El historiador mexicano Enrique Krauze presenta El pueblo soy yo, un libro apasionado y tal vez un poco raro en su bibliografía, donde habla de la democracia pero también de demagogia.
En entrevista con SinEmbargo no entra al debate de por qué el Grupo Atlacomulco ha ganado elecciones y sí prefiere decir: “este pueblo está signado por el odio, ¿saldremos de esto?”.
También afirma que “nunca he sido enemigo de Andrés Manuel López Obrador y él lo sabe, por todas las veces que me reuní con él”, además de que, asegura, no tiene candidato propio, sólo quiere que otra vez no gane el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Ciudad de México, 4 de abril (SinEmbargo).- Enrique Krauze quiere hablar de su libro. Está orgulloso de él. Es un trabajo apasionado y tal vez un poco raro en su bibliografía. Por un lado lo comprueba como historiador, hablando de la Grecia antigua, para referirse no sólo a la democracia sino también a la demagogia que, afirma, hace a la primera más frágil y más débil. Por el otro, tiene un prólogo dedicado a su maestro, Richard Morse (1922-2001), y a su esposa, Emmi (Emerante de Pradinesm 1918-2018), quien murió hace dos meses al punto de cumplir 100 años.
Dice que los pueblos tienen tres tipos de gobierno: uno es el de los caudillos carismáticos, otra es la institución como la democracia, y la última es la democracia, que en nuestro país tiene la característica de ser frágil, débil.
En El pueblo soy yo, Enrique Krauze hace un recorrido por cinco siglos de historia en donde refleja su crítica a entregarle el poder absoluto a una sola persona, al tiempo que declara, con voz firme, que “nunca he sido enemigo de Andrés Manuel López Obrador y él lo sabe, por todas las veces que me reuní con él”.
No tiene candidato propio, sólo quiere que otra vez no gane el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Detesta a Donald Trump, pero sobre todo abomina de las armas y las drogas que nos unen con Estados Unidos… y nos doblegan.
Quiere un Gobierno en México que vaya más allá del odio.
“No amor, el amor es entre dos personas, no es para la política”, aclara, pero sí con respeto. “Esto lo arreglamos entre todos o no lo arregla nadie”, aclama.
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–Quisiera que usted me hiciera la diferencia entre un dictador de izquierdas y uno de derechas.
–No hay ninguna diferencia. Además, mi libro no habla de dictadores, un dictador es un gobernante como el tirano de la antigüedad, es un vil asesino. Pinochet es un asesino, los generales de la Argentina son unos asesinos genocidas, de ellos no hablo porque no tienen legitimidad. Me refiero aquí a los gobiernos basados en tres distintos tipos de legitimidad. Una es la democracia racional, la legal, pero otra es la carismática, es decir, un gobernante a lo largo de la historia que la gente lo vota porque lo adora. Es lo que Max Weber llamaba “dominación carismática”. Luego la llamada patrimonialista o tradicional, por ejemplo la monarquía, ahí no era el carisma del rey, sino la institución de la monarquía. El poder patrimonial tradicional es una forma de la legitimidad, que en América Latina duró tres siglos. Luego, nuestros caudillos, Argentina hasta México está llena de ellos. El general Páez o el propio Facundo Quiroga, estudiado por Domingo Sarmiento. Y luego la democracia, la frágil democracia. Entre el caudillismo y la monarquía tradicional española, la democracia liberal tuvo muy poco espacio para desarrollarse en nuestro continente.
–¿Usted cree que en México hay democracia?
–Hay una democracia frágil, joven, débil, pero vamos a tener unas elecciones en las cuales hay una auténtica competencia, dos millones de personas van a revisar esas elecciones; el candidato de mayor posición que es López Obrador tiene un financiamiento público legal para transmitir su mensaje y si gana va a poder llevar a cabo su mandato, todas las promesas que ha hecho va a poderlas cumplir, de modo que para mí comparado con otros países, por supuesto que en México existe una perfecta y perfectible democracia.
–Con respecto a esa frágil y débil democracia, ¿qué pasó con las elecciones del Estado de México? Dice Bernardo Barranco que va a haber fraude electoral…
–Yo seré el primero en condenar eso si eso ocurre. Primeramente quiero decirle que existe el INE, pero sobre todo existen dos millones de personas, una representación importante de los Partidos y que en las últimas elecciones del 2015 casi no hubo casos que se llevaron al Tribunal Federal Electoral. Hubo una afluencia muy grande de votantes, hubo alternancia en el poder, muchas mujeres llegaron al poder, es decir, creo que en el aspecto electoral México está a años luz de lo que yo viví cuando el PRI decidía todas las elecciones. Si de alguna forma el proceso electoral llegara a desvirtuarse, a adulterarse y esto se probara en el Tribunal Federal Electoral, yo seré el primero en repudiarlo.
–Hay de todas maneras una cantidad de candidatos asesinados. Las elecciones se presentan un poco oscuras.
–A mí me importa mucho aclarar esto. México tiene un inmenso problema de violencia e inseguridad. Parecería que México está enfermo de todo, pero no creo que México esté enfermo de todo. La causa de esa violencia es compleja, pero tiene mucho que ver con la exportación de armas desde los Estados Unidos y la importación de drogas hacia allá. México no era un país de drogadictos, no era esto. Es nuestra vecindad con los Estados Unidos la que provocó esta violencia brutal. Ese es el problema. La economía mexicana tiene un crecimiento modesto y mediocre, pero ahí va. Debe crecer más, sin duda. La violencia, la inseguridad, la corrupción y la impunidad, esos son los problemas. Por eso el PRI no merece ganar las elecciones. El PRI merece perder. Lo he dicho en el New York Times, lo he dicho en la televisión, mis críticos quieren olvidar que yo digo eso. Les gusta a ellos que yo sea como el emblema de lo que ellos odian. Qué triste es dedicar la vida a odiar, pero soy crítico del PRI desde 1968, 1971, los 90, digamos… ¿150 artículos?, ¿250 artículos? Vean mi página, discursos, actos… Cuando Andrés Manuel López Obrador formaba parte del PRI, yo estaba en contra del PRI. Ojo: siempre he estado en contra del PRI, cuando el ciudadano le da otro voto al PRI para darle una segunda oportunidad histórica en 2012, el PRI lo traiciona. Porque no combate la corrupción y no ataca la impunidad. Por eso, en New York Times yo escribí acerca de las reformas estructurales, diciendo que me tenían sin cuidado, porque qué son si no está resuelto el problema de la injusticia, de la falta de Estado de derecho y de la corrupción. En septiembre de 2014 me preguntaba por qué la gente no está contenta en las calles con las reformas estructurales, ¿por qué va a estar contenta si hay corrupción, si hay violencia, si hay impunidad, si hay un estado de inseguridad? Esa es mi visión, impunidad, corrupción, violencia, inseguridad.
–¿Me pregunto cómo es que el llamado Grupo de Atlacomulco pudo salir victorioso y seguir en el Estado de México?
–Mi libro es un esfuerzo de dos años, es un esfuerzo de siglos, es un estudio de cinco siglos de la filosofía política de España en América y de la filosofía escolástica, de autores que se leían en Buenos Aires y en México, para formar parte eso que llamo “la mentalidad monárquica de nuestros países”. Luego vino el caudillismo, pero Argentina, por ejemplo, tuvo largas décadas democráticas, Chile, Uruguay, Costa Rica, un poco hasta Colombia, la tradición democrática prendió en muchos países. En Venezuela muy poco, en Cuba ya no existe y en México es frágil, esos tres vectores, vamos a decir, la tradicionalidad basado en mi maestro Richard Morse, el escolasticismo español, de Francisco Suárez, que viene Santo Tomás; el caudillismo latinoamericano y la frágil tradición democrática, en ese triángulo estamos. Por eso verá usted que no quiero entrar en el detalle de la pequeña política mexicana que francamente desprecio. Yo soy un historiador y trato de ver las cosas a lo largo de los siglos. Yo no estoy en la política directa. No soy comentarista de las reformas estructurales ni columnista sobre la reforma educativa ni sobre el aeropuerto. Lo que creo es que el poder en México estuvo concentrado en el PRI por muchísimo tiempo y era muy opresivo, le dio a México cierta estabilidad y progreso económico, pero quiso que los mexicanos fuéramos menores de edad. Esto es lo que hemos vivido durante los últimos 20 años es un caos, es triste, lleno de encono, pero creo que esto es mejor a lo que teníamos en el siglo pasado. Porque es más real. Esto ya no es la adolescencia, esto es la verdad. Nuestro principal problema ahora se llama Estados Unidos. Y son las drogas y las armas y la violencia que nos ha privado ya de que México no tuviera a Tamaulipas, a Michoacán, son narcoestados… no creo que esto se resuelva ni fácilmente ni rápidamente ni con la llegada de un hombre, sino que es obra de todos. Esto es cosa de las instituciones, del liderazgo político y del pueblo.
–¿No estará la humanidad al borde del suicidio?
–Qué bueno, en lugar de hablar de Atlacomulco, hablar de que a veces yo siento lo que usted está diciendo. Tenemos gobiernos autoritarios en casi todo el mundo, la democracia está en retirada, Estados Unidos tiene un presidente que ni en la peor pesadilla de un americano podría pensar que llegaría Donald Trump. Es mucho peor de lo que imaginamos. El enemigo número uno de la verdad, de la prensa, del Washington Post, del New York Times, de los sistemas legislativo y sobre todo el enemigo más grande que ha tenido México desde los Estados Unidos. Lo dije siempre en mis artículos y está en mi libro. Si en Estados Unidos pasa eso, en Hungría, en Rusia, en Inglaterra, el populismo de derecha que cómo no lo voy a detestar. Vengo de una familia judía, con toda mi alma. Por esa misma razón tampoco me gusta el de izquierdas, porque creo que tiene un aura popular, pero termina por ser también una concentración del poder en una sola persona y la reverencia del pueblo a una persona. Sin embargo, no creo que la humanidad se esté suicidando por esa vía. La Guerra Mundial si la hubiéramos vivido, murieron 100 millones de personas. Ese fue el momento del suicidio más cercano. Sí me preocupa el suicidio ecológico, el del medio ambiente. Los hombres somos como el ave fénix, así que confío en las reservas morales.
–Usted está en contra de Hugo Chávez, de los Kirchner pero, ¿qué esperanza tenemos de que haya un gobierno que mantenga las esperanzas de la gente pobre?
–Espero que usted haya leído el trabajo que hice sobre Venezuela. Estamos hablando de cuatro millones de personas muertas de hambre, en una situación que pienso de la cual tenemos poca información. No queremos verla. En el país más rico petrolero de Latinoamérica. Y no la queremos ver porque hay un sesgo ideológico ahí. Viene de una buena causa, pero esa buena causa produce desastres muy grandes. México tuvo gobiernos de enorme vocación social. Lázaro Cárdenas, por ejemplo. Nunca hablaba, le decían la esfinge, cuando llegó a sus seis años se fue del poder, hizo muchísimas cosas por la gente, que lo quería mucho. No limitó la libertad de expresión. Yo cuando fui a Venezuela siempre les decía una cosa es el populismo y otra cosa es la popularidad. Usted no tiene que ser un dictador para ser un gobernante con vocación social. Ojalá si Andrés Manuel López Obrador llega al poder, sea un gobernante tan bueno como Lázaro Cárdenas. Con vocación social, pero que deje detrás la apelación populista y religiosa. Es la vocación de abrir los brazos a los emigrantes, que yo admiro, respeto y hasta entrañable me resulta. Toda mi familia era cardenista. Entre Chávez y Cárdenas no hay ningún paralelismo.
–¿Cómo es el pueblo mexicano?
–Tiene razón López Obrador cuando dice el pueblo bueno. Creo que el pueblo mexicano es un gran pueblo, con corazón, con cultura, con alegría a pesar de todo, con sentido de familia, con fe, con un sentido de humildad y también de honor y de orgullo. Es una bendición ser mexicano. Pero al mismo tiempo, es un pueblo que vive en la zozobra. Muchas familias tienen a su gente en los Estados Unidos, millones dependen del dinero que viene de allá y Trump amenaza con expulsarlos. Luego no pueden vivir en sus localidades por la violencia y la inseguridad, los criminales, los narcotraficantes, los políticos asociados con ellos, México tiene un problema que no tiene desde la Revolución Mexicana y es el de la violencia. Tan grave que vamos a tener que hacer un nuevo pacto social, tiene que haber un espíritu de solidaridad y de concordia, algún tipo de reconciliación, para obrar ante los malos. Los primeros malos son los republicanos y Trump desde los Estados Unidos y todos los compradores de armas que nos las exportan, y los consumidores de heroína y de drogas que son los que fomentan el cultivo en México. Los malos gobernantes, por supuesto. Pero esto no puede ser el esfuerzo de un solo iluminado. Entonces, yo no soy un enemigo de López Obrador, nunca lo he sido y él en las reuniones que yo he tenido con él a lo largo de la historia, por supuesto que se da cuenta que no lo soy. Claro que soy un crítico muy severo, porque no me gusta el culto a la personalidad. En el siglo XX no hay un solo personaje que haya fomentado el culto religioso de su persona y que haya hecho el bien. Encuentro líderes y estadistas, por ejemplo Churchill, por ejemplo, Rooselvet, pero ellos tenían una capacidad y era la de poder decirles que no al pueblo. Yo hago votos para que haya un gobierno de coalición, porque lo que hay que reconstruir aquí es muy fuerte. Y otra cosa: no echar a perder lo que funciona.
–¿Piensa de verdad que si gana López Obrador o si gana Anaya, que habrá un gobierno de coalición?
–Bueno, es lo que yo creo y deseo. Todo el odio que aparece en las redes de los partidarios de Andrés Manuel López Obrador y todo el odio que aparece en las redes de los que están en contra de Andrés Manuel López Obrador, es un veneno para México. Nos va a impedir llegar al 1 de julio para construir un gobierno de coalición. México para enfrentar el peligro de Trump y para enfrentar la disolución del Tratado de Libre Comercio, la violencia, la inseguridad, la corrupción, vamos a necesitar estar juntos, el gran espíritu de reconciliación. No me gusta cuando se habla de amor, el amor es entre las personas, no es una categoría política el amor, está bien en la religión, prefiero el respeto, la tolerancia, el diálogo, el debate, la crítica y luego la negociación. Tenemos que sentarnos a la mesa y juntos sacar a este país. No lo veo fácil, debido a que el ambiente está muy envenenado por las falsas noticias, por las descalificaciones, por las calumnias, de todos lados.