Por Karla Motte
Desde la época prehispánica, en los tiempos del dominio mexica, la plaza principal ha sido el espacio central del ejercicio de los poderes. El nombre que tomó se modificó a lo largo del tiempo: fue Plaza de Armas, Plaza Mayor, Plaza Principal y, finalmente, Plaza de la Constitución, en alusión a la Constitución de Cádiz de 1812; aunque se le conoce popularmente como “Zócalo”, por la base que en 1843 fue colocada para instalar sobre de ella la columna de la Independencia, la cual finalmente nunca llegó y dejó un espacio vacío que le dotó ese nombre.
Los grupos nahuas que, según se ha narrado en su concepción mítica, llegaron desde Aztlán –“lugar de garzas”- se establecieron en el lugar en donde observaron los símbolos marcados por su deidad: un águila que devoraba una serpiente. El islote fungió como el espacio donde establecerían una nueva civilización y erigieron su Templo Mayor, espacio que simbolizaba el ejercicio del poder, como una imbricación de lo político y lo religioso. A la llegada de los españoles y con el proceso de conquista, esta área central por su especial simbolismo, fue rápidamente modificada aunque respetaron algunos elementos arquitectónicos. Así, la plaza central fue conservada pero en el lugar del Templo se erigió el nuevo edificio que conjugaba al poder virreinal y sintetizaba a la religión y al poder: el sagrario y la catedral.
La nueva arquitectura se basó en los antiguos calpullis indígenas, pero se añadió el esquema de cuadrícula tal como se estilaba en la Península. Además de los templos católicos se construyó el Palacio Virreinal, hoy Templo Mayor, que desde entonces resguarda al gobierno y en el lado poniente se instaló el Portal de Mercaderes, lugar de comercio. En 1692, debido a un incendio provocado por un motín popular, el antiguo Palacio del Ayuntamiento fue parcialmente destruido y tres años después el virrey Gaspar de la Cerda y Mendoza ordenó que se construyera sobre la Plaza un Parián para albergar a los comercios. Éste permaneció en funcionamiento hasta 1828, cuando ocurrió un nuevo motín en donde fue saqueado. Tanto el Portal como el Parián, caracterizaron a la Plaza como un espacio de intercambios comerciales durante muchos siglos.
En la segunda mitad del siglo XVIII, en una serie de remodelaciones impulsadas por el virrey Revillagigedo, la Plaza Central fue re pavimentada. Durante estos arreglos fueron hallados dos grandes monolitos: la Piedra del Sol, y Coatlicue. Ambos fueron conservados y actualmente pueden ser observados en su magnificencia en el Museo Nacional de Antropología. Una añadidura significativa en este periodo, fue la colocación de la estatua ecuestre de Carlos IV, mejor conocida como “El Caballito”, que permaneció un breve periodo entre 1803 y 1823 , debido a que en tiempos de la independencia la figura del monarca era una representación del poder que se combatía.
Antonio López de Santa Anna, en 1843, cambió radicalmente la imagen de la Plaza al quitar el Parián y colocar vegetación y fuentes. Además con el proyecto inconcluso de colocar el Monumento a la Independencia, este lugar adquirió el nombre con el que se conoce hasta el día de hoy: Zócalo. A inicios del siglo XX lucía muy similar, con un jardín central que era rodeado por viajes constantes de tranvías. El comercio en la zona, aunque en diversos momentos ha intentado controlarse o eliminarse, finalmente siempre ha existido y sería hasta mediados de siglo, en 1958, que el Zócalo adquirió la arquitectura abierta que conserva hasta la fecha, con la eliminación de sus jardines.
El Zócalo capitalino es un espacio que históricamente ha acogido los poderes, y brindado un espacio para la manifestación de la situación del conjunto social que le rodea, tanto con júbilos como descontentos. Es el corazón de la capital del país, y un espacio que sintetiza un pasado histórico latente tanto en su ambiente como en su arquitectura.
Publicado por Wikimexico / Especial para SinEmbargo