Brutalidad, hacinamiento y corrupción son comunes en todos los penales; es una política del gobierno, afirma ex reo

08/01/2014 - 12:00 am

“El Reclusorio Norte fue diseñado para 4 mil reclusos, pero hay entre 13 y 15 mil personas. Ese hacinamiento hace la convivencia muy difícil, pero no para todos: hay presos de primera y de segunda. Hay celdas de dos metros por dos metros que albergan hasta 70 personas. Los más pobres duermen amarrados a los barrotes, otros pernoctan sentados en el piso”

Por Marta Durán de Huerta/RadioNederland

Reclusorio Norte. Foto: Cuartoscuro
Reclusorio Norte. Foto: Cuartoscuro

Ciudad de México, 8 de enero (SinEmbargo/RadioNederland).– Así empieza un espeluznante relato de un hombre que fue encarcelado injustamente en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México. El que nuestro entrevistado esté libre, no significa que esté fuera de peligro, por lo que solicita el anonimato.“Hay otra área que es para privilegiados con capacidad económica y que pueden pagar una celda para ellos solos, con televisión, muebles de maderas finas, celular y todas las comodidades. Para unos cuantos, el reclusorio es un hotel de lujo, para la gran mayoría es un lugar muy peligroso donde se puede perder la vida por diez pesos. El que tiene dinero puede pagarse una celda muy parecida a una suite de un hotel de lujo. El dormitorio 2 es el que tiene ese estatus. Ése fue el que yo conocí, me imagino que aún sigue. En el dormitorio 2 están los grandes, los de mucho dinero; ahí están los capos o los empresarios muy ricos que están presos por algún delito financiero y los protegidos de las autoridades; ése es el lugar de los poderosos”, afirma el ex reo.

Cada cárcel en México es un mundo aparte. La brutalidad, el hacinamiento y la corrupción son comunes en todos los penales. En la prisión de alta seguridad de Puente Grande Jalisco, tras la fuga de Guzmán Loaera, alias El Chapo Guzmán, se acabó el buen trato. Jesús Lemus, un periodista encarcelado por una venganza política lo describe con estas palabras:

“Durante los tres años que estuve en la cárcel no vi un solo privilegio para nadie, solo maltrato, incluso al preso más importante, mediáticamente hablando, que era Rafael Caro Quintero. A él lo dejaban sin comer como a mí me dejaban sin comer. Algunos presos me contaron que la cárcel federal de Puente Grande era muy diferente cuando la gobernó el Chapo porque él era generoso, amable y a toda madre con todos los presos. Los custodios que hoy golpean con saña a los presos, en aquel tiempo estiraban la mano para que el Chapo les diera dinero. Cuando yo estuve, ya no había Chapo y sí una crueldad inaudita para los presos.”

–¿A quién se le paga para tener una suite de lujo? Se le pregunta al ex convicto del Reclusorio Norte.

–Ésta es toda una estructura, no del director del reclusorio, sino una política del gobierno de la Ciudad de México mediante la cual hay todo un sistema de extorsión a los presos y a sus familiares. El Reclusorio Norte es un lugar donde todo cuesta; a los presos les cobran por pasar lista, por salir a hablar por teléfono… les cobran por ir al baño.

La forma para tener controlada a esa población es mediante las drogas. Les venden drogas de la calidad que sea. Todo lo hacen los custodios o los presos que trabajan para los custodios, a la vista de todos. Son políticas institucionales que se conocen en la administración central y el director las aplica a través de los comandantes y del área jurídica. Todos están coludidos.

Los testimonios que recaudó Radio Nederland coinciden. Un joven que pide el anonimato dijo a nuestros micrófonos:

“Mi vecino, un jovencito, mató accidentalmente a su hermano jugando con una pistola que el papá había dejado a la mano. Al chavo se lo llevaron al Tutelar de Menores donde se suponía que había que ponerlo en libertad cuando cumpliera 18 años. Pero cuando llegó a la mayoría de edad, no lo soltaron, se lo llevaron al Reclusorio Norte donde estuvo 25 años preso. Cumplió una condena injusta, absurda. Salió alcohólico y un año después murió de cirrosis. ¿Cómo es posible que un chavo sano entra bien y sale alcohólico y drogadicto de la cárcel?” Sentencia indignado el entrevistado.

PAGAR PARA SOBREVIVIR 

El hombre que sobrevivió al Reclusorio Norte narra rabia contenida:

“Hay que pagar para sobrevivir y hay dos formas: una a través de la violencia, otra con dinero. Hay pocas personas que logran salir de ese círculo y establecer relaciones de dignidad, la mayoría tiene que pagar para poder vivir. Lo peor es que no es un asunto del preso sino que las autoridades extorsionan a las familias y éstas, que quieren que su pariente sobreviva, tienen que pagar esa extorsión.

En el Reclusorio Norte hay gente de todas las organizaciones criminales y a veces entran en conflicto. Algunos dominan cierto dormitorio (una sección con diversas celdas) y otros de otra organización dominan otro, pero todos están de acuerdo con las autoridades.

Podemos decir que se trata de un co-gobierno de delincuentes con autoridades; es una cuestión de dinero.

Todo ese manejo genera cientos de millones de pesos, pues se cobran todo. Incluso para ir a los juzgados, por no hacer cola, porque no te maten, dice.

Yo desde el principio me rehusé a pagar. Yo era un preso político y no quise entrar en la dinámica, sin embargo, las autoridades extorsionaron a mi familia y les obligaron a pagar una cuota de 8 mil pesos al mes para que no me mataran. Mi familia pagó en contra de mi voluntad” recalca con amargura el procesado injustamente.

Foto: Cuartoscuro
Todo ese manejo genera cientos de millones de pesos, pues se cobran todo. Incluso para ir a los juzgados, por no hacer cola, porque no te maten, afirma ex reo. Foto: Cuartoscuro

LAS AUTORIDADES SON CÓMPLICES

“El preso no sufre solo, sino toda la familia. Cuando van a visitarte, les cobran por verte. Si te llevan comida, también. Eso lo sabe la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y lo permite no sólo por temor a las organizaciones criminales sino porque son cómplices; la extorsión a los presos genera dinero que se usa en actividades políticas.

Las dos últimas administraciones en la Ciudad de México, la de Marcelo Ebrard y ahora la de Miguel Ángel Mancera, simplemente no son de izquierda. Ebrard era Jefe de la Policía, es un policía; Mancera era el Procurador, era del Ministerio Público, así que es una izquierda policiaca. Esos son los que gobiernan la ciudad” acusa el hombre que todavía no alcanza a entender cómo sus compañeros fueron capaces de lanzarlo a ese infierno.

LA UNIVERSIDAD DEL CRIMEN

“El reclusorio está dividido en dormitorios. Cada dormitorio tiene un determinado número de celdas, cada celda a su vez se divide en secciones. Cada dormitorio está en función de los estudios psicológicos y de criminalidad previos, así que los que purgan por delitos financieros están en un área, los violadores están en otra, los multihomicidas están en otra, los secuestradores y los ladrones, que son la mayoría, están separados” explica el intelectual a quien quisieron asesinar contratando a un sicario.

“En la idea original, los reclusorios son centros de readaptación social para reinsertar al infractor a la sociedad pero eso no es cierto. El 70 por ciento de los presos son personas de bajos recursos, marginales y jóvenes; están presos por robo de cantidades menores a dos mil pesos. Hay casos de personas que robaron algo que tiene un valor de diez pesos o veinte pesos y están sentenciados a 3 o 4 años de prisión. Yo conocí a uno que estuvo preso acusado de robarse cien pesos. La segunda vez, lo agarró un policía borracho y lo acusó falsamente de robarse unas camisetas y como tenía antecedentes penales el joven, fue considerado reincidente y lo sentenciaron a cuatro años de prisión. Y allí está, no puede salir. Con casos como ése está lleno el reclusorio. ¿Qué hacen estos marginales para sobrevivir? Se emplean y trabajan para otros presos de mayores recursos haciendo el aseo de la celda, vendiendo droga, o se emplean como sicarios. En otras palabras, hay quien entra por un simple robo y en la cárcel se convierte en asesino.

Desde el reclusorio operan la mayor parte de las bandas de extorsionadores telefónicos: hablan desde el reclusorio, pero tiene brazos afuera. Muchos presos simples que están allí por delitos menores, terminan convirtiéndose en verdaderos matones”.

LA CUOTA DE LOS POLICÍAS

Se supone que mientras más personas sean arrestadas, mejor funciona el sistema de justicia, pero pagan justos por pecadores. El hombre que se salvó de pudrirse en la cárcel nos cuenta:

“Los policías cobran una cuota en la Procuraduría de Justicia, llamada estímulo, de cinco mil pesos por cada detenido que llevan, sea culpable o no. El Ministerio Público cobra otro tanto. Dentro de la cárcel hay una estructura paralela a la de las autoridades. Cada uno de los dormitorios tiene ua jefe, un capo ( conocido en el mundo criminal como “el mamito”). Cada pasillo tiene un jefe de pasillo y cada celda tiene un jefe de celda; normalmente son los reos más antiguos, los que tienen más dinero o los que pertenecen a alguna organización criminal. Es una estructura paralela que a las autoridades les ayuda a controlar a la enorme población. Yo le pregunté a algunas autoridades por qué permitían eso y me respondieron que de otra manera habría un motín permanente, conflictos de guerras, homicidios debido al hacinamiento. Por ejemplo, cuando hay una inspección externa, se suspende el suministro de droga a los internos y las cosas se ponen muy tensas, muy violentas. La estructura incluye drogas, una jerarquía no reconocida, y es un co-gobierno con los jefes de los reos. Lo único que no pueden hacer los reos con dinero es salir, aunque algunos sí lo hacen.”

LOS TÚNELES

“En el Reclusorio Norte hay otra área terrorífica: los túneles que llevan a los juzgados y son territorio de nadie. Si en las áreas comunes o en las celdas o los pasillos hay peligro de que en cualquier momento alguien saque una punta, un filo (un arma cortante) y se lo encaje a otro; en los túneles se mezclan todos los presos de todo tipo. Son varios kilómetros de túneles subterráneos que llevan a los juzgados. Ellos están en la profundidad del concreto, son húmedos, oscuros y allí es donde ocurren la mayoría de los asesinatos, hay prostitución y venta de drogas. Los presos políticos o los que son diferentes tienen que pagar protección, tienen que llevar guardaespaldas para que no los agredan, no los asalten y no los ejecuten ahí. Cada vez que yo iba al juzgado tenía que llevar dos guardaespaldas que los contrataba entre los mismos presos. A esos reclusos los llaman “estafetas” y tienen un acuerdo con las autoridades que les permiten andar por todas partes, en todas las áreas del reclusorio”.

–¿Qué papel juega la Comisión de Derechos Humanos?

Todos los entrevistados por Radio Nederland coinciden que la Comisión de Derechos Humanos no cumplen su deber en las penitenciarías mexicanas.

“Ellos tienen una oficina en el Reclusorio Norte pero muy pocos presos acuden a ella porque quienes se atreven a denunciar sufren las represalias de los demás en especial de las autoridades que los castigan, los golpean. Hay una violencia brutal contra los que no se pueden defender. Es común que todos los días los custodios golpeen a los presos y les pongan sendas palizas. Cuando llegan lo primero que hacen es darles una paliza, desnudarlos y decirles: “aquí no vales nada y dile a tu familia que consiga dinero si quieres sobrevivir”. Es un espectáculo grotesco, en el área de ingresos, en el patio, ver como los desnudan y los golpean, a veces lloviendo, a veces con temperaturas bajo cero, les roban todo lo que tienen, los bañan con mangueras de agua helada. Todos los viernes a las doce de la noche, se envían a los recién llegados desnudos al Centro de Observación y Clasificación (COC), donde pasan de una semana a quince días para luego se distribuidos a los dormitorios correspondientes. A los que no pueden pagar los obligan a limpiar el patio, las celdas, todo, los golpean, los forman. El trato va contra la dignidad humana y que lo haga una administración de izquierda es terrible.” Concluyó el sobreviviente del Reclusorio Norte.

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