Por Linaloe Flores, Mónica Maristain y Daniela Barragán
Ciudad de México, 3 de julio (SinEmbargo).– “Yo no me avergüenzo de nada. Ni me preocupa tener o no el sello de la televisión. México cambió y yo también. Viví –vivo– una suerte de metamorfosis. Consideré que si en México había libertad había que disfrutarla y contraje la obligación de ejercerla con crítica. Veo a la crítica como a un factor de la democracia.
“En Televisa hice lo mismo que hicieron todos los periodistas de ese tiempo. Todos pasamos por situación muy parecida. Todos tuvimos que apegarnos a las reglas prevalecientes. Las cumplimos rigurosamente. En unos medios se notaba más que en otros. Pero yo fui el más visto durante ¡30 años! Fui símbolo de lo bueno… O de lo malo”, dijo Jacobo Zabludovsky Kraveski en octubre de 2011, entrevistado por el periodista Miguel Reyes Razo, a más de 11 años de su salida de la empresa que comanda Emilio Azcárraga Jean.
A Jacobo Zabludosvsky se le reconoce una larga y brillante trayectoria en los medios de comunicación en México, y una extensa cultura que le permitió ocuparse de los más disímbolos temas. La mayoría de sus discípulos lo llamaban “licenciado” y luego, para muchas generaciones, fue el “Maestro”.
Pero esas tres décadas en Televisa, entonces la única cadena de televisión con influencia nacional y sin competencia de por medio, con un gobierno único y dictatorial comandado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), también marcaron las más fuertes y agudas críticas de su carrera: las de Jacobo “el malo”, el hombre que cada noche, por casi 30 años, informó a un país amodorrado frente al televisor, sobre un México muy diferente al que padecían los ciudadanos de la calle. Una sociedad entonces sin recursos de comunicación, sin partidos opositores, sin una representación civil frente a los poderes y a merced de las decisiones de un solo hombre: el Presidente de la República.
En la memoria colectiva quedan recuerdos de algunas de sus acciones periodísticas más controvertidas.
En la década de los setenta, el Excélsior, entonces dirigido por Julio Scherer García, fue tomado por un grupo de cooperativistas azuzados por el gobierno del entonces Presidente Luis Echeverría Álvarez, quien era el blanco de cuestionamientos por parte de ese diario. Excélsior era entonces el diario más importante del país y uno de los 10 más influyentes en América Latina.
El 8 julio de 1976, cuando los periodistas fueron expulsados de sus instalaciones, Jacobo, “servil a Echeverría como a todos los presidentes priístas que vinieron después, dijo que el cambio administrativo era resultado de una asamblea que se realizó en orden y cumpliendo los estatutos de la cooperativa. Dijo, además, que habían encontrado armas en las oficinas de Scherer provenientes de la guerrilla sandinista en Nicaragua con la que el periodista tenía nexos. Era el fin de ‘una era de periodismo amarillo y desestabilizador de nuestra democracia’, dijo frente a las cámaras”, de acuerdo con el relato del periodista y escritor Vicente Leñero Otero (9 de junio de 1933-3 de diciembre de 2014), consignado en su libro Los Periodistas.
Ocho años antes, la noche del 2 de octubre de 1968, Jacobo abrió su noticiario en Canal 4 diciendo: “Hoy fue un día soleado”. Horas antes, en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, cientos de estudiantes mexicanos habían sido asesinados por elementos del Ejército mexicano, bajo las órdenes del entonces Presidente Gustavo Díaz Ordaz. Esa noche, el periodista consignó un “zafarrancho” en Tlatelolco que, “parecía”, había dejado “lesionados”.
El 1 de enero de 1994, luego de que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se levantara en armas, los presentadores de los diversos noticieros de Televisa, comandados por el licenciado Zabludovsky, emitieron diversos descalificativos contra los integrantes del movimiento y los calificó como “transgresores de la ley”.
“El Ministerio Publico ejerció acción penal contra ocho de los nueve transgresores de la ley detenidos por el ejército el 2 de enero”, dijo el conductor en su noticiero. “En el centro de todo Chiapas. Si el propósito era desestabilizar la economía, lo lograron en gran medida”, dijo entonces el titular de “24 Horas”.
Raúl Trejo Delarbre, doctor en Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de México (UNAM) e investigador titular en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Máxima Casa de Estudios, recuerda: “Las imágenes que tengo de Jacobo son las de un periodista que buscaba perseguir, encontrar y transmitir la noticia. La de su efigie vista una y una y otra vez por la gente de mi generación, todas las noches en el noticiero 24 Horas, con los enormes –y hoy antiestéticos– audífonos calados sobre la cabeza. La imagen del hombre que buscaba noticias, pero que también leía boletines de prensa. Un periodista que repetía las versiones que el poder ofrecía acerca de los asuntos públicos, pero que cada vez que podía trataba de ir un poco más allá y, cuando pudo, ya que salió de Televisa, logró ser el hombre preocupado por difundir el acontecimiento”.
En entrevista con SinEmbargo, reconoce la crónica que hizo en el terremoto de 1985 con el radio-teléfono que tenía en su automóvil: “Iba narrando la devastación de la Ciudad de México mientras avanzaba por las calles. Ese Zabludovsky es el que perseguía la noticia, tenía una compulsión de nota y de ir por los hechos. Pero, también está la contraparte, la del Zabludovsky que muchos recuerdan, que es la del vocero del poder político”.
Para Trejo Delarbre, Jacobo fue parte de un engranaje complejo y tuvo un papel destacado en una época en la que el periodismo se identificaba tanto con el poder, que a veces los intereses eran los mismos. “Es un ambiguo personaje, que no era esquizofrénico, pero que tuvo comportamientos diferentes en circunstancias diferentes”, expuso.
Hace unos años, el académico de la UNAM describió en una charla el significado de la figura de Zabludovsky. “Los mexicanos lo veían religiosamente porque era la única manera de enterarse de lo que pasaba. Por supuesto que se había creado una confianza impenetrable […] Era el único noticiario nacional, no tenía competencia, por supuesto que eso lo convirtió en el rostro más visible. El espacio de acción para los periodistas en general en esa época era muy reducido”.
El periodista Jenaro Villamil coincide con Trejo Delarbre y comenta que “Jacobo Zabludovsky es un ícono del periodismo mexicano, con claros y oscuros. Fue durante 27 años el vocero del sistema, porque además Televisa no tenía competencia y al mismo tiempo era completamente soldado del PRI, no había una oposición. Le tocó la última parte de la era de la maquinaria del PRI absolutamente hegemónica y su papel fue muy triste en 1986, con el fraude de Chihuahua, y más en “1988, cuando “se cayó el sistema” en las elecciones donde compitieron Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Carlos Salinas de Gortari”.
También expone que “él se justificó en muchas entrevistas, recuerdo una particularmente de Reforma, diciendo que así era el sistema y que él tenía que trabajar para ese sistema. La habilidad de Zabludovsky fue reinventarse como periodista después de su salida de Televisa. Lo fueron después de la muerte del “Tigre” Azcárraga en 1997. Ahí se vuelve un periodista más libre, crítico, más plural.
“Hay que ver a cualquier persona, a cualquier periodista, en sus distintos momentos. También hay un Zabludovsky inicial de medio impreso que trabajó en El Heraldo y Novedades, donde fue un buen cronista. Hasta los censores tienen calidad, hasta los periodistas del sistema tenían calidad. Fue por ejemplo un gran entrevistador y el único que obtuvo una entrevista con el Che Guevara [Ernesto Guevara de la Serna] recién instituida la Revolución en Cuba. Fue de los pocos que entrevistó a Salvador Dalí para Latinoamérica y esa es una gran pieza periodística”.
En junio de 2014, Jacobo Zabludovsky fue condecorado por la Cámara de Diputados con la Medalla Eduardo Neri por sus 70 años de actividad periodística.
El periodista Vicente Leñero en su relato de ficción "La Conversión de Jacobo Zabludovsky" atribuyó a éste el siguiente discurso: “Esta mañana no vengo a otra cosa más que a pedir perdón. Quiero pedir perdón a todos los que ofendí o lastimé o desacredité durante mi larga carrera periodística. Perdón por haberme sometido a las exigencias de la empresa en la que trabajaba, del gobierno al que servía, de los políticos a los que me rendí. Perdón por torcer la realidad. Perdón por no haber contribuido en aquellos desafortunados años a la libertad de expresión que ahora pretendo ejercer con profundo arrepentimiento. A eso he venido esta mañana: a pedir perdón”.
Leñero escribió en la Revista de la Universidad de México: “…en marzo del año 2000, cuando se apartó o fue apartado de Televisa por Emilio Azcárraga Jean que deseaba iniciar su gestión sin ataduras, Jacobo Zabludovsky se lavó la cara, las manos, se sacudió de recuerdos y pesadillas, y reinició con extraordinaria vitalidad su camino hacia la conversión. Poco a poco, no de golpe, se transformó en el Zabludovsky el bueno”.
JACOBO, PERIODISTA DE CLAROSCUROS
Jacobo Zabludovsky Kraveski nació el 24 de mayo de 1928 en la Ciudad de México, y fue periodista desde los 14 años… y hasta su último suspiro no dejó de serlo.
Empezó en el oficio como corrector de pruebas del diario El Nacional. Luego escribió una columna en el semanario Claridades y en el taurino El Redondel, para después formarse como redactor en la cadena Radio Continental. A los 19 años ya era el subdirector de noticias de la recién creada estación XEX, fundada en 1947. A los 23 produjo y dirigió el primer noticiario de televisión en Canal 4, que se creó a partir de 1950 a partir de una concesión otorgada a Rómulo O’Farril, y que lo convirtió en el primer canal de televisión de América Latina
En 1971, entrando Jacobo a los 40, se convirtió en el conductor estrella del principal canal de la televisión mexicana: el XEW-Canal 2, creado por Emilio Azcárraga Vidaurreta en 1951; su noticiero, “24 Horas”, fue el primero de su tipo en el país y con él, el periodista alcanzó un renombre nacional e internacional. Era, como él mismo dijo, “su casa”.
No dejó esos reflectores hasta que su hijo Abraham renunció a Televisa en marzo de 2010, luego de que la nueva administración de la empresa le negara la titularidad de otro espacio. Jacobo, en solidaridad con su hijo, también presentó su renuncia.
“La mañana del 30 de marzo del año 2000 yo no sabía que ese día –precisó Jacobo Zabludovsky– renunciaría a Televisa. Renuncié por mi propia voluntad. Renuncié convencido de las firmes valederas razones que tuvo mi hijo Abraham para renunciar a su rango en la misma empresa. Respeté las razones de mi hijo. Días en que convalecía de operaciones de cáncer. Mi decisión tomó por sorpresa a Emilio Azcárraga Jean. Él me había pedido que hiciera desistir a Abraham de su determinación. “Yo también me voy”, le dije. Estábamos en su oficina en San Ángel. Ambos nos pusimos a llorar. ¡Cómo no! Yo había trabajado con su abuelo Emilio Azcárraga Vidaurreta. Y con su padre Emilio Azcárraga Milmo toda la vida. Relación de amistad y dependencia. Yo dependía de él. Y había visto nacer a Emilio Azcárraga Jean. Trabajé ahí ¡50 años! Salí a la calle. Antes, en el umbral entregué al policía el teléfono celular que Televisa me había confiado. Eran las cinco y media de la tarde”, recordó el periodista entrevistado por Reyes Razo.
Ese jueves 30 de marzo de 2000, hace más de 15 años, terminaba una era de la comunicación en México. Pero la línea editorial de Televisa y su intensa relación con los gobiernos en turno no cambió con la salida de Jacobo, y el que se deslindó de la empresa fue él.
En una entrevista con La Jornada, realizada un día después de que entrara a la oficina de Emilio Azcárraga Jean para presentar su dimisión, Jacobo le comentó al reportero Arturo Cruz Bárcenas sobre sus próximos proyectos.
“Mire, yo soy periodista; es lo único que he sido toda mi vida. No he tenido nunca ningún otro trabajo. Soy dueño de mi oficio y lo voy a ejercer”, le respondió animado y casi de inmediato.
Para el escritor, editor y periodista Rafael Pérez Gay “la muerte de Jacobo Zabludovsky significa el fin de una época completa del periodismo mexicano y aun de un México que queda atrás. El México donde la televisión entraba a nuestras casas en la mañana y se instalaba un personaje que nos informaba a diario”.
El también traductor y ensayista mexicano comenta a SinEmbargo que el comunicador no sólo fue eso: “Zabludovsky fue un periodista que llegó a la televisión desde la letra impresa. Él escribía en la revista Siempre, que dirigía el legendario José Pagés Llergo. Era un hombre culto, algo no muy habitual en la televisión hoy. Era un hombre que sabía leer y que conocía a la ciudad de México, la tenía en la palma de la mano. Con su muerte, insisto, se va toda una época de México, queda atrás el México de los periodistas, el México de las grandes entrevistas a Fidel Castro, Salvador Dalí, Gabriel García Márquez y no sabemos muy cuál es el México que vendrá”.
En tanto, Mario González, presentador de la cadena CNN en Español, afirma que “sin duda es uno de los referentes en el periodismo de televisión. Antes de él no existía el oficio periodístico en televisión. A él se debe en gran parte este oficio que mucho hemos seguido. Cosechó muchos amigos y también muchos enemigos a lo largo de su vida. Se lo criticó por cómo trató ciertos temas como la Matanza de Tlatelolco en el ’68 y por su cercanía con el poder que se explica –creo– por la empresa donde trabajaba.
“Creo que también tuvo la virtud de reinventarse en el oficio y estuvo en activo prácticamente hasta su muerte. Se vio entonces otra faceta de Jacobo Zabludovsky a sus ochenta y tantos años. Quedará como un referente al que muchos seguirán imitando, todavía a veces seguimos dando el tono de Jacobo Zabludovsky. Con él se va una fuente de anécdotas muy importante. Lo pude entrevistar el año pasado a propósito de su postulación al Príncipe de Asturias y contó varias, otras se fueron definitivamente con su partida”, plantea a este diario digital.
Más crítico con Zabludovsky, el escritor y periodista Juan Carlos Proal considera que “es curioso que en los últimos años La Jornada, el PRD [Partido de la Revolución Democrática], el GDF [Gobierno del Distrito Federal], lo hayan reivindicado, mostrándolo como un hombre honorable, un gran periodista y la verdad es que no sé a título de qué. Su trayectoria estuvo ligada al oficialismo, su labor nunca hizo contrapeso, sino por el contrario fue el vocero de Televisa y por ende del sistema. De repente en los últimos años fue reivindicado y me siguen inquietando las razones. Efectivamente, era un gran conversador, un hombre culto, pero de ahí a elevarlo al rango de excelente periodista. ¡No!, al contrario, es un hombre que hizo mucho daño al país sirviéndole al soldado del PRI, Emilio Azcárraga Milmo”.
“Jacobo Zabludovsky es como Manuel Bartlett, Ricardo Monreal, que juegan un poco al papel del intelectual crítico y por eso los reivindicamos y apapachamos. Olvidamos toda la trayectoria, de dónde vienen, quiénes son. Jacobo Zabludovsky es reflejo de cómo solemos olvidar la historia y a cambio dejarnos llevar por el presente inmediato”.
EL TRABAJADOR INCANSABLE
La noche del 19 de enero de 1998, Jacobo Zabludovsky apareció por última vez en “24 Horas”, el noticiario estelar de Televisa y la ventana a través de la cual, se hizo de esa fama suya tan ambivalente; de hombre de profundo profesionalismo y a la vez, de asidero del sistema impuesto por el partido hegemónico en el poder, el Revolucionario Institucional (PRI). Los últimos 15 minutos de la emisión fueron de duraderos abrazos y apretones; también de lágrimas.
Sin Jacobo Zabludovsky al aire, por lo menos simbólicamente, empezó el fin de una época en México. Emilio Azcárraga Jean tenía 29 años de edad y cumplía apenas nueve meses al frente del Consejo de Administración del Grupo Televisa. La muerte de su padre, “El Tigre Azcárraga”, el 16 de abril de 1997, lo había llevado a ese puesto que durante su adolescencia había negado como aspiración.
De su salida de Televisa, la empresa en la que trabajó casi 40 años, Jacobo Zabludovsky siempre expuso que se debió a un acto de solidaridad con su hijo, Abraham, quien no había sido considerado para un noticiario estelar. Lo cierto es que su salida coincidió con otros cambios dentro del emporio: también concluyó el legendario programa de espectáculos “Siempre en Domingo”, conducido por Raúl Velasco, cuyas transmisiones sucedieron en paralelo con las de “24 Horas”.
Además, se había iniciado una competencia por las audiencias. Comprada por el Grupo Salinas en 1993, Imevisión –la otrora televisora del Estado– se había transformado en TV Azteca y su noticiario “Esta noche en Hechos” conducido por Javier Alatorre tenía los primeros sitios en las mediciones de audiencia.
Así que Jacobo Zabludovsky falleció alejado de la televisión donde se le vio durante casi 30 años con sus audífonos y gafas gigantes, y un lápiz amarillo puesto sobre la oreja derecha. El espacio en el que colegas, empleados y gobernantes le llamaron “licenciado”. Él, a veces, respondía: “Es más difícil ser señor que licenciado”. Esa ante la que transcurrió buena parte de su biografía o la misma, sin la que podrá entenderse su biografía.
Trabajador imparable, una vez que dejó la pantalla grande, inició el programa radiofónico “De una a tres, con Jacobo Zabludovsky” en Radio Red, de la cadena Radio Centro. Fueron los últimos años del periodista en que se asumió como crítico y detractor del poder. Una de las secciones se llamaba “parte de guerra” en tiempos en que Felipe Calderón Hinojosa, Presidente de 2006 a 2012, pedía que no se usara tal palabra para describir su política contra el crimen organizado. Constante en su editorial, logró que se suspendiera la construcción del tranvía que atravesaría el Centro Histórico capitalino, cuya concesión ya había sido sometida a concurso por el Gobierno del Distrito Federal a cargo de Marcelo Ebrard Casaubón. En varias ocasiones, aprobó algunas acciones de Andrés Manuel López Obrador, figura de la izquierda.
El 22 de junio pasado fue su última transmisión ante el micrófono. Lo despidió, como siempre, con un “tango extraño y desconocido” de Carlos Gardel. Ese día, hizo también su última entrega, la columna “Bucareli”, al periódico El Universal.
De sí mismo, decía : “Reportero. Eso es lo único que yo soy y he sido”.
TRANSMISIONES HISTÓRICAS
En el estudio de Chapultepec –primero de Televicentro y luego de Televisa– Jacobo Zabludovsky transmitió durante casi 30 años, las coberturas cruciales de la política nacional e internacional para un auditorio que no contaba con otras opciones en la televisión, ni informativas, ni de entretenimiento. En 1970, cuando se inició el noticiario “24 Horas”, el PRI cumplía cuatro décadas en el Gobierno federal. Politólogos e historiadores de diferentes perspectivas académicas como Lorenzo Meyer o Alejandro Rosas coinciden en que en aquella época en México no pasaba nada sin que el Presidente de la República lo avalara o, incluso, lo decidiera.
Zabludovsky presentó un noticiario que en cualquier circunstancia respetó la figura del Presidente en turno. En los espacios editoriales, al Primer Mandatario no se le tocaba ni con la más mínima expresión que pudiera resultar adversa. En los 80, Héctor Kiev “Tacho” [quien falleció en enero de este año], mantuvo una sección en la que contaba las noticias en verso, en una parodia de las declamaciones sobre la Revolución del actor Ignacio López Tarso. Sus improvisaciones siempre incluían la frase “paloma vuela y dile…”. Cuando asumió el poder, Miguel de la Madrid Hurtado, “Tacho” tuvo que convertir a la paloma en “gaviota” porque la primera dama se llamaba Paloma Cordero.
En el ámbito financiero, a “24 Horas” no le faltó nunca el reporte de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) y de otros mercados del mundo. En cuanto a los Deportes, sólo “Los Toros” de los que Zabludovsky era aficionado, tuvieron inclusión fija. “No era afín a la información deportiva; pero la consideraba porque significaba noticia. Todo lo que fuera noticia debía estar y seguirse”, comentó en Radio Red, a pocas horas del deceso, el cronista taurino Heriberto Murrieta, quien lo acompañó en la emisión de “24 Horas” desde 1988 hasta 1998.
Pese a ello, realizó entrevistas a connotados deportistas. Una fue al boxeador Muhummed Alí quien en Inglés, le dijo: “No eres tan tonto como pareces”. Tras un corte de anuncios comerciales, Jacobo Zabludovsky dijo que dudó en traducir tal frase y que el pugilista lo había hecho sudar “la gota gorda”.
En 1994, antes de que la Presidencia de la República diera a conocer de manera oficial, la muerte de Luis Donaldo Colosio, candidato presidencial del PRI, Jacobo Zabludovsky se adelantó a través del reporte de la conductora Talina Fernández, quien trabajaba en esos momentos para Televisa Tijuana y se había incorporado a la gira del priista; al lado de Diana Laura, la esposa. –¡Talina, dile al médico que el pueblo de México necesita saber!, ordenó un Zabludovsky enérgico. Talina Fernández consiguió a empellones el parte médico que indicaba que el candidato había fallecido. Segundos después, el vocero de la campaña, Liébano Sáenz, confirmó la noticia.
Tres años antes, durante la Primera Guerra del Golfo Pérsico (1991), otra anécdota había pasado a la memoria de los televidentes. La corresponsal Érika Vexler transmitió desde su cuarto de hotel de Tel Aviv, Israel, un supuesto bombardeo nuclear por parte de Irak. Zabludovsky usó un tono dubitativo: –Erika, dime ¿qué esta pasando? “Nos están bombardeando Jacobo, es un ataque nuclear”. Luego, la transmisión fue cortada y Vexler no volvió a reportar para Televisa. El bombardeo no era cierto.
Jacobo sería también protagonista de transmisiones memorables e históricas, como la de la llegada del hombre a la luna, el 20 de julio de 1969. Cuando Neil Armstrong descendió del Apolo 11 y se convirtió en el primer ser humano en pisar la Luna, millones de mexicanos fueron testigos a través de las imágenes y el relato de Zabludovsky.
“Siendo en México las 8:56 de la noche del 20 de julio de 1969, el primer ser humano ha puesto su pie sobre la superficie lunar. Es sencillamente extraordinario señoras y señores, nos sentimos sumamente emocionados. Está pisando la superficie lunar. Este ha sido el instante, la fracción de segundo, el relámpago que divide dos épocas como en medio de un abismo”, dijo en su crónica ante el azoro y el delirio de los televidentes.
Otra narración inolvidable es la que el periodista hizo el 19 de septiembre de 1985, cuando a las 7:19 horas la Ciudad de México se cimbró ante el terremoto más devastador de su historia.
“Algunas veces la labor informativa se ve sujeta a la necesidad de no hacer alarmismo ni amarillismo; hoy, cualquier cosa que se diga, dentro de los límites de la realidad, se ajusta a la esfera de una tragedia sin precedentes”, dijo mientras su voz se entrecortaba.
San Juan de Letrán en ruinas, lo mismo el hotel Regis de avenida Juárez que terminaba de derrumbarse, mientras su descripción buscaba más palabras para decir lo que había sucedido a la gente que lo escuchaba por la XEW.
“Este es el peor desastre que ha sufrido la ciudad en lo que va de este siglo. El número de muertos lo ignoramos. El número de heridos es elevado. La cantidad de pérdidas materiales es incalculable”, añadió mientras otros medios permanecían sacudidos y en silencio.
Hasta su última hora, la controversia persiguió al periodista. Si bien la lista de galardones por su labor es larga; apenas el 18 de mayo pasado la Universidad Veracruzana (UV) le negó el Doctorado Honoris Causa luego de una petición de más de tres mil personas en la moderna plataforma de Change.org. que adujeron que el conductor había permanecido unido al poder durante 30 años de su ejercicio.