Hay otra cara dolorosa de la migración: la de los mutilados que no alcanzan a llegar a limpiar casas, sembrar naranjas o barrer los hoteles de Los Ángeles, Boston o Nueva York. Las masivas deportaciones no han sido una barrera para romper el “sueño americano de los centroamericanos”, pero las caídas o accidentes en las vías del tren, más conocido como “La Bestia” y mediante el cual tratan de llegar a Estados Unidos, les truncan esa meta y hace que se tengan que enfrentar a una nueva condición con discapacidad. Tras la mutilación, la lucha por la supervivencia les deja varias opciones: volver a intentar llegar a Estados Unidos, con prótesis o sin ella, quedarse en México o regresar al lugar que algunos llaman “casa”.
Ante el riesgo de los migrantes de ser extorsionados, secuestrados o víctimas de trata; la discapacidad causada por el tren pasa a un segundo plano, sin embargo ahí siguen las personas migrantes mutiladas en silla de ruedas, con su prótesis o muletas. Y es que al menos 476 migrantes fueron mutilados por el tren, perdieron su pierna, brazos o ambas extremidades entre 2002 y 2014, según datos del Instituto Nacional de Migración y el Comité Internacional de la Cruz Roja en México. Esta cifra supone un promedio de 37 casos al año. Pero a esta cantidad se le sumaría una cifra negra de los que fallecieron, nunca fueron hallados o simplemente fueron atendidos por otras instituciones en su ruta.
Todos los días alguien emprende de nuevo un viaje, algunos saben el riesgo que implica y otros más desconocen que “La Bestia” ya no es una buena opción desde agosto de 2014 cuando el gobierno mexicano inició el Programa Frontera Sur y aumentaron los controles migratorios. Ahora los migrantes centroamericanos atraviesan México caminando largos trayectos. Activistas y responsables de albergues advierten que esto los pone en mayor riesgo.
Por María Cidón y Priscila Hernández, especial para SinEmbargo
Ciudad de México, 6 de abril (SinEmbargo).- “–Señora fíjese que me pasó un accidente. –¿Qué te pasó? –Me caí del tren. –¿Te caíste?, pero no te golpeaste. –Pues no tanto los golpes, los golpes sanan. –¿Y entonces? –Ah, lo que pasa que me mochó las canillas el tren”.
Así fue como Juan Antonio, salvadoreño de 32 años, le comunicó a su esposa que había perdido las dos piernas por debajo de la rodilla. Una tragedia similar a las de cientos de centroamericanos que un día comenzaron su camino para alejarse de sus familias, su casa y su vida en busca de un futuro mejor. Dentro de sus planes no estaba previsto regresar con discapacidad, y aunque algunos conocen a un vecino o amigo que perdió sus piernas por el tren, muchos otros ignoran los riesgos durante el trayecto por México y los cinco mil kilómetros que los separan de la frontera con los Estados Unidos.
“A todos nos chupó ‘La Bestia’”, suelta la frase Fernando, migrante salvadoreño, y resume así los accidentes a bordo del tren. Los orígenes de estos accidentes son tan diversos como las razones que expulsan a los migrantes de El Salvador, Honduras, Guatemala. No medir la velocidad del tren, quedarse dormidos a la mitad de viaje y el descarrilamiento del tren son algunas, de las muchas causas por las que cayeron y perdieron una de sus piernas, brazos o ambas.
Como le pasó al hondureño William: “En la agarrada del tren al subir uno se equivoca, piensa que el tren va despacio y ya a la hora de tomarlo va recio. Eso me pasó. Me equivoqué, lo quise agarrar con una mano, con la otra llevaba comida, agua y no aguanté el jalón del tren, me solté y me caí”. Ahora William usa una prótesis mientras trabaja como agricultor en Honduras.
La amputación del brazo derecho de Wilfredo queda oculta con la tela de su camisa verde. Originario de San Pablo Tacachico, departamento de La Libertad en El Salvador, cuando ya llevaba más de la mitad de su viaje por México y sentía que tenía “el pie seguro” en Celaya, Guanajuato, su travesía fue interrumpida. Su accidente ocurrió el 2 de Mayo de 2014.
“Tumbaron a tres ese día, íbamos en ese vagón 25 personas, en la parte de arriba del tren. En ese tren éramos más o menos 600 personas, el puñado de migrantes. Nosotros huimos de nuestros países por la delincuencia y nos venimos a topar con la misma delincuencia acá”, recuerda. Después un largo silencio en medio de su relato, y sigue: “Llegan y tumban a la gente, el que no tiene dinero ahí lo avientan, el tren va en marcha y van tumbando como si es basura usted, así lo tumban a uno”, después de que lo arrojaron, no recuerda cuánto tiempo pasó para que llegara la Cruz Roja Mexicana por él y otro migrante que perdió su pierna ese mismo día.
Fue a partir del 2011, según describe la coordinadora regional de migración del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Marie Astrid Blondiaux, que inició formalmente el trabajo de este organismo internacional “después de un análisis más profundo vimos claramente que las personas migrantes, no sólo las amputadas, constituían y todavía lo constituyen uno de los grupos más vulnerables de la población en la región”.
Aunque hay un subregistro, el CICR en México contabiliza 103 casos de migrantes amputados entre 2012 y 2014. En 2012 fueron atendidas 41 personas amputadas, mientras que en 2013 y 2014 la cantidad fue la misma, 31 casos respectivamente.
Hondureños y cada vez más jóvenes es el perfil de los migrantes mutilados por el tren, 71 migrantes procedentes de este país fueron atendidos por amputaciones, mientras que los salvadoreños fueron 17 y los guatemaltecos 12. Además se reportan atenciones a tres nicaragüenses en 2012. Y aunque la cantidad es variable por años, con una aparente tendencia a la baja, los casos de migrantes gravemente lesionados o enfermos han aumentado en ese periodo, pasando de 24 atenciones en 2011, 33 en 2012 y 43 casos en 2014.
A través de un mapa de México, el CICR ubica dónde ocurren la mayor parte de accidentes con el tren que generan una mutilación. El 36 por ciento en el estado de Veracruz donde en el 2014 once personas resultaron mutiladas por el tren en esa zona, seguido por el estado de Tabasco. Estos datos coinciden con la ruta ferroviaria por donde cruza “La Bestia”.
En el 2014, año en el que aumentó el flujo migratorio de niños y niñas en el Comité Internacional de la Cruz Roja, vieron cinco casos “tuvimos una frecuencia más alta en el caso de menores amputados y heridos”. Entre esos niños atendidos está el de un bebé de once meses que perdió su pierna izquierda cuando cayó del tren junto a su madre el 28 de Mayo de 2014 en la ciudad Ixtepec en Oaxaca. Esta familia es de Honduras de una comunidad garífona, grupo afrodescendiente de Centroamérica, huían de su país por la violencia. En el mismo estado de Oaxaca, en Julio de 2014, al descarrilarse el tren “ La Bestia” un adolescente migrante guatemalteco de 17 años que perdió una de sus piernas.
En México, los llamados “Grupos Beta” del Instituto Nacional de Migración (INM), creados en 1990 para auxiliar a migrantes que eran víctimas de la delincuencia en su tránsito por México para después darles “asistencia y protección a los migrantes”, reporta en su informe de actividades de 2002 a 2010 el publica la cantidad precisa de migrantes mutilados: 1 en 2002, 35 en 2003, 85 en 2004, 96 en 2005, 74 en 2006, 39 en 2007, 15 en 2008, 14 en 2009 y 8 en 2010.
En su informe de 2011, el Instituto Nacional de Migración reporta que los Grupos Beta atendieron a seis migrantes mutilados ese año. De 2002 a 2011 según esta información oficial del Instituto Nacional de Migración en México, 373 personas fueron mutiladas por el tren “ La Bestia”. Estos datos no aclaran si la mutilación fue de un brazo, una pierna o ambas extremidades.
En el 2012, el INM informó que auxiliaron a 102 migrantes aunque continúan sin aclarar cuántos de ellos fueron personas mutiladas por el tren. Estos datos corresponden a la administración del Presidente Enrique Peña Nieto, la información no especifican qué tipo de lesiones o heridas fueron las que presentaban las personas heridas o su nacionalidad, sólo dice que “incluye a los migrantes lesionados o heridos y a los mutilados atendidos por los Grupos Beta de protección a migrantes”, tampoco mencionan la palabra “tren” como origen de la discapacidad.
Lo mismo ocurrió en 2013, cuando se registraron atenciones a 1577 migrantes “ lesionados o heridos atendidos” ; y en el 2014 cuando atendieron a 558 migrantes también “ lesionados o heridos” a las que ofrecieron primeros auxilios y atención prehospitalaria.
LAS PRESAS DE “LA BESTIA”
Lo que solamente aparece como cifras en los informes del Instituto Nacional de Migración son los rostros que Doña Olga Sánchez Martínez ha conocido en la sala de urgencias del Hospital Regional de Tapachula desde 1990. Ella reconoce que aún viviendo en la frontera del sur de México ignoraba, como muchos, que hubiera gente amputada por el tren porque el silencio se imponía por la cotidianidad. Tan acostumbrados estaban al silbido del tren que los migrantes pasaban como fantasmas. Entre enfermeras y doctores Doña Olga vio como “el hospital recibía y recibía, los aventaba como cualquier objeto a un cuarto: “Esos son migrantes, esos son de Honduras, esos son de El Salvador… esas son las basuras que están aquí”. Ella los tomó como hermanos.
Virgilio originario de Honduras perdió a inicio de año su pierna izquierda al caer al tren. Él es de los que esperan a que sus heridas sanen para volver a sus países mientras en el Albergue “Jesús, el buen pastor” encuentran un hogar de paso donde reciben la prótesis donadas por el Comité Internacional de la Cruz Roja a través de su programa de asistencia a migrantes.
“Estuve un tiempo viviendo en mi patria. Después de mi accidente en Honduras viví cuatro años, después me vine para México y así he estado viniendo y saliendo”, dice Raúl que así es su vida desde aquel 2006 que su viaje hacia Estados Unidos quedó detenido cuando perdió sus dos piernas. Él vive en Tapachula, Chiapas, junto a otros migrantes que siguen sin retornar a Honduras, El Salvador o Guatemala; algunos intentan vivir del comercio, la mayoría pide dinero en las calles.
Otras víctimas de “La Bestia” ya regresaron a sus países de origen, donde una nueva lucidez ganada tras adquirir la condición de discapacidad les hace señalar claramente que las injusticias que los empujaron a salir continúan y se repiten con ellos una vez más, retornados y con discapacidad.
“Yo tengo cuatro hijos y los cuatro estudian. Yo pago renta, yo vine a hablar a Casa Presidencial para que nos apoyaran con un plan de vivienda, eso fue hace dos años y todavía no se realiza. En este momento yo estoy debiendo siete meses de renta y quieren que yo desaloje”, dice Norman, hondureño mutilado en 2005. y vicepresidente de la Asociación de Migrantes Retornados con Discapacidad (Amiredis).
UNA NUEVA AMENAZA
En 2013, el Instituto Nacional de Migración de México reportó 63 mil 843 migrantes repatriados y el 96.7 por ciento procedentes de Honduras, Guatemala y El Salvador.
Cerca de la mitad son detenidos cerca de la frontera con Guatemala y devueltos desde Chiapas, al sur de México. El goteo es incesante y aunque algunos de los migrantes planean volver a intentar llegar a Estados Unidos, no todos se dieron cuenta que la ruta migratoria cambió en México a partir del Programa Frontera Sur que lanzó el Gobierno Federal en agosto. El tren dejó de cargar a miles de migrantes arriba de sus vagones, que ahora se mueven entre los matorrales y montes caminando largos trayectos. A pie y hasta por ruta marítima, los migrantes tienen que esquivar los operativos del Instituto Nacional de Migración.
Los activistas que atienden en diferentes albergues, como la Casa del migrante “Hogar de la misericordia” en el municipio de Arriaga en Chiapas, advierten que la nueva infraestructura ferroviaria como el cambio de durmientes o mallas ciclónicas en diferentes puntos exponen más a los migrantes, esto los invisibiliza al tener que tomar nuevas rutas y aumenta el riesgo de lesiones o mutilaciones.
El sufrimiento conocido por unos e ignorado por otros no frena el viaje de los muchos que desean llegar hasta Estados Unidos. Marvin, uno de los migrantes que espera tomar el tren cuenta que Juan Carlos, su vecino en Honduras, perdió sus piernas por el tren. Al preguntarle si esto no le da miedo, responde: “Mi suerte va a ser otra”.
Este reportaje ha sido publicado por Priscila Hernández para SinEmbargo (México) y María Cidón para Diario El Mundo (El Salvador), en el marco de la Iniciativa Regional para el Periodismo de Investigación en las Américas, con el apoyo del International Center For Journalists (ICFJ) y Connectas.