Ciudad de México, 6 de mayo (SinEmbargo).– Las corrientes políticas (llamadas “tribus”) y las personalidades del Partido de la Revolución Democrática (PRD) han sido descritas como uno de esos matrimonios en los que, a la hora de la comida, cada uno hunde la mirada en su sopa para no ver la cara que tanto desprecia: la del otro.
Ya hasta el odio va en retirada.
Los perredistas llegan así a su aniversario número 24.
Lejos, muy lejos, quedaron los años en que casi con candidez los hombres y las mujeres que huyeron de las peores prácticas priistas, que sobrevivieron al Estado depredador de la disidencia, que surgieron de la organización social o los formados en la discusión profunda y crítica de las universidades se reconocieron como iguales y decidieron caminar juntos y de la mano.
Las guerras tribales convirtieron al partido en un saco lleno de gatos rabiosos. De vez en vez, casi siempre alrededor de las nominaciones para la candidaturas o el relevo de la dirigencia nacional, el bolso se agita. De vez en vez, casi siempre alrededor de una elección de una elección presidencial, el encierro se enfría y permite un grado razonable de colaboración.
Quizá ya no. Los idealistas sufren un acelerado proceso de extinción ante quienes entienden las grandes ventajas de alinearse con el poder o, desde su lógica, pactar a favor de México.
¿Faltan metros, centímetros para el abismo?
Quizá ya nada.
No lo dice cualquiera. Lo señala Alejandro Encinas, ex Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, aspirante a la dirigencia nacional del partido y hoy Senador de la República.
“Al cumplir 24 años, el PRD llega en su peor momento, en el fin de un ciclo. Lamentablemente no sólo se ha desdibujado su perfil político-ideológico, sino que carece de las características básicas de un partido con organicidad, vida institucional, liderazgos claramente reconocidos e iniciativa política”, confiesa.
“El PRD debe entrar en un proceso de reconstrucción de fondo o se convertirá no solamente en una fuerza marginal, sino en un ente que girará de nueva cuenta en torno a la órbita del Presidente de la República y no del electorado al que dice representar”, expone Encinas en entrevista con SinEmbargo.
–El PRD parece un matrimonio con muchos casorios y muchos divorcios– se le comenta.
El político sorbe su café expreso cortado doble.
–Como todos los matrimonios. Hay tiempos de confrontación y otros de entendimiento. En la política se debe tener claro que cuando la aspiración es la transformación es necesario hacerlo con gente con la que hemos tenido diferencias.
–¿Todo por los niños?
–Hay que cuidar al niño.
–¿Aunque duerman dándose la espalda?
–Aunque duermas en cuartos separados.
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Actualmente, el PRD es surcado por 10 corrientes de pensamiento o tribus. Quizá haya otro tanto de grupos internos extinguidos o incorporados. Encinas tiene la particularidad de no pertenecer a ninguno de estos grupos. Tampoco proviene del PRI ni participó en las negociaciones aliancistas con el PAN cuando este partido aún gobernaba el país.
Encinas profundiza el diagnóstico. El PRD dejó de ser una federación de distintas corrientes políticas a “una sociedad mercantil” en que todo está sujeto a la negociación entre “los socios” de acuerdo al número de acciones que tienen entendidas estas como el número de consejeros políticos, el número de dirigentes estatales y nacionales, el número de diputados, el número de regidores municipales.
El permanente regateo político impone la elusión de los temas centrales. El caso extremo ejemplificado por el legislador remite al pasado Consejo Nacional perredista en que se resolvió obviar de la agenda de debate el Pacto por México, la alianza coyuntural del partido con el gobierno federal, el PRI y el PAN, convenido contra el extrañamiento de buena parte de la militancia.
–¿La búsqueda de la Presidencia de México también ha ocasionado esta fragmentación?
–Sin lugar a dudas. Primero, tiene que ver con el deterioro de nuestra vida institucional, donde las prácticas ilegales se convirtieron en rutina y nunca fueron sancionadas. Hablo de la impunidad que permitió el fraude en la distintas elecciones internas, desde la contienda entre Amalia García contra Jesús Ortega hasta en la que yo contendí por la presidencia del partido (también contra Jesús Ortega, ganador oficial) en 2008, cuando existe el momento de inflexión en que el Estado decide quién dirige al PRD.
“La crisis se profundizó y los grupos interés se repartieron las posiciones y prerrogativas del partido; fue un acuerdo con Felipe Calderón en que intervino el priista Manlio Fabio Beltrones. Es la primera vez, desde la reforma política de 1977, en que el Estado decide la dirección del principal partido de oposición de izquierda. Ese compromiso lleva a pagos de favores que ahora estamos viviendo”.
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La próxima transacción previsible para Alejandro Encinas en el partido son los amarres entre corrientes para la designación de candidatos en los comicios locales en 14 estados del próximo 7 de julio. La fecha guarda interés para el PRD porque el listado incluye Oaxaca, Puebla y Sinaloa, estados en que el los perredistas se aliaron con panistas a pesar del abierto desacuerdo de Andrés Manuel López Obrador.
Encinas también fue crítico de esas coaliciones que, en los hechos, poco han reportado a favor de la agenda perredista en esos estados.
“El partido no sólo ha perdido su presencia territorial en los gobiernos municipales, sino que también los gobiernos del PRD han perdido la iniciativa y se han desdibujado. Hoy no vemos ningún municipio ni entidad gobernada por el PRD un sello propio o una iniciativa que lo diferencia del gobierno federal. Por el contrario: se reproducen los viejos vicios de supeditación al ejecutivo en aras de tener las participaciones federales y los recursos que discrecionalmente asigna el ejecutivo federal”.
Durante muchos años, apunta, el discurso ideológico del priismo que se decía descendiente de la Revolución Mexicana colocaba en la subversión toda órbita que no girara alrededor del Presidente.
“Es la misma lógica que hoy se reproduce. El PRD y el PAN se han convertido en la fuente de legitimidad del gobierno de Peña Nieto. Y todo aquello, desde la lógica de la izquierda moderna que no acompañe un conjunto de acuerdos que un sector del partido plantee en torno del Ejecutivo federal, se toma como radical y contrario a los intereses de México y se llega a casos extremos en que la pérdida del perfil político e ideológico empieza a tener rasgos de descomposición.
“Está el caso de Graco Ramírez en Morelos, quien pide la represión a los maestros del movimiento disidente en Guerrero. Que se le dé el mismo tratamiento que a Elba Esther Gordillo a los maestros, porque estos están infiltrados por la narcoguerrilla”, flexiona la voz hacia la sorpresa. “Es lamentable que alguien que se dice de izquierda lo proponga y además muestre que no tiene la menor idea de cuáles son las causas de los fenómenos que originan este tipo de problemas”.
–Con Ángel Aguirre, Gobernador de Guerrero, no parecen muy distintas las cosas.
–Todos los gobiernos del PRD han perdido la iniciativa y no existe claridad. Si se revisa lo que hemos hechos en Oaxaca, en Guerrero, la lamentable experiencia con Juan Sabines en Chiapas. Y en Puebla (con Rafael Moreno Valle) y Sinaloa (con Mario López Valdez) a donde fuimos en coaliciones que no se cristalizaron ya no digamos en un gobierno de coalición, sino tampoco en un conjunto de compromisos políticos que marcaran un distintivo a los gobiernos priistas.
–¿Y que la cercanía de Jesús Zambrano (presidente nacional del PRD) sea mayor con Peña Nieto que con quien fuera su candidato presidencial, López Obrador?
–Hace tiempo que estaban alejados y hace mucho tiempo que Los Chuchos buscaban cercanía con el poder. No es un asunto personal de Zambrano, que a veces me parece un rehén del chuchismo, porque sea como sea Zambrano ha tomado algunos matices que lo diferencian de Jesús Ortega o Guadalupe Acosta Naranjo (los dirigentes inmediatos anteriores), que son el caso más extremo.
“En el PRD tenemos un problema con nuestro núcleo dirigente. Quieren ser parte de esa clase política mexicana. Quieren hablar como ellos, vestirse como ellos, comer donde ellos, tener una imagen como ellos. Esa obsesión por ser parecidos a la gente del poder los ha llevado a distanciarse de nuestro proyecto y de nuestra base social”.
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La alineación con el gobierno federal a la que se refiere Encinas dañará, dice él, aún más la presencia de la izquierda a nivel nacional en un momento en que, luego de 30 años de organización y fusión, atraviesa el momento de mayor fragmentación de su presencia electoral. La idea de Encinas tiene un destinatario, un hombre al que pocas ocasiones ha criticado en público: López Obrador.
“Es necesario reconocer que el surgimiento del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) como partido, que está en todo su derecho y espero que sea exitoso, también colocará en una situación de mayor vulnerabilidad a la izquierda, porque colocará en riesgo el registro de otros partidos que antes fueron nuestros aliados, particularmente el Partido del Trabajo y Movimiento Ciudadano que en algunos casos se irán a los brazos del PRI”.
–Ya lo están haciendo– se le observa a Encinas.
–Las alianzas en Baja California, en Zacatecas; los acercamientos de sus dirigencias estatales con sus gobernadores priistas en aras de mantener su registro, cosa que será muy difícil– continúa el Senador. –En segundo lugar, la fragmentación del voto de la izquierda llevará a que el PRD y Morena disputen un electorado que no rebasará, siendo objetivos, el 20 por ciento de la votación nacional. Independientemente del porcentaje que cada quien obtenga, lo cierto es que regresará a los niveles que teníamos en la izquierda a finales de los años 80 hasta que surgió el fenómenos del Frente Democrático Nacional con Cárdenas de candidato.
“Los fracasos que tuvimos (en las coaliciones con el PAN) en Zacatecas y Baja California dan cuenta de que el Distrito Federal marcó durante mucho tiempo la pauta de gobernar distinto, pero hoy también a perderse esa iniciativa”, lanza el dardo hacia Marcelo Ebrard.
–¿En qué momento se perdió?
–Fue un proceso. Se están cerrando círculos. En el caso del Distrito Federal se cerró el ciclo de una generación de dirigentes de izquierda que llegamos junto con Cuauhtémoc Cárdenas a gobernar en un proceso de innovación y que después de 15 años ha cumplido un ciclo generacional y no nos hemos preparado para un relevo generacional ni en la dirección del partido ni la conducción de los gobiernos.
–¿No crearon nuevos cuadros?
–No se crearon nuevos cuadros. El éxito que tuvo la izquierda al momento de ganar el Distrito Federal fue, al mismo tiempo, la simiente de una crisis que llevó a una generación a dar el brinco sin pasar por un proceso de formación anteponiendo el acomodo y los intereses. Otro signo de descomposición son los alineamientos en los grupos parlamentarios en que la oposición toma la iniciativa de llevar los intereses del PRI.
–¿A qué momento histórico es comparable esta descomposición de la izquierda?
–Encuentro prácticas similares. Después de la reforma política, algunos sectores de la izquierda, particularmente el Partido Socialista de los Trabajadores (PST, del que descienden algunas figuras de Nueva Izquierda, la actual dirigencia del PRD), hacía el trabajo sucio del ejecutivo.
“En 1986, yo era Diputado y el coordinador de nuestro grupo, Arnoldo Martínez Verdugo (del Partido Socialista Unificado de México), se refería a ellos como los “socialistas del Presidente”. Ese año, los diputados del PST justificaron el fraude electoral contra el PAN en Chihuahua al que llamaron “el fraude patriótico” por el que se impedía el arribo de la derecha al gobierno. Paradójicamente, los diputados del PST en aquel entonces eran Jesús Ortega, Graco Ramírez y Miguel Alonso Raya, entre otros.
“Si queremos ver un referente está dado con el Pacto por México y esta lógica de la izquierda moderna que en ocasiones tiene un perfil de colaboración más que de construcción de un acuerdo. Pero existe una diferencia: hoy somos un partido competitivo, de masas, con gobiernos, incluido el de la capital de la República”.
FRIVOLICRACIA
En su número de septiembre de 2012, la revista del corazón Quién dedicó su portado a un político y le otorgó el título de “El soltero de oro”. En la imagen de la tapa, Miguel Ángel Mancera, enfocado en tres cuartos, se muestra relajado, sonriente, con traje azul marino, una mano en la bolsa del pantalón y el saco abierto. Posó sin corbata.
“Es romántico, atlético, poderoso y sin novia oficial. ¿Quién se apunta?”, se lee a su lado.
“Ya conquistó a los votantes del DF. Hoy, mientras vela armas para su siguiente gran misión, el Jefe de Gobierno electo nos cuenta qué es lo que lo derrite en el amor y otras cosas más”, se anticipa en las páginas interiores, en el sumario.
Vale la pena rescatar un par de líneas más de la entrevista ofrecida por Mancera a Quién –antes, Marcelo Ebrard ocupó el mismo espacio editorial al igual que los hijos de Carlos Salinas–, de alguna manera sucesor de Alejandro Encinas.
“¿Y lo que más le gusta de su cuerpo?”, le preguntó Nacho Lozano. “De nuevo, pícaro, revela. ‘Que me responde rápido… En el mejor sentido de la palabra, (es decir) cuando hago ejercicio’”.
La publicación reseñó, entre sus romances, a Federica Quijano, cantante y ex integrante del grupo pop Kabah.
De regreso con Encinas.
–Usted ha hecho una crítica puntual sobre los gobiernos locales de Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Morelos. ¿Y el Distrito Federal?
–Decía que no se preparó el relevo generacional. Hay cuadros jóvenes envejecidos prematuramente. Algunos han tenido un proceso de formación intenso y bueno, me parece que es el caso de Leticia Quezada en Magdalena Contreras. Pero están los otros casos que actúan con el viejo pensamiento de los regímenes políticos que antes cuestionábamos, como Mauricio Toledo en Coyoacán (recurrentemente denunciado por intentos de extorsión), dan cuenta de que el tema no es cronológico, sino de desarrollo y formación ideológica.
–¿Está incluido Miguel Ángel Mancera en su crítica a la adherencia al Pacto por México?
–Él no formó parte de la iniciativa de suscribir el Pacto… Se ha sumado, indudablemente. Bajo esta lógica de todos los gobernadores de cumplir con su responsabilidad institucional. Esto no tenemos por qué discutirlo y desde hace mucho tiempo lo superamos. Cuando yo fui Jefe de Gobierno establecí una relación abierta con Vicente Fox. Tiene uno que cumplir con la responsabilidad.
–¿Y legitimar?
–Es diferente. Una cosa es tener una relación institucional y otra allanarse a ella.
–¿Cuál es el caso de Mancera? La pregunta tiene que ver con el reconocimiento de su gobierno a la interlocución con Rosario Robles.
–Tiene que hacerlo. Creo que Mancera está en el proceso de definición de su propio perfil. No ha logrado frenar los contrapesos que lamentablemente hereda o que ha permitido que subsistan. Algunos contrapesos tienen que ver con el reacomodo de las corrientes. Otro tiene que ver con su equipo de trabajo y me parece que deberá hacer cambios pronto.
“Debe establecer su relación con el gobierno federal, pero no ha logrado acreditar cuál será la diferenciación que tenga. El gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas tuvo una muy clara diferenciación con el gobierno federal. Tan es así que no nos autorizaron techo de endeudamiento un año. Rosario Robles tuvo una clara confrontación con Ernesto Zedillo. Andrés Manuel marcó una tónica absolutamente distinta. A mí me tocó el mayor enfrentamiento y no cedimos un centímetro en una situación paradójica: a pesar del conflicto postelectoral del plantón en Paseo de la Reforma, en esa relación con Fox tuvimos 5 mil millones de pesos adicionales de participaciones federales sin ceder nada. Marcelo tuvo una clara diferenciación con Felipe Calderón. Mancera deberá hacer lo mismo, porque este es un referente de la izquierda a nivel nacional.
–Se insiste en que Mancera es un excelente jurista, pero no un político y que la cercanía con el PRI puede ser arriesgada.
–Creo que el Jefe de Gobierno es importante, pero no lo es todo en la definición de un proyecto político. Si tuviéramos una Asamblea Legislativa más claramente definida y gobiernos delegacionales con iniciativa política, los contrapesos internos serían distintos. Yo creo que se debe en su conjunto. No sólo es la gestión de Mancera.
“¿Cuáles son algunas de las diferencias con los primeros gobiernos de izquierda? Uno, la integración de los equipos de trabajo y nadie puede negar que con Cuauhtémoc, Rosario y conmigo no sólo había gente profesional, sino con una gran identidad política que empezó a perderse con el gobierno de Marcelo. No era un grupo articulado en un solo tono. Los primeros gobiernos éramos un muégano. Luego hubo composiciones muy diversas y creo que esa es una de las limitaciones que tiene Mancera. Como no viene de la vida partidaria ni de un trabajo político abierto, sino de una carrera en el servicio público ligada al Poder Judicial, no tiene un equipo propio formado durante años. Y se conjuga aquél problema de la falta de cuadros en el relevo generacional”.
–¿Se imagina usted en la portada de Quién apareciendo como el soltero de oro?
–¡No, yo de ninguna manera! ¿Una vez aparecimos en cuál? En Líderes. Yo no me vería en una portada de esa naturaleza, en primer lugar por mi personalidad. Yo no soy… No me gusta la farándula política, por decirlo con toda claridad.
–¿Existe una frivolicracia?
–Sin lugar a dudas. Alentada no solamente por Peña Nieto. Es la forma de la nueva clase política en que todos quieren parecer jóvenes, bien parecidos, bien peinados y con la corbata adecuada y la camisa hecha a la medida y el traje con el mejor corte, aunque estén vacíos de las ideas. Lo que nos ha hecho mucho daño en la frivolidad de la farándula política es que nos han vendido productos con muy bonitas etiquetas, pero sin sabor ni contenido. El empaque pesa más que el contenido.
–¿Es eso Mancera?
–Creo que es la política en México. Creo que Mancera representa otra cosa, toda una historia opositora en la ciudad que debe asumirla él conscientemente. No veo en mancera ni en su campaña una de metrosexual. No fue como la Peña Nieto en que todo parecía ligado, además de las revistas, a los programas de espectáculos. Claro, lamentablemente predomina la mercadotecnia política y no el debate político e ideológico. Se venden productos, no ideas.
“Así como ya cerramos un ciclo de transformaciones en la izquierda, se necesita una nueva generación de formas de gobierno”.
–Todos los jefes de gobierno, excepto usted, han levantado la mano para decir que quieren la Presidencia.
–Mancera ha sido claro en que diferenciará su gestión de la aspiración presidencial. Además, sería un error que pretendiera hoy buscar la Presidencia.
–Él ya dijo que sí quiere.
–Yo creo que primero hay que mostrar…
–¿Va decir usted lo que quiso decir Mancera?
–No, no, no… Que se explique sólo. Lo primero que debe hacer es demostrar la conducción de la ciudad y darle un sello propio. Si eso lo logra ya puede pensar en lo que sigue. Antes, no se puede.
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–¿Platica usted con Andrés Manuel?
–Hace tiempo que no nos vemos. He estado encerrado en el Senado, pero seguramente nos encontraremos pronto.
–¿Firmando usted su militancia en Morena?
–Desde el principio planteé que no compartía la idea de que Morena se convirtiera en partido político. Estoy convencido que la gran virtud de Morena fue convertirse en un movimiento tan amplio que cobijaba mucha gente más allá de la filas partidarias y el liderazgo de Andrés Manuel trascendía con mucho las filas de los partidos. No compartía la idea de que Andrés Manuel se encerrara en un solo partido, sino que mantuviera un amplio liderazgo.
“Ahora Morena está en proceso de formación partidaria, seguramente alcanzará su registro en 2015 y estoy convencido de que en 2018 vamos todos obligados a reencontrarnos y participar juntos, porque si no, la izquierda se mantendrá al margen de las decisiones políticas de este país”.
–¿Tiene posibilidades la izquierda cuando están disociados el movimiento del partido y ahora, con el factor de que el gobierno de la Ciudad parece desprendido?
–No; estamos en un proceso de debilitamiento y fragmentación de la izquierda que, dividida, no estará en condiciones de competitividad, menos cuando se ha desdibujado y prácticamente su principal partido ha dejado de ser opositor al régimen. Ha permitido que la iniciativa la tome el Ejecutivo federal y el PRI. A diferencia del PAN, el PRI sí sabe qué quiere en el poder y sabe ejercerlo. Nos estamos convirtiendo en su fuente de legitimidad. O hay una rectificación y vamos a reconstruir un frente muy amplio o permitiremos, como ocurrió en el pasado que, mientras la izquierda se peleaba, el PRI se consolidaba en el poder.
–Eso ya pasó.
–Pero debemos evitarlo. Las elecciones de este año son el gran ejemplo. Creo que no nos irá bien y espero que esto lleve a la rectificación de lo que ha hecho nuestro partido.
–¿Qué pronostica para 2015?
–Nosotros tenemos un porcentaje histórico de entre 17 y 20 por ciento. En estas condiciones de fragmentación no se incrementará. Nos disputaremos cuatro partidos de izquierda un mismo porcentaje. La disputa será, pues, por ver quién tiene la mayor porción de esa minoría.
“Además es una elección intermedia sin en el mismo porcentaje de participación que una elección presidencial, la fragmentación lleva al desencanto y éste al abstencionismo que facilitará su consolidación al régimen.
–¿Y 2018? Se hablaba de la fecha antes de 2012.
–La plataforma estará dada por cómo nos vaya en 2015. Creo que la izquierda debe ir unida. El candidato o candidata debe ser quien garantice la posibilidad de un frente electoral de las fuerzas progresistas.
–Andrés Manuel dijo que, por dignidad, él no se postularía por tercera ocasión. Seguramente se lo dijo a Cuauhtémoc Cárdenas, pero lo pronunció en público.
–Yo creo que lo va a sostener. Así lo ha planteado, aunque también hay quien plantea que él debe ser nueva cuenta el candidato.
–¿No son muchos ya? Andrés Manuel, Marcelo, Miguel Ángel y falta que Cuauhtémoc diga que otra vez.
–A lo mejor surgen más. El problema no es cuántos haya sino quiénes pueden articular una fuerza que conforme mayoría a nivel nacional.
–Cada vez es el peor momento del PRD. ¿A cuántos milímetros está el abismo?
–Ya está. Ya hubo una fractura. Aún no la mayor. La salida de Andrés Manuel fue una fractura muy, muy grave. Pero puede haber una mayor: el momento en que el PRD continúe su descomposición y nos lleve a varios a buscar otra opción. Me parece que hay que quedarse no sólo para rescatar el proyecto, sino para que exista un referente unitario de la izquierda. En los próximos meses anunciaremos un nuevo intento por recuperar el proyecto original del PRD.
–¿Y si no los niños se tendrán que enterar del odio que se tienen sus padres?
–Los niños tendrán que ser mayores de edad y ejercer su derecho como ciudadanos.
DATOS EN CONTEXTO:
La fundación del PRD tuvo como precedente inmediato la elección de 1988 en que Cuauhtémoc Cárdenas perdió la elección, posiblemente de manera fraudulenta ante Carlos Salinas de Gortari. La inconformidad social fue catalizada por “El Ingeniero” quien convocó a la integración del partido que hoy parece más partido que antes de su fundación.
“El llamamiento” de Cárdenas, como con tono épico y melancólico aún se refieren algunos militantes. Habló con vehemencia, una y otra vez, de integración, unidad y respeto a las diferencias de los grupos aglomerados en el eventual sol azteca.
El discurso efectuado el 21 de octubre de 1988 comprendió las siguientes líneas:
“Queremos que nuestra organización sea un instrumento de la sociedad, y no tan sólo de sus miembros o dirigentes, y para ello tendrá que dar en sus normas democráticas, en su vida interna, en la transparencia de sus recursos, en la autonomía de sus componentes regionales, en la libertad de tendencias y corrientes en su seno, en la unidad y en el respeto a las decisiones colectivas y, sobre todo, en la conducta personal de cada uno de sus miembros, la imagen tangible de aquello que se propone para el país y para la sociedad”.
“Será un partido plural (…) donde se respeten y reconozcan las diferentes corrientes de pensamiento,’ que deben tener garantizados canales abiertos para expresarse y actuar, un partido donde circulen las ideas y receptivo a la crítica, una organización donde no existan estructuras ni aparatos, más allá de los previstos estatutariamente, que se maneje internamente con una democracia transparente, un partido, como queremos a la nación, no alineado en bloques (…)”.
Cárdenas desglosó la agenda política del partido, “más allá del terreno electoral”: respeto al voto ciudadano; reformar el código electoral; impulsar una nueva ley de televisión y radio para democratizar y poner al servicio del interés nacional los medios masivos de comunicación; crear un nuevo estado en el territorio del Distrito Federal; evitar el desmantelamiento de la economía pública; combatir la corrupción; asignar recursos para fomentar el crecimiento económico, el empleo y el mejoramiento de las condiciones de vida de los sectores populares; modernizar la planta productiva; terminar con la especulación financiera institucionalizada.
“No nos proponemos que (el partido) sea la herramienta sólo para ganar elecciones y constituir gobiernos. Queremos eso y también queremos mucho más: queremos abrir los cauces para que la sociedad pueda reorganizarse a sí misma y a sus instituciones en libertad, con tolerancia y justicia… iremos preparando y creando en la realidad de nuestra vida social, las ideas, los elementos y las condiciones para el cambio de régimen, que en la legalidad y en el ejercicio de las libertades, construya la nueva legitimidad”.
El llamamiento cristalizo el 5 de mayo de 1989, ayer hace 24 años, cuando la proclama parece enunciada varias décadas atrás o nunca dicha a propósito del presente. Y, hasta el presente, el prontuario propuesto por Cárdenas se mantiene vigente: las demandas públicas y urgentes son exactamente las mismas casi un cuarto de siglo después. También lo son las necesidades de caminar hacia la integración, la unidad y el respeto a las diferencias.
El cenit de la Revolución Democrática, al menos en lo que hace a su cohesión, ocurrió en 1997, cuando Cárdenas ganó la Ciudad de México. El partido era presidido por López Obrador y la Secretaría de Organización recaía en Rosario Robles.
Era la luna de miel.
Ahora, difícilmente aquéllos tres políticos podrían estar en un mismo sitio.
Ahora, el Distrito Federal es una razón más para la discordia.