Mexicanos y sanos | El poder de… la flor de calabaza

03/03/2017 - 12:04 am

Este alimento contiene flavonoides que protegen el sistema cardiovascular, también es fuente de ácido fólico y vitamina A.

Por El Poder del Consumidor

Ciudad de México, 3 de marzo (SinEmbargo).– La flor de calabaza, como su nombre lo indica, es la flor comestible de la planta de la calabaza de color amarillo-naranja y en forma de embudo.

Las más utilizadas para uso culinario son las de la especie Cucurbita pepo. El fruto, la calabacita, fue junto con el frijol y el maíz uno de los alimentos básicos de la dieta mesoamericana.

En ese tiempo, la flor de calabaza era conocida como ayoxochquilitl, del náhuatl, destacando que quilitl significa hierba comestible. En la misma planta hay flores masculinas y femeninas, las cuales dan el fruto.

La temporada de mayor producción es durante las lluvias por la humedad que requiere.

¿QUÉ NUTRIMENTOS APORTA?

La flor de calabaza es particularmente rica en vitamina A y ácido fólico, potasio, calcio.

Como la mayoría de las verduras, provee muy pocas calorías por lo que es una excelente opción para incluir en los guisados y platillos, permitiendo una sensación de llenado en forma saludable.

El pigmento amarillo-naranja característico de la flor de calabaza indica que contiene flavonoides, unos compuestos que funcionan como antioxidantes, los cuales inhiben la oxidación del colesterol malo que obstruye las arterias.

Además, por sí mismos los flavonoides tienen la capacidad de dilatar los vasos sanguíneos, contribuyendo a una adecuada presión arterial y por ende disminuye el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Antes y durante del embarazo la flor de calabaza constituye un alimento ideal que puede complementar el ácido fólico necesario para el adecuado desarrollo del feto.

¿CUÁNTO CUESTA?

El manojo de flor de calabaza se puede encontrar entre $10 y $15 pesos.

¿CÓMO SE RECOMIENDA CONSUMIRLA?

Las flores de calabaza se conservan por poco tiempo, por lo que es importante consumirlas el mismo día o al día siguiente que se adquieren.

Se pueden preparar en quesadillas o guisos, o comer crudas en ensaladas.

Por su ligero sabor, se suelen combinar con epazote, de sabor más fuerte.

Es común freírlas o capearlas, sin embargo no es una práctica recomendable, ya que este proceso no sólo agrega calorías sino que también grasas que aumentan el colesterol malo en sangre y con ello incrementan el riesgo de enfermedades del corazón.

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