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Francisco Ortiz Pinchetti

08/06/2018 - 12:00 am

El detector de mentiras

Buen puntacho se aventó Mikel Arriola Peñalosa al someterse voluntariamente al “detector de mentiras”. El candidato del PRI a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México se sometió a la prueba y la superó. De acuerdo a los resultados que entregó el Instituto Latinoamericano de Poligrafía México, el ex director del IMSS aprobó […]

Mikel Arriola Peñalosa, candidato del PRI a la jefatura del Gobierno de la Ciudad de México, se realizó la prueba del polígrafo, e invito a los demás candidatos a realizársela. Foto: Victoria Valtierra, cuartoscuro

Buen puntacho se aventó Mikel Arriola Peñalosa al someterse voluntariamente al “detector de mentiras”. El candidato del PRI a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México se sometió a la prueba y la superó. De acuerdo a los resultados que entregó el Instituto Latinoamericano de Poligrafía México, el ex director del IMSS aprobó con 80 por ciento de puntaje.

Según se supo, entre las preguntas que le realizaron figuraron las relativas a sus propiedades declaradas en su declaración, las presuntas compras ilícitas de inmuebles, el consumo de mariguana y posibles casos de nepotismo. Aprobó holgadamente. El propio Instituto que aplicó la prueba aclaró que ésta se pasa a partir de 60 por ciento.

Hay que agradecerle al dinámico candidato no sólo sus afanes por superar el estigma de ser candidato de un partido absolutamente desacreditado, sino también por poner un ejemplo a todos los aspirantes a puestos de elección popular. Y no me refiero sólo a sus contrincantes en la lucha por la gubernatura capitalina.

Sería bien interesante que en efecto se sometieran voluntariamente a esa prueba la candidata de la coalición "Por México al Frente", Alejandra Barrales Magdaleno, y la aspirante de Morena, Claudia Sheinbaum Pardo. Nos enteraríamos cuando menos de qué tan cierto es lo de sus mansiones en Miami, en el caso de la primera, y sabríamos si realmente estuvo enterada la ex Delegada en Tlalpan de las irregularidades graves que existían en el fatídico colegio Rebsamen de Coapa, donde murieron 17 niños y siete adultos durante el terremoto del 19 de septiembre pasado.

Pero lo realmente sabroso sería que fueran los candidatos presidenciales quienes se pusieran el aparatito que detecta las mentiras mientras les hicieran una serie de preguntas nada cómodas para escudriñar sus adentros más profundos, sin poder escapar al interrogatorio so pena de verse vergonzosamente ventaneados.

Podría por fin aclararse el reburujado caso de la bodega de Ricardo Anaya Cortés, en Querétaro, y saber si efectivamente participó en un caso de lavado de dinero o cuando menos si estaba enterado del origen verdadero de los 53 millones de pesos que le pagó por el local el empresario Manuel Barreiro Castañeda, a quien no conocía pero a cuya boda asistió y ahí bailó encantado de la vida.

También podríamos enterarnos de las maniobras de Anaya Cortés para impedir que Margarita Zavala Gómez del Campo fuera la candidata del PAN a la Presidencia de la República y si el entonces presidente nacional del partido recurrió a prácticas nada democráticas y muy gandallas para hacerse de la postulación que hoy se asoma al naufragio.

Y qué decir de  José Antonio Meade Kuribreña. Una vez sometido al “detector de mentiras” sabríamos, entre mil cosas más, si es cierto o no que estuvo enterado de las transferencias de recursos del erario, concretamente de la Secretaría de Hacienda que estuvo a su cargo, a las campañas electorales del PRI, como los 254 millones de pesos desviados en esa forma en Chihuahua  en 2016 y por lo cual está preso el entonces secretario general del CEN del tricolor, Alejandro Gutiérrez, subordinado entonces del presidente nacional priista Manlio Fabio Beltrones.

Sabríamos también si como encargado de las finanzas del país Meade Kuribreña supo y solapó el endeudamiento brutal de los gobiernos del mandatario veracruzano Javier Duarte de Ochoa y del chihuahuense César Duarte Jáquez, en cuyo caso sería cómplice de esas ilegalidades. ¿O no lo supo, joder?

Igualmente podríamos conocer la verdad de varios de los misterios que envuelven a Andrés Manuel López Obrador, que suele “batear” muy a sus estilo los cuestionamientos, por ejemplo, sobre el origen de los recursos con los que él y su familia vivieron entre 2006 (incluidos sus viajes interminables por todo el país), cuando perdió por primera vez la elección presidencial, y julio de 2014, cuando empezó a recibir 380 millones de pesos anuales de prerrogativas no electorales a partir del registro oficial de Morena como partido político.

Nos enteraríamos qué tan ciertas son sus intenciones de revertir las reformas estructurales conseguidas en el actual sexenio, o sus ofrecimientos a los odiados empresarios integrantes de la “mafia del poder” y la “minoría rapaz que ha saqueado a este país”,  de que en realidad nada ocurrirá y que podrán dialogar ahora resulta como buenos amigos para lograr el desarrollo del país. Habrá, dijo el Peje, “una relación de cooperación”. También sabríamos de dónde sacó el dato de los 500 mil millones de pesos que según él mide la corrupción en el país y cómo los recuperará como por arte de magia en cuanto asuma la Primera Magistratura.

¿Pretende de veras, en caso de que el voto popular lo favorezca (como decían los clásicos del PRI) cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México?  ¿No usará el avión presidencial que no lo tiene ni Obama? ¿No vivirá en Los Pinos? ¿Tendrá o no protección del Estado Mayor Presidencial? ¿Revertirá de veras la Reforma Educativa como quieren sus amigos de la CNTE? Esto y mucho más podríamos saber gracias al “detector de mentiras”. Me temo sin embargo que los candidatos dirán que ya no tienen tiempo para aplicárselo... ¡Bola de mentirosos! Válgame.

@fopinchetti

 

Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).

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