El terror en la comunidad de Chacotla, municipio de Mochitlán, Guerrero, no cesa. Esta madrugada, un comando ingresó al pueblo, saqueó casas y secuestró a otras dos personas. La noche del lunes, el grupo armado ya había ingresado al pueblo y tras cinco horas de perpetrar un ataque a tiros, se llevó a ocho personas, de las cuales mató a seis. Las víctimas de este viernes son el padre y el hermano de uno de los asesinados. Y, de nueva cuenta, ni el Ejército, ni las policías Federal estatal o municipal estuvieron para evitarlo.
Por Zacarías Cervantes
Mochitlán, Guerrero 3 de febrero (SinEmbargo/El Sur).- Esta madrugada regresaron integrantes del grupo armado que irrumpió el lunes en la comunidad de Chacotla, municipio de Mochitlán, y se llevaron a Esteban y a Enedino Chino, quienes son el padre y el hermano de Álvaro Chino Romero, uno de los seis jóvenes que fueron asesinados el miércoles.
Habitantes del lugar pidieron nuevamente la presencia de las fuerzas policiacas y del Ejército para garantizar la seguridad del resto de los habitantes.
También familiares de las dos mujeres que fueron privadas de su libertad y liberadas por los hombres armados demandaron resguardo policiaco para que puedan abandonar la comunidad ante el riesgo en que se encuentran.
Los hombres que regresaron la madrugada de este viernes volvieron a saquear algunas de las casas después de que se retiraron los policías federales que llegaron ayer en la noche.
Este jueves en un ambiente de temor, indignación y reclamos de justicia a los gobiernos estatal y federal, fueron sepultados en distintos momentos en la comunidad, cinco de los seis jóvenes que fueron levantados entre la noche del lunes y la madrugada del martes. Sus cuerpos fueron encontrados la mañana del miércoles en El Pochquelite, en la carretera Mazatlán- El Salado y Lagunillas.
El sexto cadáver fue sepultado en Mazatlán, en donde los hombres armados que regresaban de Chacotla la madrugada del martes pasaron a levantarlo a su casa y junto con los otros cinco fue ejecutado en el mismo lugar.
Chacotla es un pueblo al que se llega por un camino de terracería. Está ubicado al oriente de Mazatlán. Allí fueron sepultados el medio día de este jueves Álvaro Chino Romero de 24 años de edad, y por la tarde fueron sepultados los hermanos Juan de 17 años e Isaías de 22, de apellidos Cabrera Peña. Con unos 20 minutos de diferencia fueron trasladados al panteón los también hermanos y primos de los primeros Ismael de 16 años y Gabriel de 21, de apellidos González Cabrera.
Los cinco jóvenes de esta localidad fueron levantados la noche del lunes por un grupo de al menos 40 hombres que portaban armas de alto poder, que irrumpieron en la localidad de unos 800 habitantes a las 10 de la noche y se mantuvieron hasta las 3 y media de la madrugada del martes. A esa hora se llevaron a los cinco hombres y dos mujeres de este pueblo, según los testimonios que fueron recogidos este jueves durante el sepelio.
A OTRO MÁS LO PASARON A LEVANTAR A MAZATLÁN
El miércoles por la mañana soltaron sólo a las dos mujeres y mataron a los seis jóvenes en un punto ubicado a un kilómetro de Mazatlán, en la carretera que comunica a los pueblos de El Salado y Lagunillas.
Durante las casi cinco horas y media que se mantuvieron en Chacotla los hombres armados sometieron a varios de los habitantes, rafaguearon las fachadas de unas cuatro casas y se metieron a varias más donde saquearon objetos de valor.
Un hombre que fue sometido por los delincuentes contó ayer que éstos gritaron que iban por El Tigre, Gabriel González Cabrera, padre de los jóvenes Gabriel e Ismael, quien ya tiene mucho que no vive en el pueblo, “pero yo pienso que si les debe algo hubieran ido con él, y no se hubieran metido con sus hijos, ellos eran casi unos niños y gente trabajadora, no se metían con nadie”, contó el hombre visiblemente consternado.
Entre los habitantes de este lugar se percibe la indignación e inconformidad en contra de las autoridades de los tres órdenes de gobierno, porque no les brindaron ayuda.
Uno de los habitantes entrevistado en el panteón mientras esperaba que se terminaran de abrir las tumbas de sus dos sobrinos, Gabriel e Ismael, aseguró que personalmente estuvo llamando al número de emergencias 911, a la Policía Estatal y al Ejército pero que nadie llegó a apoyarlos.
Explicó que también llamó a la Policía Municipal que se encuentra en Mazatlán pero sólo le dijeron que transferirían su denuncia a la Policía Estatal, pero nadie llegó. Explicó que las corporaciones policiacas pudieron haber llegado a tiempo porque Chacotla se encuentra a 40 minutos de Chilpancingo y Mazatlán a unos 15 minutos.
DURANTE EL VELORIO, LOS FAMILIARES RECIBIEORN AMENAZAS POR TELÉFONO DE QUE REGRESARÍAN A "REVENTARLOS"
Entre los habitantes hay temor, porque todavía la tarde del miércoles ya cuando tenían a sus cuerpos velando, –Isaías y Juan en la Iglesia de la Virgen de Guadalupe del centro del pueblo, y Gabriel e Ismael a unos 20 metros en la casa de su abuela–, los familiares recibieron amenazas por teléfono de parte de los hombres armados quienes les advirtieron que regresarían para “reventarlos”.
“Si no vamos hoy [el miércoles] llegamos mañana” [el jueves], les advirtieron a algunos de los familiares vía teléfono celular. Los números se supone que los consiguieron de los teléfonos que les quitaron a las víctimas.
La gente del pueblo insistió en que quienes entraron la noche del lunes fueron “policías comunitarios de la UPOEG” que opera en los pueblos de Petaquillas, Palo Blanco y Acahuizotla, en referencia a la Policía Ciudadana de esta organización que opera en esos pueblos.
Aseguraron que estos policías comunitarios iban “revueltos” con delincuentes, pero que todos llevaban armas de alto poder, “no escopetas ni rifles”.
Un familiar de las víctimas acusó directamente a Bruno Plácido Valerio, aún cuando éste en conferencia de prensa el miércoles pasado deslindó a esa organización e incluso anunció que proporcionará datos a la Fiscalía General del Estado de qué grupo delincuencial participó en estos hechos.
Los pobladores denunciaron incluso que en las amenazas que todavía les hicieron el miércoles, les dijeron que eran de parte de Bruno Plácido Valerio, Celso Ortega e Isaac Navarrete.
Mientras esperaba la llegada de los cuerpos, un vecino de dos de las víctimas exigió al gobierno del estado que se realice una investigación y que se castigue a los responsables, “nosotros somos gente trabajadora, de paz, no nos dedicamos más que a nuestro trabajo, no es justo lo que nos vinieron a hacer”, dijo.
A unos 10 metros, yacía dentro de su tumba el cuerpo de la víctima que fue sepultada primero, el medio día de ayer en el panteón de este pueblo, ubicado en lo alto de un cerro al que se llega por un accidentado camino. Sobre la lápida del cemento aún fresco había una cruz formada con pétalos de cempasúchil. En los extremos cuatro maceteros con gladiolas y gardenias rodeaban el nombre que llevó en vida: Alvaro Chino Romero.
En la parte superior, a unos ocho metros, una cuadrilla de hombres abrían cuatro sepulturas más, destinadas para Gabriel e Ismael González Cabrera, y sus primos, Isaías y Juan Cabrera Peña. Fueron sepultados después de las 4 de la tarde.
El hombre que cuenta lo que vivió la noche del lunes es vecino de los cuatro jóvenes.
Dijo que después de las 10 de la noche, cuando oyó la balacera cerca de la casa de sus sobrinos Gabriel e Ismael, corrió hacia allá pero al llegar fue sometido por los delincuentes. Lo tiraron al piso, pero la confusión era tanta que hubo un momento que lo dejaron libre y fue a su casa por su hija, la sacó para esconderla, cuando regresó por su mujer ya no pudo entrar, su vivienda estaba rodeada y su esposa adentro.
“Pensé que me querían a mí y que a mi mujer la iban a respetar así que me tiré a esconder al monte y regresé a las 6 y media, ya cuando se habían ido, entonces me enteré que se habían llevado a mi mujer junto con la otra señora”, dijo.
Aseguró que los delincuentes se comunicaron con los familiares en las primeras horas y que por la libertad de todos ellos les pidieron un millón y medio, aunque después se bajaron a un millón, “pero cómo les íbamos a dar esa cantidad, si no somos gente de dinero, vivimos de lo que sembramos, maíz y frijol, apenas nos alcanza para comer”, dijo.
Los siete levantados de Chacotla, –cinco jóvenes que fueron ejecutados y las dos mujeres liberadas–, estuvieron en poder de sus plagiarios todo el día y la noche del martes. Aproximadamente a las 6 de la mañana del miércoles a las dos mujeres las soltaron en la entrada de Mazatlán, justo donde se encuentra el arco. Los hombres armados se llevaron todavía con vida a los cinco vecinos de Chacotla y al de Mazatlán.
Los seis aparecieron muertos con el tiro de gracia minutos después en el punto conocido como El Pochquelite rumbo a El Salado y Lagunillas, que se encuentra unos 2 kilómetros adelante de donde soltaron a las dos mujeres.
El esposo de una de ellas cuenta que las mujeres no supieron dónde las tuvieron porque las vendaron, “a quienes no vendaron fue a los hombres, quizás porque los iban a matar”.
CHACOTLA, SIN VIGILANCIA
Los cinco cuerpos fueron sepultados sin la vigilancia de ninguna corporación policiaca, aún cuando los habitantes solicitaron resguardo policiaco y militar dese el miércoles pasado. Ese día solamente llegaron algunas horas cinco patrullas de la Policía del Estado y se regresaron. Desde la mañana de ayer la comunidad se encontraba sin vigilancia.
El temor entre los habitantes se percibía al instante en los dos lugares donde se velaban los cuatro cuerpos. En la casa de la abuela de Gabriel e Ismael, a espaldas de la iglesia de la Guadalupe, una banda de música de viento tocaba canciones fúnebres y alguno que otro corrido, “Simón Blanco, fue uno de ellos”. La Banda que vino del pueblo de El Salado, apenas podía disimular los nervios de los acompañantes.
Uno de ellos se quejó de que el gobierno abandonó a su suerte a los habitantes de esta comunidad, “no puede ser que estemos a merced de los grupos criminales y el gobierno abandone su responsabilidad de brindarnos seguridad, ¿entonces para qué está, si no puede garantizarnos mínimamente el derecho a la vida?”, dijo afuera de la humilde vivienda de adobe y teja en donde los cuerpos de Gabriel e Ismael yacían en dos ataúdes, uno café y otro blanco.
Diez minutos después los cuerpos fueron sacados y los llevaron a recorrer algunas calles del pueblo despidiéndose de las casas de algunos de sus familiares.
También pasaron a la iglesia de la virgen de Guadalupe de donde unos 20 minutos antes habían salido los restos de los hermanos Isaías y Juan.
Para entonces ellos ya entraban a las instalaciones del panteón a donde apenas fueron acompañados por un grupo reducido de familiares cercanos, el resto de la gente evitó acompañarlos por temor, debido a que el gobierno no atendió su petición de que les mandaran seguridad cuando menos durante las exequias.
Los cuerpos de Gabriel e Ismael también fueron acompañados al panteón por pocos familiares, a pesar de que la gente de estos pueblos es solidaria en situaciones como ésta. Pudo más el temor ante la violencia que ya llegó aquí, “un lugar donde hasta hace poco se respiraba pura paz, pura amistad entre nosotros”, dijo uno de los pobladores, quien, como todos, quiso hablar sólo si se respetaba su anonimato.
En la noche un vecino informó que llegaron policías federales, ocho patrullas, cuatro se quedaron en la entrada del pueblo y las otras adentro.