“Somos más pobres que los pobres”: Líder de campesinos migrantes en EU; denuncia ola de ataques de ultras

02/07/2014 - 12:04 am
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Agricultores migrantes son sometidos a largas jornadas de trabajo, no cuentan con garantías de seguridad social y sus sueldos son muy bajos: Carlos Marentes, fundador del Proyecto Organizativo Sin Fronteras. Foto: Especial

Ciudad de México, 2 julio (SinEmbargo).– En otoño de 2012, una mujer recolectora de tomates cayó de una escalera mientras cumplía su función de agricultora en un invernadero de Nueva York, Estados Unidos. Sufrió graves daños. “Los mayordomos de la empresa se la llevaron y en  la clínica le preguntaron de dónde provenía, cuando dijo que era de México inmediatamente la regresaron al trabajo, tomó sus cosas y  la llevaron a la terminal de camiones para que se regresara, porque ya no iba poder trabajar”, narró Carlos Marentes, líder del Proyecto Organizativo Sin Fronteras de El Paso, Texas.

A aquella mujer, quien no tuvo acceso a atención médica, tampoco le fueron resarcidos los daños que le ocasionó el accidente y, además, su patrón se deslindó del pago que le merecían tres meses de arduo trabajo porque “no terminó con el contrato establecido”.

“Esos casos se dan muy seguidos, son de los tantos problemas que los trabajadores migrantes de la agricultura están sujetos con ese tipo de contratos que los obligan a quedarse con ellos”, explicó el líder social que desde 1980 fundó la organización que ayuda a los trabajadores migrantes a exigir mejores condiciones laborales.

El hombre que llegó Estados Unidos en 1970 con esperanzas de mejorar su calidad de vida expresó que la discriminación que reciben tanto de empleadores, autoridades y la sociedad en general, cada vez es mayor, y se acentúa con las nuevas visiones que él llama “antimigrantes”. Por un lado se encuentra la constante amenaza que viven los trabajadores de ser deportados, los maltratos de los empleadores y las pésimas políticas públicas del gobierno mexicano para garantizar un trabajo digno que garantice sus derechos como trabajadores.

En ese sentido, el líder de los agricultores del sur de Nuevo México y el oeste de Texas, lamentó que aunque exista una en la Ley Federal de Trabajo, con artículos que promueven los derechos de los trabajadores mexicanos en el extranjero, no se hagan valer esas garantías, “si esa en esa ley ni siquiera respeta a los trabajadores mexicanos, menos a los trabajadores agrícolas migrantes”, expresó. 

Foto: Especial
Carlos Marentes, fundador del Proyecto Organizativo Sin Fronteras. Foto: Especial

MÁS POBRES QUE LOS POBRES 

De acuerdo con un estudio realizado por el Proyecto Organizativo Sin Fronteras,  un trabajador agrícola mexicano –en suelo estadounidense– gana 6 mil 6687 dólares (86 mil 463 pesos) anuales, mientras los índices federales de nivel de pobreza que realiza Estados Unidos precisan que los ingresos de una familia en condiciones extremas de pobreza son de 19 mil dólares (245 mil 670 pesos) al año.

“Somos más pobres que los pobres, cuando la producción de frutos y vegetales frescos tiene un valor de 90 mil millones de dólares en la economía de Estados Unidos”, lo que se consolida como una parte importante de la economía que se genera en la primera potencia del mundo, detalló .

Carlos Marentes explicó que muchos de los agricultores son sometidos a largas jornadas de trabajo, no cuentan con garantías de seguridad social, además de que los sueldos que reciben son muy bajos. “Lo que queremos es que se respeten los derechos como los de cualquier trabajador y sobre todo, que se nos trate como personas”, destacó.

El hombre que ha visto miles de casos de impunidad por parte de las autoridades extranjeras y mexicanas hacia los jornaleros expone que en Estados Unidos hay cerca de 4.2 millones de trabajadores agrícolas. El Departamento del Trabajo estadounidense ubicó que ocho de cada 10 migrantes que laboran en los cultivos son mexicanos,  mientras que el otro 20 por ciento proviene del Caribe o Centroamérica.

“La producción agrícola descansa fundamentalmente en las manos de los migrantes, hay un desconocimiento de algunos de los sectores de la sociedad que permite que haya actitudes 'antimigrantes', de discriminación, pero no saben que ellos son los que producen su comida”, dijo.

Explicó que muchos de los mexicanos que llegan al El Paso buscan –al igual que todos los migrantes– alcanzar el  “sueño americano”, pero “la sociedad se encarga de ponerlos en su lugar”.

Existe “una complicidad que pareciera muy inocente", comentó Marentes. "Dice la gente: 'bueno, pues pobrecitos, los explotan, trabajan mucho, pero por lo menos están mejor que en su tierra'”.

ESCLAVITUD Y PERSECUCIÓN

Foto: Especial
Ocho de cada 10 migrantes que laboran en los cultivos en EU son mexicanos: Departamento de Trabajo de Estados Unidos. Foto: Especial

Con las formas de contratación por parte de las empresas extranjeras se obliga a los jornaleros  a terminar de laborar por un periodo determinado, y si algún trabajador decide convertirse en “desertor” podría no volver a ser contemplado por el mecanismo de contratación que denominan buró de trabajadores agrícolas.

“Es  un sistema de esclavitud moderno, que comienza desde México con alguien que controla los contratos”, condenó.

Además de estar sujetos a terminar el contrato con una sola empresa, los campesinos también están obligados a trabajar bajo las condiciones que su patrón demande; es decir, que si éste decide en algún momento cambiarles el tipo cultivo, los agricultores deben adaptarse. Sin embargo, esto resulta un problema ya que como no cuentan con la experiencia necesaria, sus niveles de producción se ven reducidos al igual que sus ganancias.

“El trabajo agrícola es un trabajo que requiere conocimiento” y explicó que existen corrientes históricas que marcan las “especialidades” de los agricultores, lo que determina en alguna parte del proceso, el destino a donde irán.

“Hay condiciones muy difíciles en otras partes, el negocio es cada vez más como un monopolio, del control del tomate o de los cítricos, en Washington o Nueva York,  uno se encuentra con abusos de los trabajadores, pues entre más lejos está el trabajador , más fuerte es el abuso”, dijo.

“Llegan a un lugar  donde son los únicos trabajadores  mexicanos, ahí son los aislados de la comunidad, aislamientos que son sometidos por el “agronegocio”, agregó.

El activista aseguró que “es muy difícil que se vayan a quejar,  significa que pueden ser detenidos y que los pueden deportar” .

Las visas H2 se iniciaron en 1943 con la importación de trabajadores para cubrir la falta de mano de obra en la industria de la caña de azúcar. Los primeros trabajadores de este programa llegaron de las Bahamas para trabajar como cortadores de caña. El programa cambió significativamente en los años 80, con la división de las visas H2 en dos categorías: la H2A y H2B, según detalla el consulado General del los Estados Unidos Monterrey- México.

La visa H2A para trabajadores agrícolas (siembra y cosecha de plantíos) establece un modelo de contratación que obliga a los jornaleros a cumplir sus contratos sólo con las empresas que los emplean.

“Hay días que llueve, esos días no hay ingreso y los trabajadores empiezan a generar deudas, necesitan comprar comida, enviar dinero a su familia y el trabajador no se puede mover de ahí. Si se van ya no puede siquiera conseguir un permiso  para volver a trabajar como agricultores. Esto permite al patrón abusar de ellos, por esa ausencia de un órgano que vigile que se cumplan sus derechos”, detalló Marentes quien desde hace más de 30 años se ha pronunciado porque se cumplan las garantías que los gobiernos de EU y el de México ofrecen a las personas que migran con el objetivo de emplearse en la agricultura.

“No hay un instrumento legal que podamos utilizar para obligar a los patrones a reconocernos y a negociar de buena fe para establecer condiciones y salarios distintos de los que nos dan”, argumentó el hombre que es mexicano de nacimiento y estadounidense por elección.

Aunque el activista también reconoce que existen leyes que protegen al trabajador migrante en el país vecino; sin embargo, reiteró que “no hay instituciones públicas que garanticen que estas leyes se cumplan".

El fundador de la organización que se encarga de brindar servicios y apoyo a los migrantes denunció también que existe persecución por parte de la sociedad y de la patrulla fronteriza que refuerza su “caza” en la temporada de invierno, cuando la producción baja, y dijo que “incluso, los mismos patrones son los que llaman a la migra”.

“Cuando la compañera cayó de la escalera y nadie quería pagarle los daños, nos levantamos en una huelga; eso fue un fin de semana. Para el lunes,  ' la  migra'  llegó al lugar, cuando antes nunca se paraba por ahí. Muchos compañeros fueron deportados aquel otoño de 2012", finalizó.

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