Usando sistema de bocinas en escuelas e iglesias, los pobladores de Suchilapan, Veracruz, emitieron toque de queda por la presencia de sicarios. La persecución iniciada el sábado en la zona del Valle de Uxpanapa terminó con saldo de 20 muertos. Al lugar arribaron más de cien efectivos para buscar al resto de la banda. En el municipio, cuenta su Alcalde, Gilberto Guillén Serrano, sólo hay 33 efectivos, no se dan abasto para recorrer las 72 comunidades y, lo peor, únicamente cuentan con 3 patrullas. Los habitantes sólo quieran trabajar y que los narcos pasen sin causar molestias.
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Ignacio Carvajal García
Ciudad de México/Jesús Carranza (SinEmbargo).– Desde su tienda de abarrotes, en el ejido Suchilapilla, del municipio de Jesús Carranza, en el estado de Veracruz, el señor “Juan N” aún recuerda ese momento estremecedor, el pasado sábado, a las cinco de la tarde, cuando todos los poblados se estremecieron por la columna de polvo que auguraba vapores de sangre y pólvora.
“Conté al menos cinco camionetas que pasaron a todo lo que daban por ese camino, y atrás de ellas, disparando, las camionetas de los soldados. Duro también pasaron súper duro”, relata.
La tranquilidad de este lugar de menos de 10 casas, se rompió por el arribo del grupo de sicarios, el pasado sábado, que ya eran asediados por la SEDENA cuando intentaban escapar de Veracruz usando el sistema de brechas entre el Valle de Uxpanapa, la zona rural de Minatitlán e Hidalgotitlán, para salir al Istmo de Tehuantepec, lejos de lo que pudo haber sido el fracaso a la custodia de un cargamento de droga que fue interceptado el viernes pasado, cerca de Acayucan.
Desde este sitio, conocido como Suchilapilla, los pobladores de los demás ejidos, hasta Sochiapa, de plano, comenzaron a sentir el miedo. Los policías municipales, aunque con armas, también.
Todo comenzó el sábado pasado. El Ejército dio muerte a tres pistoleros, y mandó a otros dos al hospital, en un enfrentamiento que comenzó en Casa Blanca, Uxpanapa, y el cual concluyó frente al rancho El Sacrificio, en Suchilapilla.
El domingo, cerca del punto conocido como El Puente Grande, que pasa por encima del río Uxpanapa, la policía estatal enfrentó y abatió a otros tres pistoleros, y antes de pasar 24 horas, una fuerza en conjunto de municipales, estatales y soldados, mataron a 14 pistoleros de una célula de un grupo delincuencia no identificado hasta el momento.
Desde entonces, el terror ha corrido tan caudaloso como el río Uxpanapa.
POLICÍA, ATERRORIZADA
En un retén, uno de los policías municipales lo confiesa: “Tenemos miedo, nuestras familias están en riesgo, por eso no queremos que los periodistas nos tomen fotos, nos exponen”.
El temor se fundó más en esta gente de campo, cuando se dio a conocer que los sicarios eran más de 60, que se desplazaban en varias camionetas, y que muchos habían logrado escapar al monte desde el primer enfrentamiento en Suchilapilla.
Además, los civiles armados traían mejor armamento.
“Son armas muy muy poderosas”, explica una fuente de la Fiscalía General del Estado, a reserva de anonimato. Hasta el momento, se han asegurado 28 rifles de asalto, armas cortas y piezas de artillería, una de ellas, una Barret calibre 50, con poder para penetrar blindajes y chalecos antibala, y una “minio”, una súper ametralladora miniatura, pero destructiva.
“En este pueblo nunca se ven cosas así, tal vez ya hayamos visto pasar una camioneta o dos, con gente así, mala, pero no se meten con uno, se van. Esta es una región de paz” dice don Juan N. al ojear el periódico de la región con la reseña y fotos de la matanza.
Aunque el hecho sangriento se haya librado a no menos de un kilómetro de su vivienda de madera y láminas, no deja de mirar estupefacto las imágenes sangrientas del papel impreso, mostrando asombro y descubriendo un Veracruz sangriento.
Cuando Don Juan vio la columna de malos perseguidos por los militares, tomó a sus familiares, cerró su tienda, y se encerró a piedra y lodo. Ahí también estaba su hermano y sus seres queridos.
La balacera duró poco, dice, tal vez algunos minutos, pero su estruendo resultó escalofriante. Tanto como las lluvias de esta zona de vegetación exuberante.
Versiones oficiales indican que la Sedena traía la pista de esos maleantes desde la localidad de Casa Blanca, en Uxpanapa, y el primer encuentro cercano se dio a unos metros de la tienda de Juan N.
EL PRIMER ENCUENTRO
Ese primer encontronazo se dio cuando una camioneta con placas de Veracruz, de las que eran perseguidas, cerró el paso a los militares, y comenzando una cruenta batalla con tres bajas entre los civiles armados y dos heridos, el acto de “valor” de los sicarios, útil para cubrir la escapatoria al resto del grupo, se realizó frente al rancho “El Sacrificio”.
¿Quiénes murieron en ese lugar?, aún no se sabe, sólo que son originarios del Estado de Nuevo León. En el sitio de la balacera aún se observan restos del medallón de una camioneta, material de curación y guantes tipo forense empleados para manipular los cadáveres.
Una manada de perros se escucha ladrar al fondo de la cañada ubicada frente a la escena del topón, son las mascotas de “Don “Epifanio N”, cuidador del rancho El Sacrificio.
“Ese día yo no estaba en casa, con la familia nos habíamos ido para la casa de mi hermano, Juan, escuchamos los balazos y nos espantamos, pero cuando regresé a casa no me dejaron pasar, estaba todo esto lleno de soldados, ni a mí ni a mi familia nos permitieron caminar a nuestra vivienda. Intenté rodear por el monte, pero tampoco pude, los soldados estaban arriba, en el cerro” relata el hombre, quien se debió regresar esa noche a casa de su hermano y pedirle un rincón para pernoctar con los suyos y, entre todos, disiparon el miedo mientras los cadáveres de los pistoleros se enfriaban a unos metros de donde durmieron.
Epifanio no oye bien, a gritos entiende y leyendo los labios. Pero el sábado, cuando malos y buenos se liaron afuera de su casa, el lenguaje universal se impuso, el que hablan los humanos desde la invención de las balas. Había sangre en la calle y no era viable exponerse; lo mismo pasó en el resto de poblados vecinos.
Así fue para Suchilapan el domingo y el lunes. “No hay que salir de la casas, mejor ni salgan”.
El mensaje corrió de boca en boca, de casa en casa, de rancho en rancho. La llegada de más y más policías lo auguraban, había una cacería en ciernes, extendida a montes, cañadas, montañas, caminos rurales y para sacar cosechas. Un grupo de hombres peligrosos, fuertemente armados, deambulaba por la región, algunos heridos, todos hambrientos, capaces de matar.
El segundo enfrentamiento, el del domingo, se dio sobre la noche, a unos metros del puente grande sobre el Uxpanapa. Otros tres pistoleros perdieron la vida, y unos 17 de ellos, lograron darse a la fuga entre el monte.
ALCALDE SIN PATRULLAS
Como la tragedia del sexenio, en cada municipio se repite y se notan los efectos de haber contado con un Secretario como Arturo Bermúdez, quien salió millonario de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), pero en cambio las policías municipales, en la ruina.
En Jesús Carranza, cuenta su Alcalde, Gilberto Guillén Serrano, sólo hay 33 efectivos, no se dan abasto para recorrer las 72 comunidades y, lo peor, únicamente cuentan con 3 patrullas.
De esas, dos están descompuestas, y la que servía resultó destrozada en el último enfrentamiento.
Literalmente, se han quedado a pie.
En la comandancia, ubicada en la entrada del pueblo, los policías municipales vigilan cada unidad que les parece sospechosa, se nota que no tienen en qué transportarse pues hay una camioneta Silverado, roja, particular, atravesada en el sitio donde debería estar una unidad oficial con torreta.
El Presidente Municipal, con fama de gavillero en años mozos, se muestra feliz por la presencia de dos camiones y unas cinco unidades artilladas de la SEDENA. Son al menos cien militares a los que prometió dar de comer y proveer un sitio adecuado para que pasaran la noche y que patrullaran la región en busca del resto de la banda.
En corrillos policíacos se comenta que la presencia de este grupo criminal, posiblemente de algún cártel del norte del país, puede entenderse como una acción de escape después de que el viernes pasado, en Acayucan, la SEDENA detuvo un cargamento con 59 ladrillos de cocaína, valuado en unos 2 millones de dólares.
Las versiones indican que estos pistoleros custodiaban, a la distancia, el tractocamión asegurado por los militares, que al ser detenido estos se internaron a la zona rural de Minatitlán, Hidalgotitlán, hasta llegar a Uxpanapa, para burlar los cercos de seguridad montados en Acayucan y buscar una ruta segura, pero habrían sido detectados por los federales.
EL TERCER ENFRENTAMIENTO
“A mí en mi casa me dijeron eso, no salgas, y no salí, me quedé con la familia y ese día no trabajamos, le avisé a los trabajadores que no fueran a la empresa”, relató un habitante de Jesús Carranza quien se autoemplea en un rancho de su propiedad.
Lo que ha sido negado por las autoridades, el toque de queda, él lo confirma y relata las horas de angustia cuidando de la familia. De momento se ríe por nervios, pero constantemente se muestra reflexivo y reconoce el peligro en el cual se vieron expuestos.
El empresario y dueño de un rancho tuvo motivos suficientes para no salir de casa, pues el tercer enfrentamiento, el de 14 muertos, se desarrolló en su propiedad, Rancho Colombia, a unos tres kilómetros del puente Grande.
Esto pasó en un sistema de cañadas, cubiertas por frondosos árboles y abundante pastura, y un arroyo de aguas diáfanas.
En esas cañadas que pueden cruzar varias propiedades aún se muestran frescas las pisadas del grupo de pistoleros, el sitio en donde aguardaron durante horas, quizás, en la angustia de no poder llegar al Puente Grande, el único medio cercano para lograr cruzar el Uxpanapa, uno de los ríos más caudalosos y violentos del sureste mexicano, durante sus crecidas, arrastra árboles gigantescos los cuales arranca de raíz, incluso, se lleva hatos enteros de ganado.
Hace 33 años, en esta región, 22 elementos de la Policía Judicial murieron violentamente en una serie de enfrentamientos, a manos, presuntamente, de paramilitares centroamericanos, quienes se encontraban entrenado en un rancho propiedad del narcotraficante Rafael Caro Quintero, según “Los Señores del Narco”, de Anabel Hernández; judiciales y paras se encontraron, abrieron fuego y los unos persiguieron a los otros entre cañadas y ríos del Valle de Uxpanapa y culminó en el poblado de Sánchez Taboada, con una masacre de la cual, pese al paso del tiempo, no hay claridad.