Pese a que en el sexenio pasado se crearon sólo 40 por ciento del total de empleos necesarios para eliminar el desequilibrio de egresados de licenciatura y su entrada al sector productivo de la sociedad, lo preocupante es que hoy no existen indicios de que la magnitud del problema haya disminuido.
En México, el subempleo estructural es generado por la disparidad entre el ritmo al que crece la economía para incorporar productivamente a los egresados del sistema escolar, y la velocidad a la que se expende el número de egresados de educación superior provoca una situación que afecta a los egresados de cualquier nivel educativo, pero principalmente a los de instituciones de educación superior.
El doctor Carlos Muñoz Izquierdo, del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (Inide) de la Universidad Iberoamericana, y también ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2012, indicó que durante la segunda mitad del siglo pasado la proporción de egresados de educación superior que pudo obtener empleos acordes a su escolaridad disminuyó paulatinamente hasta descender a 0.27 al terminar la década de los 90.
Por ello, en el año 2000, casi cuatro egresados (3.73) tenían que competir por el mismo puesto profesional generado en el sistema productivo. Como ocurre en cualquier mercado en el que la demanda es inferior a la oferta, los precios (en este caso, los salarios relativos de los egresados) tendieron a la baja, dijo.
De esta forma, los egresados que no consiguen el puesto por el que compiten con tres personas más, no quedan desempleados necesariamente, pero sí se ven obligados a aceptar ocupaciones menos productivas que aquellas a las que se orientaron sus carreras, apuntó el experto de la Ibero, casa de estudios que celebra 70 años de existencia.
Así, más que una “sobreoferta de profesionales”, se registra un “déficit de demanda”, una incapacidad estructural de la economía para absorber en condiciones aceptables a los egresados del sistema escolar, empezando por quienes han cursado la educación de nivel superior.
Para combatir este problema, el especialista sugiere que en lugar de desacelerar el crecimiento de la demanda por educación superior tradicional, se requiere que sus egresados estén preparados para realizar funciones de carácter general (como el diseño, planeación, administración y evaluación de productos, procesos y organizaciones).
También será indispensable aceptar que el crecimiento de la oferta educativa no se puede limitar a satisfacer la demanda laboral generada en el sector tecnológicamente más avanzado del sistema productivo, ya que el crecimiento de ella es y seguirá siendo insuficiente para absorber en condiciones adecuadas a dichos egresados, exhortó el investigador.
En lugar de tener como único referente el crecimiento de esa demanda, el sistema escolar debe preparar a sus egresados para crear nuevas ocupaciones productivas, por lo que “es necesario que las instituciones de educación superior revisen la orientación de sus funciones de docencia, investigación, servicio y difusión, con el fin de incluir algunas actividades que se dirijan al análisis, interpretación y gradual solución de los problemas que afectan a las actividades productivas realizadas fuera de los sectores hegemónicos del sistema económico del país”, recomendó Muñoz Izquierdo.
Al concluir sus estudios de licenciatura, 75 por ciento de los alumnos de la Ibero ya trabajan en su campo, mientras que el resto encuentra empleo en los siguientes cinco meses.