Óscar de la Borbolla
02/07/2018 - 12:00 am
El primer paso hoy
Estoy escribiendo esta nota a unos días de su aparición, el lunes 2 de julio, y deseo con toda el alma que la votación y el conteo se hayan llevado a cabo de manera legal. Si es así, lo primero que deberá hacer, gane quien gane, será buscar la conciliación y la reconciliación de un país hondamente dividido, más que dividido, fracturado.
Estoy escribiendo esta nota a unos días de su aparición, el lunes 2 de julio, y deseo con toda el alma que la votación y el conteo se hayan llevado a cabo de manera legal. Si es así, lo primero que deberá hacer, gane quien gane, será buscar la conciliación y la reconciliación de un país hondamente dividido, más que dividido, fracturado.
Ya no es el país que conocí en mi pubertad, cuando los libros de texto lo representaban como un cuerno de la abundancia y, aunque exagerado en la ingenuidad, todavía resultaban verosímiles las representaciones fílmicas en las que figuraban Cantinflas o Tintán; el de ahora es un país desgarrado por las desigualdades económicas, culturales... qué digo desigualdades: lo que hay son barrancos, abismos sociales.
Un país donde el crimen organizado y desorganizado nos priva no solo de la tranquilidad de salir a la calle o de subir al Metro o de andar uno en su coche o de tener un negocio, una sencilla miscelánea, sino hasta de la tranquilidad de estar uno en su casa encerrado, porque hasta ahí llega el peligro: me consta.
Un país saqueado por los políticos, entregado para su explotación a los capitales; donde no hay seguridad laboral ni salarios dignos ni la esperanza remota de vivir de una jubilación.
Un país de gordos desnutridos y con una juventud sin esperanzas y sin interés por la lectura.
Un país cuya miseria expulsa hacia la frontera norte la fuerza de trabajo y que es maltratado y amenazado por el gobernante de allende esa frontera.
Un país que no confía en ninguna de sus instituciones, un país para el que se ha vuelto habitual que la corrupción campee en todos los órdenes y en todos los niveles. Un país en el que, como diría Hannah Arendt, se ha dado la banalización del mal, solo que en nuestro caso esa banalización ha sido en extremo, pues nos hemos acostumbrado a la ignominia: a que nos mientan, a que nos roben, a que no se pueda confiar, a que las personas desaparezcan y a que aparezcan cabezas tiradas en las plazas: a que sea cotidiano el horror.
Esto es lo que va a enfrentar o debería enfrentar quien hoy está celebrando su triunfo en las elecciones.
Un primer paso es, como dije al principio, buscar la unión de México. El estado del país no permite que este paso sea opcional.
@oscardelaborbol
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