Hay un problema con la representación de las mujeres en el cine. Es evidente y obvio lo midamos como lo midamos. Empecemos con algunas cifras, las más sencillas: sólo el 22 por ciento de los personajes protagonistas de las cintas más taquilleras del 2015 eran mujeres. Por muy mal que suene esto, debemos mirar el dato con relativo entusiasmo. No teníamos tantos personajes principales femeninos desde el año 2002.
Ciudad de México, 1 de septiembre (SinEmbargo).– Si conoces el test de Bechdel sabrás que es tan útil como imperfecto. No te preocupes, todo tiene solución. A partir de la idea de la dibujante de Fun Home (2006) han nacido otros muchos métodos para evaluar el trabajo de los medios en relación con la representación femenina. Aquí recopilamos los más importantes.
Hay un problema con la representación de las mujeres en el cine. Es evidente y obvio lo midamos como lo midamos. Empecemos con algunas cifras, las más sencillas: sólo el 22 por ciento de los personajes protagonistas de las cintas más taquilleras del 2015 eran mujeres. Por muy mal que suene esto, debemos mirar el dato con relativo entusiasmo. No teníamos tantos personajes principales femeninos desde el año 2002.
Analizando los papeles secundarios tampoco nos llevamos una alegría, pues sólo el 29 por ciento de estos son femeninos, lo que hace que en total sea el 30 por ciento de los papeles con diálogo el que pretenda reflejar al 50 por ciento de la población. Y podría ponerme mucho más quisquillosa. Podría mirar cuántas de estas mujeres pertenecen a minorías. O cuántas de todas ellas tienen una edad superior a los 35 años, pero los datos serían demasiado desalentadores. Ese sería un momento de los de echarnos las manos a la cabeza.
Pero no debemos quedarnos en los números, igual de importante es el cuánto que el cómo. De nada nos sirve que aumente el número de protagonistas femeninas si estas siguen basando su valor en ser madres, esposas o novias de personajes masculinos. En nada se avanza si los hombres siguen teniendo más diálogo, incluso cuando ellas son las que aparecen en el centro del cartel. Y, por supuesto, no podemos olvidar que estas protagonistas no están distribuidas por igual en todos los géneros sino que suelen encontrarse en cintas bastante específicas: comedias -especialmente románticas- y películas de acción basadas en novelas de young-adult.
Para subrayar todo esto de forma simple, centrándonos en películas concretas y descartando el masivo análisis estadístico, han ido surgiendo varios test que, ya sea desde la honestidad o desde la más pura ironía, pretenden hacernos reflexionar sobre las mujeres que acabamos de ver en pantalla. Estos son algunos de ellos.
TEST DE BECHDEL
El que es el más antiguo -lleva dando guerra desde 1985- y posiblemente más conocido de todos estos tests surgió de una tira cómica de la dibujante Alison Bechdel. En ella, una mujer le comenta a otra que nunca va al cine a ver una película si no cumple las siguientes tres condiciones:
1.Debe mostrar al menos dos mujeres en pantalla
2.Estas dos mujeres deben hablar entre ellas
3.La conversación debe girar alrededor de algo diferente a un hombre
Parece fácil, ¿no es cierto? Hollywood no lo cree así. Es más, en California se recuerda a los guionistas que es mejor que sus trabajos no pasen el test. A fin de cuentas ¿quién quiere escuchar a un grupo de mujeres hablando de “sus cosas”?
Si volvemos a los números estos nos dan una confirmación. En general, sólo el 60 por ciento de las películas cumplen estas tres sencillas premisas. Sin embargo, limitando la muestra a las 200 cintas con más recaudación de la última década, el porcentaje de éxito se reduce hasta el 47 por ciento.
Aunque la función del test de Bechdel no sea la de catalogar una cinta como feminista o no -esa es una cuestion bastante complicada- su utilidad como herramienta de crítica por parte del feminismo ha quedado bastante en entredicho después de notar que películas marcadamente machistas, como por ejemplo Pretty Woman (1990), podían pasarlo (y varias veces, todo hay que decirlo) sólo con que la protagonista intercambiara unas breves palabras con su compañera de piso o con una dependienta.
Para intentar afinar un poco más la idea de Bechdel, han surgido varias voces que piden que los personajes femeninos que interactúan, para ser considerados como tales, tienen que tener un nombre y este debe ser referido en pantalla. Este cuarto requerimiento es el que aplica la base de datos bechdeltest.com, pero, aún así, parece que sigue generando debate.
Cintas como Los hombres que no amaban a las mujeres (2011), llena de personajes femeninos interesantes y complejos, falla el test al no contar con una escena en la que interaccionen entre ellos. Lo mismo pasa con esa maravilla (no puede ser de otra forma teniendo kaijus y mechas) llamada Pacific Rim (2013). La cinta de Guillermo del Toro tiene una co-protagonista que no sólo es mujer, sino que además pertenece a una minoría (a la que representa sin caer en estereotipos) y tiene un arco argumental propio, exclusivo de ella. Hablo de Mako Mori, el personaje de Rinko Kikuchi, que inspira el test que poco a poco está desplazando la idea propuesta por Bechdel.
EL TEST MAKO MORI
Aunque lo ideal hubiese sido que Mako tuviera al menos un par de compañeras con las que poder conversar, es evidente que hay mucha gente dispuesta a olvidar este detalle frente a las numerosas virtudes del personaje.
Estamos ante una mujer en una cinta de acción que nunca es sexualizada y a la que todos los demás compañeros tratan con respeto sin que tenga que hacer nada extra para ganárselo. El personaje de Rinko Kikuchi demuestra su fortaleza al luchar durante todo el metraje por conseguir alcanzar sus sueños, y todo eso sin tener que comportarse como los demás esperan que sea la estereotipada “chica dura”.
El test Mako Mori nació en tumblr, concretamente en el blog de un usuario, ahora inactivo, llamado chaila. Para pasarlo las condiciones que debe cumplir una cinta son:
1. La película debe contar con al menos un personaje femenino
2. Este personaje debe tener su propio arco argumental
3. El arco no debe existir sólo para hacer avanzar la trama de un hombre
Aunque el test Mako Mori parece una herramienta más precisa que el de Bechdel a la hora de identificar una película como feminista (este test sí que no lo pasa Pretty Woman), cierra la puerta de golpe, como si no fueran valiosos, a conceptos como la sororidad, la amistad o la interacción femenina. Además, parece contentarse con lo mínimo, un personaje femenino importante, sin preocuparse de comprobar el número de personajes masculinos que consiguen el mismo tratamiento en la película.
Por ser bastante reciente aún no hay análisis fiables que nos dejen conocer el porcentaje de películas que superan el test Mako Mori pero, viendo lo que sucede con el de Bechdel, podemos imaginar que no son muchas. Debido a esto, la escritora de Marvel Kelly Sue DeConnick -haciendo gala de mucha mala leche- ha desarrollado un test que, según su experiencia, es mucho más adecuado para los tiempo que corren.
EL TEST DE LA LÁMPARA SEXY
Lo que empezó como una broma que la guionista usaba en las entrevistas, fue poco a poco creciendo hasta convertirse en un arma para denunciar las malas prácticas de los escritores de ficción, no sólo a la hora de escribir mujeres, sino también a la de desarrollar un universo realista alejado de tropos y estereotipos.
El test contempla sólo un requisito: el de que tu personaje femenino no pueda ser reemplazado por una lámpara sexy sin que esto afecte a el argumento. Si tu personaje femenino es plano y su único sentido es el de servir de recurso para hacer avanzar al argumento, entonces no hay ningún motivo por el que debas contratar a una actriz. Una lámpara ataviada con poca ropa puede hacer el trabajo a la perfección.
Sin embargo, por muy graciosa que nos resulte la idea de una lámpara en shorts y luciendo escotazo, no podemos sino alarmarnos ante la cantidad de películas cuyas mujeres resultan ser objetos al servicio del argumento. En Deadpool (2016) el personaje de Vanessa sólo sirve para detonar la acción y motivar al antihéroe a perseguir al sádico Francis (digo… Ajax), al igual que pasa con Rose en Slow West (2015). En Amor y letras (2012), el personaje de Elizabeth Olsen sólo existe para crear una crisis existencial en el protagonista, lo mismo que sucede con Lisa en Anomalisa (2015)… y así podríamos continuar. Para encontrar ejemplos ni siquiera necesito entrar en el cine de acción, donde los personajes femeninos aún salen peor parados. Al menos, eso es lo que sugiere el análisis de la “fuerza relativa”.
EL ANÁLISIS DE LA “FUERZA RELATIVA”
Uno de los mayores errores que pudo cometer la crítica feminista a la hora de ponerse a analizar la ficción fue el de crear la expresión “personaje femenino fuerte”. El término en sí no es malo. Hacía referencia a personajes tridimensionales, con presencia e importancia en el argumento de una obra. Sin embargo, es un concepto que ha sido tan ampliamente malentendido y pervertido que ha acabado volviéndose en nuestra contra.
¿Qué cómo es esto? Simple: muchos guionistas y críticos parecen empeñados en creer que un personaje “fuerte” debe serlo en términos físicos, y si no, al menos, en términos que tradicionalmente se han aplicado a personajes masculinos. En otras palabras: hay gente convencida de que un personaje femenino fuerte es aquel que sabe luchar “casi” igual que un hombre, bebe “casi” la misma cantidad de cerveza y se comportan “casi” con la misma agresividad. Que los personajes femeninos fuertes son los que son todo un macho. Bueno, no todo, “casi” todo.
El concepto de “fuerza relativa” fue desarrollado en una serie de artículos escritos por Carina Chocano para la revista cultural del New York Times a lo largo del verano del 2011- En ellos, Chocano intentaba explicar la importancia de esos personajes que no son considerados “fuertes” pero que son de gran importancia por su realismo, protagonismo y, sobre todo eso, porque no están escritos a partir de la visión de fuerza de un hombre. Chocano considera esta fuerza una “fuerza relativa”
De la serie de artículos puede extraerse la idea de que en el cine -especialmente en el de acción- se había pasado de introducir a mujeres sólo por su atractivo a reducirlas a clichés que explotaban muchos de los estereotipos masculinos. En contra de esto, se proponía buscar a esos valiosos y escasos personajes que conseguían reflejar la verdadera fuerza o debilidad de una mujer dando importancia a sus virtudes por lo que son y no porque puedan hacerla más similar a un hombre.
EL TEST “MUJER EN EL FRIGORÍFICO”
Pero no sólo son útiles las figuras que señalan la (poca) presencia de los personajes femeninos o la (poca) complejidad de los mismos. También necesitamos herramientas que subrayen el lamentable trato que se les da a estas mujeres. El test “mujer en el frigorífico” resulta especialmente espeluznante. Creado por Gail Simone (de nuevo una guionista de cómic al frente del análisis de los medios), sirve para poner de manifiesto la gran cantidad de veces que las mujeres son agredidas, violadas, incapacitadas, torturadas o asesinadas en pantalla, simplemente para buscar la reacción de un personaje masculino. Está inspirado en una viñeta especialmente desafortunada de un comic de Green Lantern de 1994.
Es aterrador la cantidad de veces que el sufrimiento de una mujer en el cine o en la televisión se presenta como una desgracia, no para ella, sino para el compañero que, oh-my-fucking-god, se ve obligado a contemplarlo. Es digno de mención la facilidad con la que se acepta que el centro de la escena no sea la víctima sino el protagonista masculino que lo escucha o contempla.
Qué mejor ejemplo de serie que no pasa el test “mujer en el frigorífico” que Juego de Tronos (2001-). Seguro que aunque no seas un fan has oído hablar de la tristemente famosa escena de violación de Sansa. El problema de esa escena no es sólo el cruento abuso al que el personaje está siendo sometido sino que la misma se plantea desde el punto de vista de un Theon horrorizado que se da cuenta de que debe cambiar su actitud. El trauma de Sansa no sirve para otra cosa que para hacer reaccionar a Theon, y toda la escena se rueda desde el punto de vista de éste, minimizando el sufrimiento de la muchacha. Aunque la brutalidad de Juego de Tronos es ya muy reconocida, este tipo de escenas no son exclusivas de la serie sino mucho más comunes de lo que parecen, y no sólo en cine y televisión.
La propia Gail Simone tiene una página web en la que podemos encontrar todo un listado de superheroínas que han enfrentado todo tipo de actos brutales tan sólo como forma de conflicto en arcos argumentales masculinos. Como dice la propia Simone: hacer la lista es sencillo, lo difícil es encontrar excepciones.
EL TEST DE FURIOSA
Proposed: the Furiosa test. Your movie/game/book/play passes if it incites men’s rights dipshits to boycott.
— Sean M Puckett (@PhotoPuck) 6 de junio de 2015
Aún no existe de manera oficial -todavía no ha sido referido en ninguno de los grandes medios- pero os lo digo claro, es mi favorito. Propuesto por un tuitero y ampliamente secundado en otras redes sociales, pretende dejar a un lado el análisis de personajes, tramas y arcos, y funcionar como garantía de que las cintas que lo pasan son indiscutiblemente feministas. Para pasar el test de Furiosa sólo debe darse una condición: que los miembros de los grupos machistas de internet estén obsesionados con boicotearte.
El test, que debe su nombre a la protagonista de Mad Max: Furia en la carretera (2015), es este mes más útil que nunca. El estreno de Cazafantasmas (2016) nos permite, además de reírnos de algún que otro gilipollas, apuntar un nuevo título en la lista de cintas que consiguen el aprobado de la mismísima Furiosa. Hagamos la lista más larga (seamos testigos).