Ciudad de México, 8 de agosto (SinEmbargo).- ¿Qué hacen los creadores cuando crean? ¿Hay rituales, hay supersticiones? Un día que el escritor y académico estadounidense Mason Currey no tenía muchas ganas de hacer nada, se puso a pensar en estas cuestiones.
El resultado fue primero un blog y ahora un libro fascinante que en español acaba de publicar en nuestro país la editorial Turner: Rituales cotidianos. Cómo trabajan los artistas, donde más de 160 escritores, pintores, científicos e inventores son “balconeados” con sus manías, tics y rarezas a la hora de trabajar (o de no trabajar).
Hay historias desopilantes, como la de la genial autora de novela negra Patricia Highsmith (1921-1995), a quien le gustaba escribir en la cama, casi en posición fetal, acompañada por sus infaltables cigarros Gauloises y una botella de vodka en la mesa de luz, a la que le marcaba con un lápiz el límite diario de consumo.
No le interesaba la comida, pero amaba a los animales y en su madurez adoptó los caracoles como mascota favorita. Fue a un cóctel y en la bolsa llevaba una hoja de lechuga con sus animalitos, de los cuales llegó a tener 300 en su jardín.
“Casi todos los días entre semana durante año y medio, me he levantado a las cinco y media de la mañana, me he cepillado los dientes, me he hecho una taza de café y me he sentado a escribir sobre cómo algunas de las mentes más grandes de los últimos 400 años han abordado exactamente esa misma tarea, es decir, cómo encontraban tiempo cada día para su mejor quehacer, cómo organizaban sus horarios para ser creativos y productivos”, explica Currey en el prólogo.
Así, descubrió que el poeta inglés Wystan Hugh Auden (1907-1973) era extraordinariamente disciplinado: “Consulta su reloj una y otra vez –observó una vez un invitado- Comer, beber, escribir, ir de compras, hacer crucigramas, incluso la llegada del cartero, todo está cronometrado al minuto y cuenta con rutinas asociadas”.
Francis Bacon pintaba en el desorden extremo y en sus rutinas incluía cuatro copiosas comidas al día. Era insomne y dependía de los somníferos. Después de cenar, volvía a cenar. No era gordo.
Thomas Wolfe (1900-1938) medía casi dos metros y por tanto solía escribir de pie, apoyando el papel sobre el techo del refrigerador. El cineasta italiano Federico Fellini (1920-1923) comenzaba a las 7 de la mañana a llamar a todo el mundo. Tenía una lista de las personas a las que podía despertar. A algunas, incluso, les funcionaba de alarma.
La vida del músico Gustav Mahler (1860-1911) era, al decir de su esposa Alma, “inhumana en su pureza”. Se despertaba a las 6 de la mañana y desayunaba pan dietético con mantequilla y mermelada con café recién molido. Trabajaba toda la mañana y al mediodía se iba al lago a bañarse. Después del almuerzo caminaba durante cuatro horas, en la compañía -obligada-de su esposa. Así todos los días.
¡BRINDEMOS POR PODER ESCABULLIRNOS!
Al escribir este libro, Mason Currey pensó a menudo “en una línea de una carta que Franz Kafka escribió a su amada Felice Bauer en 1912”, cuenta.
“Frustrado por la estrechez en que vivía y por el aburrimiento mortal que le causaba su empleo, Kafka se queja: ‘El tiempo es corto, mis fuerzas son limitadas, la oficina es un horror, el apartamento es ruidoso, y cuando no es posible llevar una vida placentera y sencilla uno debe intentar escabullirse mediante sutiles maniobras’
¡Pobre Kafka! Pero, después de todo, ¿quién puede aspirar a una vida placentera y sencilla? Para la mayoría de nosotros, gran parte del tiempo es un camino cuesta arriba y las sutiles maniobras de Kafka no son tanto un último recurso como un ideal. ¡Brindemos por poder escabullirnos!”, concluye el autor de Rituales cotidianos.
