo a los secretos y curiosidades del calendario gregoriano, que es el que usamos en Occidente.
¿Por qué los calendarios actuales son tan complejos? Al principio se usaban las estrellas y la Luna como referencia, porque el ciclo de la Luna de 29 días es bastante estable y fácil de registrar, a medida que la Luna cambia de fase.
Pronto nos dimos cuenta que contar los días y las noches no era suficiente. ¿La razón? Las estaciones y las cosechas. Hasta la revolución industrial, que tuvo lugar hace apenas 250 años, la humanidad ha dependido de los ciclos de las cosechas. Contando las veces que salía el sol no se podía calcular bien cuando empezaba una estación, cuándo emigraban las manadas de animales, o cuándo había que plantar las cosechas, así que idearon calendarios más precisos.
Puesto que el Sol y la Luna siempre se han relacionado con los dioses y lo divino en las culturas antiguas, la mayoría de los calendarios han sido impuestos por las religiones.
El calendario maya, por ejemplo, comenzó su cuenta en el año 3114 antes de Cristo (a.C.), y se repite en ciclos de 52 años. Según su nomenclatura solo cubría hasta el 21 de diciembre de 2012, de ahí la superstición de que ese día se acabaría el mundo. Algo que, por supuesto, no ocurrió…
El calendario egipcio es el primer calendario solar conocido. Se comenzó a usar en el año 3000 a. C. y era sorprendentemente parecido al actual. El año tenía 365 días dividido en 12 meses de 30 días. Los 5 días que faltaban se añadían al final del año. Eso sí, el mes se dividía en tres semanas de 10 días.
EL CALENDARIO EN OCCIDENTE
En Europa se utilizaban diferentes calendarios lunares hasta la llegada de los romanos. En cada región tenían diferentes números de meses, y el año no duraba lo mismo.
Fueron los romanos los que unificaron los calendarios en su imperio, y finalmente el último de ellos, el calendario gregoriano, es el que se ha mantenido hasta nuestros días.
Cuenta la leyenda que el primer calendario romano fue creado por el fundador de Roma, Rómulo, sobre el siglo VII a.C.
El año tenía 10 meses lunares, de marzo a diciembre. Los dos meses que faltan no tenían asignado ningún nombre, ya que era pleno invierno y no había cosechas ni campaña militar. Era tiempo perdido en el que la gente participaba en ritos de purificación, ampliaba sus casas o preparaba los campos.
Numancia fue la culpable de que el calendario actual tenga 12 meses. En el año 153 a.C. se decidió empezar a contabilizar el año el 1 de enero, en lugar del 1 de marzo, para tener más tiempo para planificar las campañas de las guerras celtibéricas, y el asedio de Numancia. Se añadieron enero y febrero al calendario y se cambió la duración de los meses a 29 y 31 días, ya que los números pares daban mala suerte, según los romanos.
Los meses se llamaban Ianuarius, Februarius, Martius, Aprilis, Maius, Iunius, Quintilis, Sextilis, September, October, November y December. Son los mismos que hay ahora, inalterables durante más de 2 mil 500 años.
Más adelante Quitilis se cambió por Julius, en honor del emperador Julio César. Sextilis se cambió a Augustus, para recordar al emperador Augusto.
Este primer calendario romano daba muchos problemas, pues los meses lunares no se correspondian con los solares, con los que se regían las estaciones. El año romano tenía 355 días, lo que obligaba a añadir dos meses cada 4 años, llamados Mercedonio e Intercalar.
EL CALENDARIO JULIANO
El emperador Julio César, obsesionado con su figura y empeñado en perdurar en la historia, decidió modernizar el viejo calendario romano, vigente durante más de setecientos años, para instaurar el calendario juliano, en el año 46 a.C, y poner su nombre a un mes (Julio). Este calendario se extendió por toda Europa y América, a través de las conquistas españolas, inglesas y portuguesas.
En el calendario juliano un año duraba 365 días y 6 horas, así que cada cuatro años se añadía un día más. Lo que hacían era repetir el 24 de febrero, y se llamó bisiesto.
Aunque fue sustituido por el calendario gregoriano en el siglo XVI en casi toda Europa, se ha mantenido vigente en algunos países como Turquia, Grecia o Rusia, hasta principios del siglo XX. Grecia, por ejemplo, cambió del juliano al gregoriano en 1923.
EL PAPA GREGORIO XIII SE PONE FIRME
El calendario juliano, como el egipcio, fijaba un año de 365,25 días, es decir, 365 días y 6 horas. Pero en el siglo XVI astrónomos de la Universidad de Salamanca descubrieron que un año en realidad duraba 365 días, 5 horas, 49 minutos y 12 segundos. Cada año se habían contabilizado 11 minutos de más, durante siglos, lo que provocaba que el cálculo de las estaciones, las cosechas y, especialmente, la festividad cristiana de La Pascua, sufriese un desfase.
El papa Gregorio XIII decidió poner orden y, con la autoridad divina que solo el Papa posee sobre la faz de la Tierra, organizó un congreso de sabios para unificar los calendarios de la Cristiandad. Para corregir el error de 11 minutos que se había mantenido durante siglos, tomaron una medida drástica: en el año 1582, octubre tuvo 11 días menos. El día 4 dio paso al día 15:
También se acordó que los años seculares (los que cierran el siglo, es decir, acaban en 00), solo son bisiestos si son múltiplos de 400. El último secular bisiesto fue el año 2000, y el próximo será el 2400.
España, Italia y Portugal fueron los primeros países que usaron el calendario gregoriano. En el imperio anglosajón no se adoptó hasta 1752. Hubo rebeliones y protestas en muchas ciudades inglesas porque “el Papa de Roma les robaba 11 días del año“. En la actualidad es el calendario más usado en el mundo.
En este calendario los meses tienen distinta duración. Hay un truco muy sencillo que todos los niños aprenden: se juntan los puños, y el primer nudillo es enero. El mes que cae en nudillo tiene 31 días, y el que cae en un hueco entre nudillos, 30 días (salvo febrero, que tiene 28 o 29 días):
¿Por qué un año dura 365 días? ¿Por qué una hora tiene 60 minutos?
Hemos visto cómo ha cambiado la duración del año y los meses a lo largo de la Historia. Pero, ¿por qué usamos las horas, minutos y segundos en los valores actuales?
Un año tiene 365 días porque es el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta alrededor del Sol. Este dato fue descubierto por los egipcios, y no era complicado de obtener. Se dieron cuenta de que la posición de las estrellas y del sol cambiaba cíclicamente, así que solo tuvieron que observar el cielo hasta que las estrellas volviesen a coincidir. Pero pensaban que era el sol el que se movía alrededor de la Tierra, y no al revés.
En realidad un año trópico dura 365 días, 6 horas, 9 minutos y 9 mil 7632 segundos, por eso cada cuatro años se considera bisiesto y se añade un día más, el 29 de febrero, por las horas sobrantes (6 horas x 4 = 24 horas = 1 día).
Los meses se establecieron a partir de los 29 días y 12 horas que dura la fase lunar, pero luego distintos reyes, emperadores y papas iban poniendo y quitando días según decisiones políticas o religiosas. Por eso unos meses tiene 30 días y otros 31, que se han quitado de febrero, que solo tiene 28 días.
En el siglo VIII el emperador Carlomagno cambió el nombre de los meses, que pasaron a llamarse: Wintarmanoth, Hornung, Lentzinmanoth, Ostarmanoth, Winemanoth, Brachmanoth, Heuvimanoth, Aranmanoth, Witumanoth, Windumemanoth, Herbistmanoth y Heilagmanoth. Pero el cambio no cuajó, y se recuperaron los nombres originales.
En el año 321 el emperador Constantino I decidió instaurar la semana de 7 días, copiándola de los mesopotámicos y los egipcios. Los días de la semana se nombraron según los astros que por aquel entonces se conocían: Lunes (Luna), Martes (Marte), Miércoles (Mercurio), Jueves (Júpiter), Viernes (Venus), Sábado (Saturno), Solis (Sol, que luego se cambió a Dominicus, Día del Señor). También se declaró festivo el domingo.
Se llama día al tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta alrededor de su propio eje, aunque hay diferentes formas de medirlo. En la Antigüedad se medía en relación al Sol, lo que añadía 4 minutos más porque la Tierra se desplaza con respecto a su estrella.
Los egipcios fueron los que dividieron el día en 12 intervalos de luz y 12 de noche, que los romanos llamaron horas. Por eso un día tiene 24 horas. Pero como las horas de luz y oscuridad cambian según la estación, y siempre tenía que haber 12 de cada, las horas no duraban lo mismo a lo largo del año.
¿Y por qué dividimos las horas en 60 minutos y los minutos en 60 segundos? Nosotros contamos en base 10, es decir, usamos 10 números, según el número de dedos. Hace miles de años los sumerios y los babilonios usaban la base 60, con 60 números diferentes. Ellos también contaban con los dedos, pero 10 se les quedaban pequeños, así que usaban un curioso truco. Si te fijas, los dedos están divididos en tres partes, las falanges (excepto el pulgar que tiene dos):
Los babilonios contaban tocando con el pulgar las falanges de los otros 4 dedos, y como cada dedo tiene 3 falanges, en total son 4 x 3 = 12. Cada vez que completaban la mano subian un dedo de la otra mano, y como hay 5, en total son 5 x 12 = 60 falanges.
Este sistema se mantuvo durante milenios. Los romanos lo usaron en algunas tareas porque no les gustaban los decimales, y 60 es un número muy divisible. Se puede dividir por 2, 3, 4, 5 o 6 sin decimales.
Hasta el siglo XVI no se fabricaron relojes lo suficientemente precisos como para medir los minutos y segundos. Entonces se decidió adoptar las mediciones del astrónomo griego Ptolomeo, que usaba la base 60 para contar y había dividido una hora en 60 partes pequeñas, que se llamaron minutiae primae. A su vez se dividían en otras 60 partes, llamadas minutiae secundae. Ese es el origen de los minutos y los segundos.
Ha sido un largo camino hasta llegar al calendario gregoriano actual, que aún ha sufrido otros ajustes menores, de segundos y milisegundos, para incluir factores como la desaceleración de la Tierra (si, la tierra se mueve cada vez más despacio).
Una historia en la que ciencia, la política y la religión han tenido mucho que decir. Para bien o para mal, los tres principales motores de la Humanidad. ¿Conseguiremos algún día separarlos?