Rafael Hernández, de 85 años, se cayó en el baño y perdió movilidad. Arturo Hernández, su hijo, lo ayudó a salir adelante y encontró una vocación oculta: cuidador de adultos mayores que, por circunstancias, quedaron con el rostro en la oscuridad.
Ciudad de México, 1 de junio (SinEmbargo).- El mexicano Arturo Hernández, de 42 años, desaprovechó mucho tiempo junto a su padre por el “ritmo de vida'' que llevaba. Sin embargo, un día todo cambió.
Un accidente le mostró a Arturo su vocación. Rafael Hernández, su papá, se cayó en el baño de su casa, se golpeó la cabeza y las piernas y perdió movilidad.
A Rafael, de 85 años, le gustaba caminar y recorrer grandes distancias, sin embargo, los golpes no le permitieron seguir.
Un médico le dijo que las medicinas no serían suficientes para sanar. Necesitaba también abandonar la depresión ocasionada por dejar sus actividades favoritas.
Fue en ese momento que Arturo Hernández modificó su vida para estar junto a su padre. “Para él, no porque su padre tuviera 85 años significaba que ya no fuera capaz de vivir pleno y feliz'', según un boletín.
Arturo, junto a Rafael, vio su vocación: “ofrezco un servicio de acompañamiento, con el cual quiero motivarlos y darles seguridad. Ser su amigo, darles un trato humano y siempre cuidar sus pasos”. Sin embargo explica: “yo no soy enfermero ni cuidador, soy un acompañante que rescata la calidez de la interacción humana basada en la confianza y el respeto”.
“Su labor es un paso para disminuir el porcentaje de depresión en adultos mayores, ya que en 2012, 12.3 por ciento de los egresos hospitalarios se debió a trastornos depresivos, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía'', se afirma en el reporte.
Después de reconocer su labor, Hernández siguió. Él recuerda que una mujer que padecía Parkinson avanzado cambió su actitud después de su compañía.
Arturo ahora toma un curso de cuidador primario, en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición, dentro del taller titulado “Escuela para cuidadores de personas adultas mayores”, pues “considera que no está de más saber cómo reaccionar ante ciertas situaciones como colapsos, higiene del sueño, cuidados tanatológicos o paliativos, entre otras muchas cosas''.
El cuidador es un ejemplo de los que buscan regresar la voz y la esperanza a los que cayeron, por circunstancias, con el rostro en la oscuridad.