En la regencia de Ernesto P. Uruchurtu, El Regente de Hierro de los años cincuenta en la Ciudad de México, se consolidó el modelo de intervención de las autoridades: no tocar a los padrotes, respetar a los clientes y criminalizar a las mujeres. Y hasta la fecha, La Merced, el mayor mercado de explotación de mujeres en el continente, es exactamente eso. Las organizaciones lo saben, y lo saben explotadores y explotadas: ese enorme negocio está de pie gracias a los funcionarios del gobierno de la ciudad…
Viviana
Ciudad de México, 6 de diciembre (SinEmbargo).– ¿Qué queda en la mente de una niña vendida medio centenar de veces al día durante dos meses, a quien se le amenaza de muerte cada día, a quien se le dice una y otra vez que no es sino una propiedad?
Viviana fue enganchada en el atrio de la Iglesia de San Marcos, en el pueblo de San Francisco Tecanotla, en Tlaxcala. La muchacha, entonces de 19 años, promovía una peregrinación religiosa cuando se le acercó el hombre que la llevaría al infierno.
Los siguientes son dos dictámenes psicológicos elaborados por peritos a Viviana, integrados en la causa penal 329/2009 abierta contra el tratante sentenciado Ramón Reyes Pérez y otros de la que SinEmbargo posee copia. El primero fue elaborado el 3 de noviembre de 2009. En él se lee:
“Me permito informar que Viviana presenta afectación psicoemocional, consistente en rasgos de angustia generalizada, miedo e ideas recurrentes de ser nuevamente agredida en su persona o familia por parte de alguien relacionado con el presunto responsable y de llegar a ser privada de su libertad. Además de recuerdos intrusivos relacionados a los actos de agresión sexual por parte de Ramón Reyes Pérez. También observa bajo nivel de energía.
“Por otra parte, se observan rasgos depresivos y pérdida de seguridad e independencia. Además de alteración en su ciclo de dormir (insomnio) y de la alimentación (pérdida de apetito). Observa conductas de aislamiento y de hipervigilancia como resultado de las amenazas constantes del presunto responsable. La sintomatología anteriormente descrita se encuentra asociada a un trastorno de estrás postraumático característico en víctimas de delito violento”.
El segundo diagnóstico fue realizado dos días después por una especialista diferente:
“Se detectan alteraciones psicológicas que sustentan una sintomatología atribuible a agresión sexual: miedo, coraje e impotencia, sensación de asco y suciedad, temor a haber sido contagiada, sentimientos de inseguridad y vulnerabilidad, estigmatización, alteración de sus hábitos de sueño y alimentación y depresión (…) se acentuaron estas características para que asumiera un rol de sumisión y obediencia, generando que fuera fácilmente manipulable y vulnerable”.
Pérez Reyes, en aquel momento de sólo 21 años de edad, es un proxeneta de Tenancingo, Tlaxcala, al igual que el resto de su familia, incluida su madre, Toribia Reyes Guzmán, quien facilitaba su casa para que ahí permanecieran las “novias” de su hijo durante los primeros días del rapto, en los días previos a que se les llevara a las zonas de explotación. Toribia sabía exactamente lo que ocurría. Las mujeres relacionadas con la trata, desde el lado de quien explota, suelen cuidar en calidad de rehenes a los hijos que las esclavas procrean con los padrotes.
–¡Te estoy diciendo que te bajes, hija de tu puta madre! –ordenó Reyes a Viviana cuando estacionó su Pontiac deportivo de color azul frente a su enorme casa de San Miguel Tenancingo–. Es mi novia –se dirigió el padrote a su madre, Toribia.
–¡No es cierto! –gimió la muchacha.
–Así como entraste, nunca vas a salir –dijo la vieja a la niña.
Algunas de las mujeres en las familias de los proxenetas fueron antes prostituidas por los padres de los “chulos”, quienes enseñaron las destrezas de cacería de mujeres a sus hijos.
Con el tiempo, algunas de las mujeres explotadas logran convertirse en la única mujer del “cinturita”. Otras pocas salen de las calles y recuperan sus vidas.
Viviana permaneció en La Merced, en el centro de la Ciudad de México, únicamente dos meses.
Muchas más se quedan en el infierno para siempre.
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Legendario
México ocupa el quinto lugar en América Latina como país de origen de la trata de personas y el sitio número 28 a nivel mundial, según información de la Organización Internacional para las Migraciones capítulo México. México posee una clasificación “alta” como país de origen de la trata de personas, seguido, en América Latina, de Brasil, Colombia, Guatemala y República Dominicana.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos estima la explotación sexual de 70 mil niños y niñas. Hace 10 años, el cálculo no sobrepasaba las 20 mil víctimas infantiles. ¿Cuántas adultas son? Nadie lo sabe. El marco jurídico laxo, la apatía de las autoridades y la intervención del crimen organizado han permitido la prosperidad de esa empresa.
Actualmente, en 13 estados no existe siquiera una ley para combatir y castigar la trata de personas, entre esos Tlaxcala, que por años ha sido el centro de operación de redes de tratantes y lenones, cada vez más asociados con organizaciones que hasta hace algunos años sólo se dedicaban al narcotráfico y ahora buscan el bocado global de 42 mil millones de dólares al año, superando así las ganancias dejadas por el tráfico de armas.De acuerdo con los testimonios de las propias mujeres, el cártel identificado en algún momento de su trata es Los Zetas que, así como diversificaron su actividad delictiva hacia la extorsión, la piratería, el secuestro y el tráfico humanos, lo hicieron hacia la esclavitud sexual.
El fenómeno de esclavitud sexual generado por personas del sur de Tlaxcala está relacionado también con la captación de centroamericanas en tránsito hacia Estados Unidos y de surtimiento a 22 puntos considerados “muy graves” de turismo sexual en México del que, en tanto es crimen organizado, se benefician autoridades de distintos o todos los niveles de gobierno.
De acuerdo con un reporte elaborado por el Centro de Contrabando y Tráfico Humano del gobierno de Estados Unidos, existen cuatro familias de apellidos Guzmán, Flores, Mastranza y Acatzin que operan las principales redes de trata en México y que todas mantienen conexión en Nueva York, de manera principal entre las ciudades estadunidenses, con otra familia tlaxcalteca de apellido Notario.
Se añade en los informes presentados en 2010 y 2011:
“Tenancingo, Tlaxcala, es legendario en ambos lados de la frontera México-Estados Unidos por su explotación sexual de mujeres y niñas originarias del centro y sureste de México, así como de sitios igualmente pobres de Centro y Suramérica”.
“El Alcalde de Tenancingo, el Gobernador de Tlaxcala y la Comisión de Derechos Humanos de Tlaxcala han minimizado los señalamientos de trata en el estado (…) La impunidad continúa en Tenancingo”.
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Germán
La explotación sexual de mujeres en La Merced, en el centro histórico de la Ciudad de México, está ligada al funcionamiento de la gran nave de abasto popular desde mediados del siglo pasado.
Considerado durante años el mercado más grande de Latinoamérica, La Merced formó una gran aglomeración de camioneros, cargadores, taxistas, locatarios y clientes que representaron una oportunidad de negocio para las familias de tratantes de Tlaxcala. Ahora es uno de los mayores centros de consumo de servicios sexuales en el continente.
El sector clandestino del centro de abasto se convirtió también en un medio constante de ingresos irregulares vía corrupción para las autoridades de las delegaciones Cuauhtémoc y Venustiano Carranza. Durante la regencia de Ernesto P. Uruchurtu, El Regente de Hierro de los años cincuenta, también se consolidó el modelo de intervención de las autoridades: no tocar a los padrotes, respetar a los clientes y criminalizar a las mujeres, quienes eran sujetas y detención durante semanas en El Torito, ahora la cárcel de paso para conductores ebrios, nunca de proxenetas tlaxcaltecas, a quienes se comenzó a detener y enjuiciar apenas en los últimos años.
Germán Villa, presidente de la Fundación Reintegra que trabaja con mujeres rescatadas de la explotación sexual, menciona una por la cual el 80 por ciento de los padrotes en México son del sur de Tlaxcala. Datos de la Procuraduría de Justicia del DF indican que el 90 por ciento de los detenidos en los últimos años en la ciudad por este delito son de originarios o provenientes de ese estado.
Villa comenta la existencia de dos modalidades de conversión de un muchacho en padrote. La primera es como parte de la herencia familiar, de la misma manera en que un artesano enseña a su hijo a tallar de una manera especial un trozo de madera. La otra forma es la iniciación de aprendices ajenos al clan. En la cátedra se establecen como valores fundamentales la seducción basada en el poder de palabra y la paciencia.
La Fundación Reintegra atendió, por ejemplo, el caso de una mujer cuyo padrote en contubernio con su padre y madre pidió la mano en matrimonio de una joven en Veracruz. El matrimonio transcurrió sin sorpresas y, después del nacimiento de dos niños, el hombre la obligó a prostituirse.
“Existe toda una mecánica del engaño”, apunta Villa, quien también dirige un albergue para mujeres rescatadas de la trata en donde se ha dado atención psicológica y asistencia educativa de manera simultánea hasta 30 mujeres liberadas.
En la investigación antropológica Trata de personas: padrotes, iniciación y modus operandi, de Óscar Montiel Torres, refiere que cuando los padrotes más antiguos se iniciaron, prostituían a sus mismas esposas o vecinas lo que provocaba conflictos entre familias y comunales. Los explotadores optaron por el reclutamiento en otros lugares.
La mayor parte de las mujeres esclavizadas son originarias de otras regiones de Tlaxcala, Puebla, Morelos, Veracruz, Tabasco, Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Michoacán, Hidalgo y Guanajuato, pero también hay mujeres centroamericanas que en su paso a Estados Unidos son captadas por los lenones.
Las mujeres son llevadas a zonas de tolerancia, bares y prostíbulos del DF, Irapuato, León, Guadalajara, Cancún, Acapulco, Tijuana y Ciudad Juárez.
–¿Ocurren traslados de mujeres a Estados Unidos? –pregunto a Villa.
–A San Diego, Houston, Atlanta, Chicago y Nueva York, particularmente Queens. Existe una investigación en curso en Dakota del Norte por los pozos petroleros que perforan y demandan mucha mano de obra masculina. Los trabajan por periodos largos y son sexualmente atendidos por mujeres latinas, muchas llevadas ahí por la red de tlaxcaltecas. También existen referencias de lenones de Tenancingo en Colombia.
En este momento, funcionarios de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal estiman la existencia de medio centenar de proxenetas operando en la Ciudad de México, en su mayoría originarios del sur de Tlaxcala.
Las autoridades han modificado su postura ante el problema de manera reciente. Una autoridad local, de la que depende el otorgamiento de permisos para el funcionamiento de cantinas, loncherías y hoteles, puede enfrentar el escándalo político ante situaciones de corrupción que antes tenía bajo control. La respuesta ha ocurrido también gracias a la presión de organizaciones como la de Villa, que ha ayudado a 150 mujeres a dejar las calles.
En el asilo ubicado al sur de la Ciudad, vive una decena de mujeres rescatadas y participantes de un programa integral enfocado a la recuperación de su autoestima, su seguridad y su vida. Se trabaja con ellas para reinsertarlas a un modo de vida productivo, digno y seguro. Se les ayuda a recuperar su historia académica o diseñar un plan de vida. La idea es darles herramientas para que puedan afrontar las necesidades, puedan seguir adelante y mantenerse seguras.
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Gloria
Fue llevada y traída de Tijuana a Nueva York agazapada en el asiento trasero del auto de su padrote y del padre de este, también padrote. Quiso huir allá, en Los Ángeles, luego de que la encerraran durante fines y fines de semana en una casa llena de migrantes ilegales a quienes se cobran 10 dólares por contacto. Quiso escapar, cuando se supo en Queens y en la compañía de un policía blanco y de aspecto decente que, tras conocer la petición, la hizo del conocimiento de sus esclavizadores.
–Aún no hay detenidos –suspira.
–¿Y tú sabes o tienes alguna idea de que siguen en lo mismo?
–¡Oh, sí, yo sé dónde están! Sé dónde los pueden encontrar pero aún no se ve nada de lo que pasó. Mi declaración está en Tijuana y hasta ahorita por esto de la política no se ha podido hacer una declaración aquí. Miguel, el hombre que me prostituyó, debe estar en San Miguel Tenancingo y si no, aquí en la Ciudad de México.
–¿Los padrotes de Tlaxcala también explotan a las mujeres de Tlaxcala?
–En la vía corta de Santa Ana Chiautempan, hay muchos lugares. El Contrafuego, el Cadillac, el Caballo de Hierro, el Conde, el Nueva York, la Media Luna, el hotel Speed. Ellos, los padrotes, están ahí. Esos lugares no cierran… están abiertos de las ocho de la noche a las seis de la mañana todos los días, sea lunes sea el día que quieran ellos van, y gastan el dinero que las muchachas les dan y van a capturar a otras.
–¿Alguien tiene una idea de cuántos padrotes hay explotando mujeres?
–¡Ufff! No existe nada de censo. En mi caso está el papá, el hijo, el otro hijo, los primos, el primo del amigo, el amigo del primo, el primo del primo. Yo los vi, en los días de carnaval, matándose o apostándose a las princesas, así llamadas porque les dan más dinero. Las presumen en el pueblo como sus esposas. Pero no. Son las princesas.
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Mónica
La muchacha sollozó.
–Cuídame. Eres mi marido.
–Yo no soy tu marido, yo soy tu padrote –reviró él.
“Un día en que él no estaba en el Distrito Federal, fui a las computadoras. Entré al internet y puse la palabra ‘padrote’. Entonces dije: sí, es mi padrote”.
–¿Aspiran las chicas a casarse con sus padrotes? ¿Ese es el sueño? –pregunto a la muchacha.
–Sí. Ellos siempre dicen: eres la única, nena, no tengo más te lo prometo, tú eres la única y a ti te quiero. Cuentos –dice con gesto agrio de mujer de 200 años. No tiene ni 20.
–¿Qué te prometió?
–Que estaría bien, que no me faltaría nada, que me quería, que era muy bonita, que se casaría conmigo. Yo estudiaba psicopedagogía educativa y le decía: es que estudio y no quiero irme… Pero me fui… Me dio el nombre de Jorge. Su verdadero nombre es Saúl Herrera Soriano. Me dijo: tú eres linda, tú eres bonita, tú eres todo.
–¿Él no era de Veracruz, como tú?
–Es de Tenancingo, Tlaxcala, de donde son todos los padrotes. Cuando llegué al DF me di cuenta del engaño. Al tercer día me pidió salir por comida. Fuimos a Puente de Alvarado, por el Metro Revolución. Había varias chicas paradas y ahí, entre ellas, me dejó.
“Le dije: yo no quiero trabajar así, si quieres yo trabajo en otra cosa, no quiero, no quiero. Entonces me dice: ¿ah, sí? ¿Y de qué vas a trabajar si ni siquiera papeles tienes? Entonces yo le dije que debía haber algo más para mí. Ya te dije que no, además tú no vas a hacer lo que tú digas, aquí vas a hacer lo que yo diga. Quédate sabiendo que para que eso te traje. Me obedeces o vales madres. Y fue así como yo me resigné y ya”.
–¿Dónde te paró?
–En la calle de Sullivan. Me llevó la ropa: faldas cortas, blusas sin tirantes, ombligueras, tacones altos. Ahí cobraría 500 pesos. Una madrota me enseñó todo. Esa noche usé minifalda negra con blanco, top y zapatos negros altos con piedritas brillantes. Era septiembre y en la noche ya hacía frío. Cuando llovía fuerte el paraguas no me alcanzaba a tapar toda. Me dijo que sólo sería por un tiempo, que sólo en lo que terminaba su casa en Tenancingo. Pasaron días, meses y gente que me veía llorar, los clientes. Sólo uno de ellos me dio el dinero y no me hizo nada.
“Pasaba mucho tiempo en el gimnasio. Levantaba pesas. Me partió la madre y luego me llevó a trabajar así, golpeada. Durante los dos años que me tuvo presa, así no pudiera ni caminar así me llevaba a trabajar. Nunca me dejó los ojos morados. Tan menso no era para golpearme en la cara. Lo hacía en las costillas y el estómago”.
–¿Cómo era la casa de Tenancingo?
–Su casa es muy bonita. Tiene forma de castillo. Los cuartos son muy grandes. Es de tres pisos. El cuarto de él está decorado con una corona arriba. En una ocasión me dijo: “Tiene una corona porque ahí vive el rey”. Y él era el rey. Se miraba todo el cuerpo en el espejo. Cambiaba de posiciones. Se desvestía y se veía en el espejo. Se veía más a si mismo que a mí –finalmente ríe–. La casa de su mamá también tiene tres pisos.
–¿Qué bebidas tomaba?
–Tequila del bueno… Whiskey. Vestía Armani, Hugo Boss… no sé…. Compraba en el Palacio de Hierro, Liverpool, Fábricas de Francia. Todo, todo era de marca: tenis, pants, gorras y playeras con brillitos. Cuando, según él, vestía más formal, se ponía zapatos negros bien bonitos, y saco de marca bien bonita… Yo creo que eso era cuando salía a conquistar.
–¿A tus carnalas? –en el argot así se indica la relación de las mujeres sometidas por el mismo hombre.
Sonríe, mira hacia sus zapatos. Entrelaza las manos en el regazo.
–¿De qué hablaban tú y él?
–Nunca me preguntó cómo estaba, qué sentía. Sólo me preguntaba cuánto dinero tenía. Siempre era él, siempre fue él y sólo él.
–¿Cuánto dinero te dejaba?
–Doscientos pesos semanales para mi comida, para comprar mis cosas de aseo personal y llevar mi ropa a la lavandería. El cuarto de huéspedes tenía una cama muy fea, un colchón muy duro y con manchas de orina. Las cobijas no calentaban. El baño era compartido con todos los huéspedes que vivíamos en la parte de arriba del edificio.
–¿Eran distintos los otros padrotes?
–En Sullivan, conocí a ocho o 10 padrotes más. Todos están cortados con la misma tijera. Todos son de Tenancingo o de los pueblos alrededor.
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Jaime
Un padrote de la vieja escuela taxcalteca queda marcado para esclavizar mujeres desde su primera bocanada de aire. Cuando el niño predestinado nace, la familia serena su cordón umbilical durante un ciclo lunar completo. Mientras esto ocurre, el pene del recién nacido no se lava ni se limpia. Al cabo de un mes, la grasa blancuzca acumulada entre el prepucio y el glande es removida para luego ser untada en el ombligo del niño en medio de una limpia. Su destino está sellado.
“Así como el ombligo estableció la dependencia del niño hacia su madre, porque se alimentaba a través de él, el rito genera dependencia de las mujeres al hombre a través de su pene”, explica Jaime Montejo, activista con la mayor experiencia sobre el fenómeno en el terreno, en el corazón de La Merced.
¿Cuándo comenzó la tradición la conversión de mujeres en esclavas sexuales?
Jaime Montejo recuerda el sistema de tributación azteca impuesto a los tlaxcaltecas. Remite a las Guerras Floridas y la consecución de mujeres como artesanas, esclavas o sacrificables. El paso de Hernán Cortés por la región y la colaboración tlaxcalteca a su favor pudo recrear la dotación de mujeres ya con meros fines sexuales.
Montejo es cofundador de Brigada Callejera, ONG que desde hace 20 años ha enfrentado en calles y tribunales a proxenetas, que estableció una estrategia desde hace dos décadas de distribución de preservativos entre las sexoservidoras y que mantiene mediación entre menores de edad y mujeres y autoridades para su rescate. Jaime sabe de lo que habla. “En Tenancingo los niños no sueñan con ser bomberos, pilotos o futbolistas. Sueñan con ser tratadores de mujeres”, enuncia. Así, la trata es un oficio valorado en Tenancingo por encima de cualquier otro. El estatus en el pueblo se consigue si se tiene un ramillete de mujeres prostituidas.
“Los padrotes aportan para las fiestas patronales del pueblo, colocan presidentes municipales, diputados locales, diputados federales, policías… Son empresas más allá de una familia. Son cárteles, son transnacionales”.
Montejo dice que hace 50 años que los padrotes tlaxcaltecas generaron un cambio en el sistema de negocios y convirtieron la industria en asunto de familia. El caso más prominente fue el de Lázaro El Zacatero, histórico padrote de La Merced en los años 70 iniciado por su madre. Era propietario de una cortinita en que vendía zacates, pero esta era una cubierta. Su negocio era el hotel El Avión, destruido en el temblor de 1985. Cuando escarbaron para construir departamentos encontraron huesos de mujeres y bebés.
Hasta 2007, el censo oficial consideraba la existencia de 3 mil sexoservidoras en La Merced laborando en diferentes turnos y principalmente en Anillo de Circunvalación y Jesús María. Tras el inicio de los operativos en ése año, estima Montejo, el número de mujeres se redujo a la mitad, pero no necesariamente a favor de sus condiciones de vida y trabajo a la vez que la trata como tal no ha desaparecido.
“¿Sigue habiendo menores de edad? Sí”, se pregunta y responde Montejo. “¿Les vale madre a los hoteleros? Sí. ¿Quién los protege? La policía delegacional de Venustiano Carranza, la Secretaría de Seguridad pública del DF, policías ministeriales del DF”.
–Y de estas 1 mil 500 mujeres, 3 mil mujeres antes, ¿qué porcentaje estaban sujetas a explotación de hombres de Tenancingo?
–Cuando se censaron 3 mil mujeres en la Merced había un grupo de mujeres independientes. No pasaban de las 700.
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Lorena
Dice que puede ser odio, miedo o amor. Más bien parece esto último cuando Lorena, de 76 años, habla de Arturo, su hombre y padrote desde 1947, cuando apareció para arrancarla de su otra vida, la que ya no fue.
Hace seis décadas Lorena ya estaba dada en matrimonio. Pero le gustó Arturo desde que lo vio caminar en un parque de Morelia. Ellos daban la vuelta en sentido contrario al de ellas. Se miraron y se salieron del circuito para platicar.
Arturo no era cualquier hombre. Era el cuñado de una prima suya, Guadalupe, quien ya vivía en la ciudad de México. “De Arturo me encantaron sus grandes ojos aceitunados. Son azules o verdes dependiendo de la camisa que traiga puesta. Y su cuerpo. Me dijo que se había enamorado de mí; era tan guapo y le creí”, dice más de 60 años después, en un albergue para ancianas prostitutas.
Cuando Lorena se enamoró tenía 12 o 13 años y Arturo sólo necesitó una semana para seducirla y traerla al Distrito Federal, en donde él decía trabajar de chofer y prometía construirle su casa.
Ya no regresaría a Morelia. En semanas, el sabor de las fresas y las obleas con cajeta se evaporarían. En el DF, Arturo la acomodó en casa de sus padres y la reunió con Guadalupe. La primera sorpresa fue que habría de trabajar.
No pasaría un mes antes de que su prima iniciara su instrucción.
–Te tienes que pintar como yo –le dijo un día la muchacha con gruesas sombras sobre los ojos y la boca incendiada de rojo–, te tienes que parar donde yo te diga. Se te acercará un hombre y te preguntará que cuánto el rato.
–¿Qué voy a hacer? –dudó Lorena.
–Irás a un hotel. Nada por detrás, nada por la boca ni de que tocan. Nada de hablar con él ni de contestarle preguntas. Sólo te encueras de la cintura para abajo y la posición es normal. Si quiera otra, se la cobras.
–¿Pero por qué le voy a cobrar?
–Por dejarlos que se te suban como tu marido.
Guadalupe era prostituida por el hermano de Arturo. Ella misma le explicó que diario habría de reunir una cuenta, una cuota fija. El resto se lo podría quedar. Lorena, a quien la indignación le apretaba el cuello, corrió hacia Arturo y se enfrentó.
–¡Cómo puedes querer que me hagan eso! –le reclamó.
Lorena no recuerda las palabras de respuesta, pero sí que ese día supo de la furia de Arturo y de la solidez de sus puños sobre la cara. Se rindió casi para siempre. Sólo vieja, ya con los ojos convertidos en dos agujeros de miedo, se atrevería a huir.
De aquel primer día sólo guarda el dolor de sus pies parados horas y horas en la Plaza de la Soledad. De entrar Nunca caminó por las calles, nunca vio las luces de Nueva York. Junto con las demás mujeres era trasladada del departamento en el que dormía a la casa de citas y salir por los mismos cuartos por los que entraban y salían las otras esposas de su esposo.
También recuerda que creció y se convirtió en La Piernas de Oro, belleza premiada por Arturo con un viaje a Nueva York. Y la llevó a la urbe de los rascacielos, pero a trabajar.
Durante tres o cuatro meses atendió hasta 30 hombres en un solo día. El resto de las mujeres –chilenas, argentinas, mexicanas e italianas– estaban en la misma condición. Los clientes eran blancos, negros, hispanos, orientales.
“No me ayudaba ser bonita”, se lamenta. Sólo podía imaginar la textura de los dólares ganados en la jornada. El mundo allá afuera, de donde venían los hombres que cada 15 minutos hacían más rico a su marido, siempre fue un misterio.
Nunca caminó por las calles, nunca vio las luces de Nueva York. Junto con las demás mujeres, era trasladada del departamento en que dormía a la casa de citas. Cuando el mercado de la prostitución la descubrió vieja, fue suplida por “carne fresca” y la mandaron a un callejón de Tijuana.
En esa época, Lorena era custodiada por su prima Guadalupe. Años después, Lorena misma cuidaría que otras mujeres de la familia de su padrote salieran bien pintadas e instruidas. Que no se escaparan.
Cuando el paso de sus cuatro hijos abultó de manera irremediable su vientre, Lorena fue “descendida” y rotada por Chihuahua, Querétaro y León.
Hasta regresar con los mismos adoloridos pies de tanto ir y venir por todos lados a la Plaza de la Soledad, sola con Arturo.
Huyó de él hasta hace año pocos años, cuando despertó con un cachazo en la cabeza y sin un peso en la bolsa, porque hasta entonces no dejó de pasarle cuenta a su proxeneta.
“Después de todo, no sé si lo quiero o le tengo miedo. En verdad, es muy guapo. Nunca ningún hombre me hizo el amor como él, aunque nunca me dio caricias sinceras”. Y con los demás, resume, después de un tiempo ya no sientes nada: “No sé si algún hombre sea diferente, sólo que siempre lastiman el corazón”.
Lorena ya no es gobernada por un padrote. Vive en una casa de retiro llamada Xochiquetzalli, un lugar para mujeres prostituidas a las que la vejez alcanzó en la calle. En ese sitio tienen techo y comida, pero nada más.
“Tuve un cliente que me visitó cada martes durante 40 años, Emilio. Luego de un tiempo ya no se me subía, sólo quería hablar. Luego ya ni hablar. Sólo se volteaba, se me repegaba y se cobijaba con mi brazo. Un día dejó de venir. Supongo que se murió. Nunca supe su apellido”.
A sus 76 años, Lorena va y viene por las calles de La Merced, en los alrededores del mercado de ropa de Mixcalco. Viste sus medias gruesas color natural. No conoce otra manera para vivir. No hay otra manera.
“¡Pssst, pssssst”!, llama la atención de algún hombre. “Te hago un francés en 20 pesos”, oferta.
La Piernas de Oro logra atraer dos o tres hombres por quincena a algún hotel que no se desploma porque el polvo sostiene las paredes.
“Lo que gano lo ocupo en mis medicinas, en mi jabón y en mi cepillo de dientes”. *