Ciudad de México, 6 de septiembre (SinEmbargo).– “Enseñar la explotación de la tierra, no la del hombre” es el lema de la Universidad Autónoma de Chapingo (UACh), que tiene sus orígenes cimbrados en la Escuela Nacional de Agricultura, fundada en 1854. Es una de las instituciones con más renombre en el campo de la agronomía y se distingue por el trabajo de vinculación que profesores y alumnos realizan con la gente del campo, y por lo tanto reconocen las principales problemáticas por las que el sector atraviesa.
De acuerdo con su actual Rector, el doctor José Sergio Barrales Domínguez, los productores nacionales tienen de frente distintas problemáticas: el calentamiento global, la entrada de semillas transgénicas y el olvido gubernamental. Ante esto, la Universidad de Chapingo implementado diversos programas e iniciativas para que el conocimiento generado en las aulas, pueda servir en la práctica.
Desde la perspectiva de Barrales Domínguez, leyes e instituciones para apoyar a los agricultores hay, lo único que hace falta es que se activen y se pongan en práctica bajo una óptica de valorar a la gente y entender cada una de las problemáticas que aquejan a todos los productores, grandes, medianos y pequeños, ya que cada uno tiene necesidades y propósitos diferentes.
En el caso concreto de los productores de maíz, el 85 por ciento lo hacen en no más de siete hectáreas. Aunado a esto, las políticas gubernamentales asistencialistas y de apoyos económicos sólo sirven para la manutención de las familias y no para invertir en las actividades agrícolas, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Para organizaciones campesinas y de especialistas del sector agropecuario, el abandono deliberado al que están sometidos los pequeños productores proviene de la puesta en marcha de la política neoliberal en México y, concretamente, con la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) en 1994, que trajo consigo la focalización del mercado en grandes empresas y el olvido de la base productiva.
El Rector de Chapingo dijo en entrevista para SinEmbargo que los gobiernos deben atender al campo mexicano pensando también en los problemas de salud pública que se han generado a partir del descuido a los pequeños productores, ya que gente de las comunidades que la UACh ha visitado, ha detectado serios problemas de salud, derivado del alto consumo de alimentos chatarra que se venden sin ninguna restricción.
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–¿Las estructuras gubernamentales tienen la fortaleza para enfrentar los retos del cambio climático y en consecuencia las modificaciones en los medios de producción de los campesinos?
–El problema no son las estructuras gubernamentales. El modelo que tenemos no es viejo, sólo le hacen algunas modificaciones y actualizaciones. Se han hecho leyes para atacar diversos problemas en el país, pero el problema real es que no se actúa. Tenemos leyes, tenemos instituciones, pero lo que falta es que quienes las liberan, tengan muy claro el papel que cada uno debe desempeñar. No creo que sea una cuestión de estructura, sino más bien es la dependencia que se tiene de las políticas internacionales. Se tiene que analizar realmente lo que está pasando en el país y actuar para resolverla, porque lo que veo es que mucho de lo que se hace viene del exterior: Procampo, son programas que hay en otros países, iguales, sólo con otros nombres. Son programas muy similares y todos los países que hacemos caso de esos ejemplos, compartimos la pobreza, la improductividad y toda una serie de problemas que nos aquejan.
–Ante esto, ¿cuál es la labor de la Universidad de Chapingo?
–Chapingo tiene cuatro funciones sustantivas: educación, investigación, servicio y difusión de la cultura.
En educación, lo que promovemos es que todas las corrientes de pensamiento se expresen, por lo que son los profesores quienes proponen las materias. Hay estructuras donde todo mundo analiza la propuesta y al final puede aprobarse. No es una política desde rectoría, sino que surge de abajo hacia arriba. En investigación hay algunas líneas estratégicas que van planteadas desde la autoridad, pero también muchas de las investigaciones no están aterrizando en campo, así que ahora identificamos investigaciones que nos puedan ofrecer la solución de algún problema en el campo. En el caso de investigación está muy bien generar conocimiento, pero sobre todo conocimiento que nos lleve a solucionar un problema muy concreto en el campo. Lo que hacemos, en primera instancia es acercarnos con organizaciones campesinas o con campesinos a nivel individual, porque recobramos el papel de que la Universidad de Chapingo debe estar cerca de ellos, para ver de qué manera contribuimos a solucionar los problemas del campo.
Ahora ante este problema de que hay muchos pobres, que muchos no alcanzan a alimentarse completamente, que hay problemas de salud pública para los consumidores, nosotros tenemos que ir pensando en cómo vamos a contribuir a que se generen sistemas de producción mucho más efectivos desde el punto de vista agrícola y que nos de mucho más calidad en el alimento, que sean sanos; que si hay excedentes puedan salir al mercado, tengan un ingreso para ellos y que mejore su nivel de vida. A grandes rasgos, es eso a lo que aspiramos.
–En este terreno de la práctica, ¿cuáles son las problemáticas más fuertes a las que se han enfrentado?
–Cada productor es diferente y la producción puede darse incluso en mil metros cuadrados. Entonces, a un productor ¿podemos pedirle que viva con una producción que salga de esa porción de tierra? Es muy complicado. Al observarlos, uno se da cuenta que tienen esquemas interesantes. A como vamos creciendo, cada productor tiene una diferente empresa. Una agricultura familiar pueden ser hasta 20 hectáreas, ellos ya son una unidad productiva, donde quien la administra es una familia, y así ya puede decidir qué y cuánto puede producir. Es una abanico y cada uno tiene necesidades diferentes.
El Rector explicó que la idea es ayudar a los pequeños productores, pero en realidad hasta con los ricos tienen trato, pues también tienen propuestas aunque siempre quieren propuestas para que sus productos y cultivos les reditúen la más alta ganancia. Ese es su enfoque, van sobre la cuestión del mercado y todo lo que exige el nuevo mercado en donde lo que manda es el dinero.
–Esta es una crítica muy constante que se le hace a la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), que el trato que da a los grandes productores, es muy diferente a la que se les da a los pequeños.
–La agricultura pequeña no es sujeto de apoyos. Simplemente las reglas gubernamentales los desplazan en automático, sólo con que les pongan como requisito el tener un tractor y que cuenten con el 50 por ciento de la inversión, ¿qué pequeño productor podrá cumplir con eso? Con ese tipo de medidas se van desplazando a las personas. Chapingo también propuso que los pequeños productores deben ser sujetos de apoyos para el campo, porque aunque no generaría una entidad productiva, habría que valorar quién está ayudando a conservar el recurso genético, y aquellos que en sus sistemas de producción tengan la mayor diversidad, habría que darle un apoyo económico para sacarlos adelante. Pero en resumen, eso no sucede y los recursos siguen en manos de las unidades productivas altamente capitalizadas.
EL GOBIERNO ANTE TRANSGÉNICOS
–En este tema de la siembra de maíz transgénico, cómo considera la postura del gobierno, que por un lado se niega a dar información sobre el caso, pero en el campo las denuncias indican que ya entraron.
–La Unesco considera la comida mexicana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Le da el reconocimiento de alto valor cultural a la comida, pero en el documento se señala que no sólo se reconoce la diversidad de comida, sino que como país está obligado a conservar que la elaboración de la comida se haga de acuerdo a su materia prima y utensilios. Desde ese punto de vista, no se debe estar discutiendo si el maíz transgénico entra o no. [Felipe] Calderón [Hinojosa, ex Presidente de México] se puso contento cuando recibió el reconocimiento. Yo pensé: “¿sabrá lo que está festejando este cuate?”. Porque eso obliga a que no entre ningún maíz de tipo transgénico, al contrario, se debería fomentar la producción de maíces criollos que son los ingredientes de esa comida que la gente ha desarrollado a lo largo de los años.
No puede entrar el transgénico, hay que tenerlo claro. Si se permite la entrada de esos productos, una hectárea que se siempre con ellos, es la pérdida de otra hectárea que tiene maíz criollo. Cubrir la tierra mexicana con maíz transgénico, es destruir al maíz nativo.
Esto es una cuestión de control económico. Si logran meter los transgénicos, van a destruir una enorme cantidad de materiales criollos y cuando se vea que no fue la panacea como se dijo, ¿de dónde se sacarán las semillas? De los bancos internacionales, porque nosotros ya no tenemos. Además, es la destrucción de las áreas agrícolas, no habrá forma de conseguir una semilla criolla y quienes estarán listos serán los transgénicos, así que habrá una dependencia económica y alimentaria , porque habrá que comprar semillas año con año.
–Entonces, se trata de un doble discurso en el que se apoya al campo, pero por otro se abre la puerta a estos productos.
–Sí, porque es un negociazo. Monsanto ha declarado que ellos necesitan recuperar su inversión, entonces, lo que han gastado en investigación para generar transgénicos, necesitan recuperarlo vendiendo sus semillas. [...] En otros países les están cerrando las puertas, pero aquí parece que deseamos que entren. En Estados Unidos y Argentina, sus maíces transgénicos tronaron, a pesar de que dicen que eran muy resistentes a la sequía.
–¿Qué pasa con el factor cultural que tiene para las comunidades mexicanas su modo de producción y su alimento?
–El problema es que muchas de las políticas que actualmente se ejecutan en México son generadas en otros lados. Ellos no ven a los pequeños productores como algo propio del país, incluso quisieran que desaparecieran.
Lo que ha faltado es que el Gobierno federal realmente entienda que la gente de campo vale. La idea de darles dinero para que sobrevivan está muy bien, pero cuando se acabe la fuente de billetes, ellos serán los primeros que van a pagar el plato. Ahorita ya tienen problemas serios con su salud. Los problemas de salud pública ya son muy fuertes, mucha gente joven se está muriendo. Los diabéticos se van de 30 o 40 años; niños con cáncer. Todo esto debido a que la alimentación se ha trastocado. Si el gobierno observara de manera justa la situación, tendría que tomar decisiones como la prohibición de la comida chatarra; no sólo en las escuelas, sino también en las comunidades. Podría promover unidades familiares que produzcan alimentos y buscar la formar de que se distribuyan ahí mismo en el pueblo. El gobierno debe entender que eso incrementa sus costos en salud pública con más hospitales y más enfermos. Es un problema serio. Ojalá valoraran a la gente.
–¿Estamos entonces en un país donde hay muchas leyes, pero ninguna se concreta en la gente?
–Así es. Leyes tenemos un chorral. Yo he colaborado en la elaboración de muchas. Con la implementación del derecho a la alimentación en la Constitución, muchos diputados, sobre todo del Partido Acción Nacional (PAN), dijeron que no estaban de acuerdo con darles de comer gratis a las personas. Nosotros les dijimos que no se trataba poner comedores por todos lados y que la gente vaya, sino que se generen fuentes de empleo para que se obtengan buenos ingresos, para que así la gente pueda decidir sobre su alimentación. Pero no pasó. Bueno, ahora se tiene que cumplir la ley y producir alimento suficiente, inocuos y nutritivos. Esa ley está de punta, pero hace falta hacerla.