El Gobernador mexiquense Eruviel Ávila se sonroja y huye cuando le preguntan por qué no recibe a las madres de las mujeres asesinadas en su estado. El presidente nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), César Camacho Quiroz, insiste en que su partido es lo mejor que puede pasarle a los mexicanos. El Secretario de Educación Pública (SEP), Emilio Chuayffet Chemor, afirma que eso de la violencia no es tema escolar, sino de los hogares y los medios de comunicación. El Presidente Enrique Peña Nieto calla ante el desfile de sepelios de mujeres en su entidad natal, el Estado de México. Todos ellos tienen algo en común: han gobernado el estado más poblado y con mayor dotación de recursos públicos de México. Y, entre coloretes sobre las mejillas, fanfarrias, evasivas y silencios, en esa entidad un niño desenfunda un arma y dispara a otro en la frente a media clase; un policía golpea con brutalidad al hijo de su novia y huye, y se siegan las vidas de las más pequeñas, porque una cosa es clara: en los últimos 23 años, el estado que ha sido gobernado por esos hombres del PRI es también el peor sitio para ser niña en todo el país.
Ciudad de México, 3 de junio (SinEmbargo).– Una niña de dos años y cuatro meses fue golpeada en el Estado de México todos los días del resto de su vida por su padrastro, apenas dos semanas después de que el hombre se instalara en su casa.
La tortura adquirió especialización; en una ocasión, después de que el hombre obligó a su novia a tener sexo, encendió un cigarrillo, levantó la blusa de la niña y oprimió la brasa en cuatro ocasiones contra su abdomen.
Algo le atraía de ese lugar del cuerpo, adonde regresaba con frecuencia. Ahí la mordía.
El hombre propuso a su madre dos alternativas para cesar las golpizas: regalarla o venderla. Ella juraría a las autoridades que intentó abandonarlo, pero él amenazó con matar a su hija; fue convincente, tomó un machete y lo meció sobre la cabeza de la menor.
Su madre quiso salvarla, arrebatarla, pero él alcanzó a golpear su cuello. La mujer se diría sin opciones más que cuidar, en la misma casa, la recuperación de la nena. La bañó al día siguiente.
–¡Ya está grandecita, puede hacerlo ella sola! –bramó él y la arrojó al suelo. La pateó hasta dejarla inconsciente. Al día siguiente la niña no despertó, sólo respiraba agitada. Su madre decidió llevarla al hospital. Fue inútil.
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La historia –sin detalles del municipio, nombres ni fechas– es tomada del informe Qué hay detrás de los feminicidios. Una lectura sobre sus redes sociales y culturales: la construcción de nuevas subjetividades, elaborado por Jimena Valdés Figueroa, investigadora académica sobre asuntos de género, en coautoría con Nelson Arteaga.
El estudio se basa en el análisis de 121 averiguaciones previas de homicidios contra mujeres registrados entre 2005 y 2007 –durante el gobierno mexiquense de Enrique Peña Nieto– y catalogados por la propia Procuraduría del Edomex como dolosos.
El informe, realizado desde la Universidad Autónoma del Estado de México, obtuvo en 2009 el Premio Iberoamericano de Ciencias Sociales y es atraído ahora porque, mientras el gobierno del Estado de México se obstina en negarse a admitir la alerta de género por las altas tasas feminicidas, la entidad del Presidente resulta el peor sitio en el país para ser una niña pequeña.
En ninguna parte de México como en esa entidad han muerto menores de cinco años, de acuerdo con las tasas de asesinatos intencionales pro grupos de edad elaborados por SinEmbargo.
Los números mostrados indican la tasa, es decir, el número de muertes por agresión por cada 100 mil mujeres residentes en el estado de referencia y en niñas menores de cinco años.
Se resaltan en color amarillo las tasas consideradas “altas”, con valores de entre 3 y 6, y “muy altas”, coloreadas en rojo. Este criterio es tomado del estudio Feminicidio: Un Problema Global, un análisis internacional elaborado por el proyecto Small Arms Survey –Estudio de las Armas Ligeras–una iniciativa independiente del Instituto de Graduados de Estudios Internacionales y de Desarrollo con sede en Ginebra, Suiza.
En Feminicidio: Un Problema Global, se identifica a El Salvador con la mayor tasa feminicida mundial con un valor de 12 y a Jamaica como el segundo sitio internacional con tasa de 10.9.
Como se observa, en 1994 la cifra fue superior en el Estado de México a la jamaicana y únicamente para el caso de pequeñas menores de cinco años.
Ese año, el Edomex fue gobernado por Emilio Chuayffet Chemor, el Secretario de Educación Pública que considera la violencia infantil como un tema doméstico y mediático. Ese año fue el peor para las niñas en los 23 años analizados y en las 32 entidades revisadas.
Entre 1990 y 2012, periodo empleado para el análisis, el Estado de México sólo tuvo tres años sin tasas por encima de las “altas”, en tanto que acumuló nueve años muy malos durante los cuales fueron gobernadores, además de Chuayffet, Ignacio Pichardo Pagaza y César Camacho Quiroz, el Presidente del PRI.
En los cuadros se muestran los demás estados que frecuentemente rebasaron los tres eventos mortales por cada 100 mil niñas. A diferencia de esas entidades, el Estado de México no muestra un solo año con tasa cero.
Llama la atención la situación en Tlaxcala, que al menos durante el medio siglo ha sido escenario de trata de mujeres adolescentes con fines de explotación sexual.
Colima resulta interesante, porque sus tasas feminicidas para todas las edades no son tan elevadas como las acusadas en las nenas.
Baja California se antoja como un interesante estudio de caso, pues entre 2008 y 2009 la cantidad de pequeñitas asesinadas se multiplicó por 11 y si bien descendió durante los dos siguientes años, no sólo no volvió a las cifras anteriores, sino que en 2012 mostró otra alza considerable. Todo ocurre en medio de la insistente propaganda gubernamental de ese estado, gobernado por el PAN, del supuesto descenso de la violencia relacionada con el narcotráfico.
Chihuahua, estado considerado internacionalmente como un mal sitio para ser mujer por los casos del desierto juarense, rebasa cinco años la tasa “alta” y su pico más elevado es de la mitad que el alza mexiquense más pronunciada.
Quintana Roo puede considerarse un tanto errático, pero con drásticos pronunciamientos en algunos de sus años.
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Tras revisar el país en su conjunto, una de las conclusiones es que ningún estado quedó exento de asesinatos de niñas menores de 5 años entre 1990 y 2012.
Respecto del Estado de México, las series, ordenadas de la entidad con mayor a menor tasa en cada año, se puede decir que ocupó la primera posición en 12 ocasiones, más de la mitad. Bajo este criterio, la estampa es más desalentadora incluso que la vista en el cálculo de las tasas de homicidios intencionales de mujeres sin distinción de edad.
También que el Edomex nunca descendió de la séptimo plaza como peor sitio para la vida de las niñas.
Es relevante que el Estado de México que con excepción de dos años, 2008 y 2011, en que ocurrió un empate, siempre ha mostrado más tendencia feminicida de niñas que su vecino de mayor tamaño, el Distrito Federal.
El Estado de México es invariablemente más brutal con sus niñas que Michoacán, otro de sus vecinos, el considerado más vulnerable en la región en términos de seguridad pública. La política no está exenta de ironías: el comisionado en Michoacán nombrado por Peña Nieto para Michoacán, Alfredo Castillo, fue Procurador de Justicia del Estado de México en que este sitio fue más feminicida que Michoacán.
Igualmente con su limítrofe Guerrero, que a pesar de sus pugnas y confrontaciones abiertas de los cárteles de las drogas, ha mostrado peores tasas que el Edomex en sólo dos años. Lo mismo ocurre con el caso de Tlaxcala, cuyos municipios del sur han mostrado vocación para la producción de lenones y proxenetas.
Puebla y Querétaro, los otros dos estados próximos, se quedan lejos del estado del Presidente, el peor lugar para ser niña en México.