Ciudad de México, 5 de mayo (SinEmbargo).– De los 855 árboles que la Secretaría del Medio Ambiente capitalina (Sedema) autorizó derribar como parte de las acciones para la construcción del proyecto Fase 2, Deprimido Vehicular Insurgentes-Mixcoac, sólo 73 están en malas condiciones, de acuerdo con el Censo del arbolado afectado, que forma parte de la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) del proyecto, consultada por SinEmbargo.
Ello contradice la afirmación hecha por la Secretaria del Medio Ambiente, Tanya Müller García, el pasado 9 de marzo, un día después de que comenzara, de madrugada, la tala de árboles en el camellón de Río Mixcoac, al sur de la Ciudad de México, tomando por sorpresa a los vecinos inconformes con la obra.
Ese día, en conferencia de prensa conjunta con los secretarios de Gobierno, Héctor Serrano Cortés, y de Obras y Servicios, Alfredo Hernández García (quien renunció al cargo el pasado 12 de marzo, tras iniciársele una investigación por posible conflicto de interés), Müller García aseguró que de los 855 árboles que se retirarían “el 74 por ciento tiene alguna plaga o enfermedad y el 20 por ciento son eucaliptos, que es un árbol de riesgo”.
Pero en el Censo del arbolado afectado, que fue avalado por la Dirección General de Regulación Ambiental (DGRA) de la Sedema, sólo aparecen 73 árboles calificados con una condición general “mala”. La condición del resto fue evaluada como “buena” o “regular”. De los 73 árboles con una mala condición, 33 estaban muertos en pie, a 10 se les detectó muerte apical (daño provocado por larvas sobre tallos jóvenes) y sólo uno fue registrado como “plagado”. Se trata de una grevilea de 14 metros de alto.
Entre los 782 árboles con una condición buena o regular cuyo derribo fue autorizado por la Sedema figura, además, un pino con valor histórico. El árbol, cuya condición general fue descrita como “buena”, es un pino de 22 metros de alto, con un tronco de medio metro de ancho y una frondosa copa de 12 metros de diámetro.
El derribo de árboles se interrumpió tras los reclamos de los vecinos en marzo pasado. Sin embargo, al estar en el censo del arbolado previsto para derribar, los árboles todavía podrían ser talados.
La Norma Ambiental para el Distrito Federal NADF-001-RNAT-2012, que establece los requisitos y especificaciones técnicas para la poda, derribo, trasplante y restitución de árboles, indica que en el caso de árboles considerados monumentos o que destacan por sus características biológicas, paisajísticas, históricas, culturales o sociales, deberán tomarse las medidas necesarias para su protección, conservación y mejora.
“No serán susceptibles de ser derribados a cambio de una restitución, salvo en caso de representar un riesgo real y presente”, asienta la norma ambiental.
La Norma Ambiental contempla también el derribo de árboles en riesgo para ejemplares muertos en pie, con una inclinación superior a los 20 grados (dependiendo de las características de la especie), anclaje insuficiente de raíces, que éstas se encuentren deprimidas o expuestas, con copa fuera de balance y con raíces principales cortadas a menos de un metro, que no estén ancladas.
De estas condiciones, el Censo del arbolado afectado sólo registró casos de ejemplares inclinados, que no sobrepasaron los 38. El documento no detalla si la inclinación, en cada uno de esos casos, era mayor a 20 grados o no. Además, no todos los árboles que figuran con inclinaciones iban a ser talados, pues algunos estaban entre los 89 considerados para ser trasplantados.
También menciona que varios árboles presentan desmoche, como se le conoce a la poda indiscriminada de las ramas, dejando muñones o ramas laterales insuficientes para ser terminales. El desmoche de los árboles los debilita, lo que los puede volver riesgosos. En el caso de los árboles del camellón de Río Mixcoac, cuando en marzo pasado empezó la tala vecinos refirieron que el desmoche de los árboles había comenzado poco tiempo antes, lo que ellos consideraron una acción deliberada para justificar después su derribo.
La referida Norma Ambiental establece, además, que se pueden derribar árboles, no necesariamente enfermos, cuando se trate de la construcción de obra pública o privada.
Sin embargo, al justificar la tala de los árboles para el proyecto del Deprimido Vehicular Insurgentes-Mixcoac Müller García no se refirió a esta disposición normativa; en lugar de eso, sugirió que se los talaba porque estaban enfermos o plagados.
IMPACTO AMBIENTAL “POCO SIGNIFICATIVO”
De acuerdo con el Censo del arbolado afectado, la mayoría de las especies a derribar por las obras del Deprimido son eucaliptos y fresnos, pero también hay encinos, olmos chinos, acacias, truenos, cedros blanco, cedros limón, ficus, ficus laurel, gravillas, palmas canarias, duraznos, jacarandas, yucas y magnolias.
Sus alturas son variadas: se puede identificar a la mayoría entre los 5 y 10 metros de alto, pero igualmente hay un ficus de 70 centímetros que eucaliptos de 30 metros o más. Tanto el ficus de menos de un metro como un eucalipto de 33 metros de largo, cuyas condiciones fueron consideradas buenas, forman parte del catálogo de árboles a derribar.
El derribo de los árboles para el proyecto del Deprimido Vehicular Insurgentes-Mixcoac fue autorizado por la Sedema el 18 de diciembre del año pasado, conforme con la Resolución Administrativa de Impacto Ambiental SEDEMA/DGRA/DEIA/014804/2014. Además de la tala de 855 árboles, se avaló el traslado de otros 89.
La tala de los árboles, ubicados en su mayoría sobre el camellón de Río Mixcoac, forma parte de las afectaciones previstas para la construcción del Deprimido, consistente en dos niveles subterráneos para el tránsito de vehículos, proyectados desde el cruce de las avenidas Insurgentes y Río Mixcoac hasta los límites con la delegación Álvaro Obregón.
Habitantes de las colonias aledañas a la obra han manifestado su rechazo al proyecto desde el año pasado, por considerar que, tal como está planteado, no resolverá los problemas de tránsito vehicular en la zona. También han rechazado el derribo de los árboles, al considerar que con ello se causará un daño ambiental por tratarse de la única área verde en la zona.
En la Manifestación de Impacto Ambiental sobre el proyecto del Deprimido, que el año pasado la Secretaría de Obras y Servicios -entonces aún a cargo de Hernández García- entregó a la Sedema, se determinó que el derribo de arbolado era la actividad que traería mayor numero de impactos ambientales (16). La mayoría de ellos -14- se consideraron impactos adversos y sólo dos benéficos.
Sin embargo, de manera general se determinó que ninguno de los impactos ambientales del proyecto eran de significancia muy alta ni alta, sino que todos podían considerarse de significancia moderada o baja y que los factores más afectados iban a ser el aire y el paisaje.
En total, la Sedema autorizó afectar 14 mil 943.77 metros cuadrados de áreas verdes para la ejecución de la obra.
Particularmente el impacto a la flora se determinó como “poco significativo”, dado que se afectaría sólo a los árboles a derribar y los individuos herbáceos que crecían en vialidades y banquetas. La Manifestación también previó que por el derribo de árboles “existe susceptibilidad al proceso de erosión” y que podría tener un impacto adverso en los individuos de fauna, que si bien escaseaban sí existían, principalmente aves.
Sin embargo, se consideró que se trataba de impactos que podían ser reducidos con medidas de mitigación.
Para la etapa de preparación de la obra –en la que se encuentra actualmente– únicamente se plantearon como medidas para mitigar el impacto ambiental hacer un derribo direccionado para no afectar a los árboles adyacentes, hacer la tala de forma manual y restituir los árboles, ya fuera con una compensación económica o física. En la resolución administrativa de diciembre se estableció que se harían ambas: se pagaron 4 millones 684 mil 56 pesos y se tendrán que plantar 3 mil 527 nuevos árboles.
¿Y QUÉ PASÓ CON LOS ÁRBOLES DERRIBADOS?
La Resolución Administrativa emitida por la Sedema en diciembre pasado indica que, conforme a lo estipulado en la Norma Ambiental NADF-001-RNAT-2012, los materiales y desechos producto de los árboles talados tendrían que triturarse y posteriormente destinarse a la elaboración de mulch, un acolchado (en este caso de madera) que se usa para proteger las siembras o plantaciones.
Mas la Norma Ambiental referida señala que el procesamiento del material de árboles talados sólo se puede hacer con ejemplares sanos, mientras que el material de árboles plagados o enfermos deberá donarse a centros de capacitación para actividades de carpintería o similares.
Dado que la titular de la Sedema aseguró que la mayoría de los árboles estaban enfermos o plagados, el material obtenido de su derribo tendría que haber sido donado. De no ser así, es decir si los árboles talados hubieran estado sanos, tendrían que haber sido destinados a la elaboración de mulch.
La Resolución Administrativa indica que para el procesamiento del material sano se tendría que acudir a la Dirección General de Bosques Urbanos y Educación Ambiental (DGBUEA) de la Sedema, ubicada en el interior del Vivero Nezahualcóyotl.
SinEmbargo acudió a dicho lugar para corroborar si el producto obtenido de la tala de árboles del camellón de Río Mixcoac había sido llevado ahí. El director de la DGBUEA, Isidro Recillas Silva, sólo accedió a comentar que todo el material que les llega se convierte en composta o mulch, y aseguró que no se tira. Para más información, pidió solicitarla a través del área de Comunicación Social de la Sedema.
Para conocer el destino final de los cerca de 200 árboles talados, se buscó al responsable de la Dirección General de Regulación Ambiental de la Sedema, oficina que según la Resolución Administrativa es la encargada de acreditar el destino de los desechos producto de los árboles. Hasta el cierre de edición no se tuvo respuesta del área de Comunicación Social.