Dolia Estévez
05/01/2018 - 1:00 am
Meade, Doctor en opacidad
Cuando Meade hizo su doctorado en los noventa estaba de moda procurar títulos de posgrado de preferencia de universidades de la Ivy League, como Harvard, Yale y Princeton. Era un activo para poder ascender en la alta burocracia. La CONACYT, la Fullbright Fellowship y la Fundación Ford, entre otras, se encargaron de becar a los futuros tecnócratas. En la disertación, Meade agradece el “generoso apoyo” de las tres instituciones sin el cual, “no hubiera podido seguir mi educación de posgrado o escribir esta tesis”.
Washington, D.C.—Pocos conocen la tesis con la que José Antonio Meade obtuvo su título de doctor en economía de la Universidad de Yale. El documento no es accesible en el Internet. De hecho, creo ser la primera periodista en obtener un ejemplar impreso, mismo que me fue prestado por Yale y que debo regresar. Leyéndola me brincaron dos cosas: la exclusión de México y la falta de originalidad del tema seleccionado. El país que Meade aspira a dirigir está completamente ausente a lo largo de las 118 páginas de texto. Si el lector no sabe que Meade es mexicano, creería que el autor es un nerd gringo obsesionado con un tema esotérico.
Cuando se tiene la fortuna de acudir a una de las universidades del mundo más prestigiosas lo menos que puede hacerse es no ignorar a México. Aprovechar las herramientas de excelencia académica de la institución para contribuir al estudio de aspectos clave de la realidad mexicana. Ernesto Zedillo, también doctor en economía de Yale, hizo su tesis sobre la deuda externa mexicana y el futuro crecimiento económico asociado al petróleo. Carlos Salinas obtuvo su título de doctor en economía política y gobierno de la Universidad de Harvard con la tesis “producción y participación política en el campo mexicano”. Meade, en contraste, escogió un tema intrascendente para México. Su disertación es testimonio de falta de imaginación, dependencia en las ideas de otros y ausencia de compromiso con México. Es una tesis sin carisma como su personalidad, gris como su retórica, sin persuasión como su candidatura. Un monumento a la opacidad.
El candidato priista estudió en Yale de 1994 a 1997. Obtuvo su doctorado a los 28 años en mayo de 1997. Su tesis, “The Economics of Sentencing Guidelines: Evidence on Federal Fraud Offenders” (la economía de los lineamientos de sentencias: evidencia sobre delincuentes de fraude federal), tiene un enfoque estrecho. Trata sobre la problemática de las personas condenadas de fraude en las cortes federales de Estados Unidos, antes y después de la puesta en marcha de los lineamientos para uniformar la política de sentencias contra individuos y organizaciones que cometieron delitos de cuello blanco codificados como graves. Meade analizó el costo financiero de los lineamientos. Hoy la árida tesis de Meade es prácticamente obsoleta pues la suprema corte revocó el carácter obligatorio que tenían los polémicos lineamientos de 1984.
Cuando Meade hizo su doctorado en los noventa estaba de moda procurar títulos de posgrado de preferencia de universidades de la Ivy League, como Harvard, Yale y Princeton. Era un activo para poder ascender en la alta burocracia. La CONACYT, la Fullbright Fellowship y la Fundación Ford, entre otras, se encargaron de becar a los futuros tecnócratas. En la disertación, Meade agradece el “generoso apoyo” de las tres instituciones sin el cual, “no hubiera podido seguir mi educación de posgrado o escribir esta tesis”.
A la fecha, hay 264 ex alumnos mexicanos de Yale, 48 de licenciatura y 216 de posgrado. Meade y el gobernador del Banco de México Alejandro Díaz de León, son miembros registrados de la Asociación de ex Alumnos de Yale, cuyo capítulo mexicano preside Jaime González Aguade, el ex presidente de la Comisión Nacional Bancaria e integrante del equipo del candidato priista.
Pese a que los reglamentos de Yale establecen que “los candidatos a doctorado deberán aportar una contribución original a la ciencia de la disciplina seleccionada”, la disertación de Meade no es totalmente original. Se basa en la investigación del catedrático Joel Waldfogel, su maestro de finanzas públicas y asesor de tesis. “Este capítulo”, dice en la página 73, “fue preparado en estrecha colaboración con mi asesor”.
Plagada de gráficas y formulas, la tesis consta de tres ensayos, con sus respectivas bibliografías en las que aparecen insistentemente las estudios que Waldfogel publicó en 1993, 1994 y 1995. El título de la primera parte del texto de Meade es muy similar al título del ensayo de su asesor. Waldfogel, en 1995: “¿Se están usando eficientemente las multas y penas de prisión? evidencia sobre delincuentes de fraude”. Meade, en 1997: ¿Tuvieron éxito los lineamientos sobre sentencias en reducir las variaciones en sentencias? Evidencia de delincuentes de fraude federal antes y después de los lineamientos”. La disertación no es un plagio como la de Peña Nieto en la Universidad Panamericana, pero el tema seleccionado no fue idea suya y tuvo mucha ayuda de su asesor. No es plagio pero tampoco es original. Más bien es un texto coherente con su trayectoria híbrida, ni panista, ni priista.
En entrevista telefónica, Waldfogel rechazó tajante la sugerencia de que el trabajo de su ex alumno no fuera 100% original. “No, no, no es lo que estoy diciendo. Me preguntaste como se interesó. No estamos hablando de su trabajo, sino de cómo se interesó en el tema”, respondió en tono defensivo a mi pregunta cuestionando la autenticidad del trabajo de Meade.
El catedrático admitió que Meade se interesó en el tema en “conversaciones conmigo”. El entonces profesor auxiliar de Yale señaló que no es inusual que los estudiantes escriban sus disertaciones sobre aspectos relacionados a las investigaciones de sus profesores. Dijo no acordarse de por qué a Meade le atrajo un asunto tan ajeno a México. En Yale, Meade se especializó en economía internacional y finanzas públicas materia, esta última, en la que engrana la tesis, según Waldfogel.
El actual profesor de la Universidad de Minnesota conserva buen recuerdo de su pupilo. “Me caía bien. Lo conocí bastante bien pues trabajamos juntos”. Lo describió como “una persona madura y seria aun en su papel de estudiante”. Waldfogel, quien poco después dejó Yale, dijo que su discípulo no socializaba mucho pues, recordó, ya tenía familia. En efecto, en esas fechas Meade ya se había casado con Juana Cuevas y esperaban a su primer hijo. De hecho, Meade le dedica su disertación a sus padres, hermanos, abuelos y tíos, “pero más que a nadie… a Juana, que le ha dado sentido a mis días y al bebé que estamos esperando, pero cuyo nombre aun no hemos descubierto”.
Meade y Waldfogel co-firmaron un “documento de trabajo” (working paper) sobre el tema de la tesis. El ensayo, “¿Elevan el costo del castigo los lineamientos de sentencias?”, fue publicado en inglés por el Buro Nacional de Investigaciones Económicas en 1998. A Meade no se le conocen otras publicaciones.
Waldfogel me dijo que no lo ha vuelto a ver, “pero sí somos amigos a través de Facebook. Así es como me entero de las cosas interesantes que hace”. Le pregunté si cree que sería un buen presidente de México. Me respondió que sí. Explicó: “era un estudiante de posgrado muy maduro, sensato y trabajador. Todas esas son buenas cualidades para ser presidente”. Con todo, aclaró que no fue la manera como lo evaluó cuando fue su discípulo pues no detectó indicios de que la presidencia de México estuviera entre sus planes.
Meade pudo haber aprovechado su estancia en Yale para abrir una grieta sobre su opacidad a través de la cual filtrar una tesis que hablara de su compromiso con México. No lo hizo. Veinte años después quiere ser presidente, pero su anodino pase por varias secretarías y título de doctor en Yale no son garantía de liderazgo ni vacuna contra la mediocridad.
Twitter: @DoliaEstevez
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