Ciudad de México, 1 de junio (SinEmbargo).- El Colegio Nacional, con Juan Villoro al frente, prepara un gran y merecido homenaje a José Emilio Pacheco (1939-2014) , que llevará a cabo los días 23, 25, 30 de junio y el 1 de julio en la sede de la institución, en la calle Donceles del Centro Histórico.
Para el coordinador del homenaje se trata de “difundir todavía más su obra, convivir con sus palabras, juntarnos amistosamente y hacer una evocación viva y divertida, porque siempre es un lujo hablar de José Emilio”, dice Villoro en entrevista con SinEmbargo.
“Era un hombre muy modesto, no le gustaba que le hicieran homenajes, pero, bueno, ahora que no nos puede regañar por eso, creo que podemos celebrarlo descaradamente. Aquí en el Colegio Nacional creó una red de afectos impresionantes con la gente que venía a escuchar sus conferencias”, agrega el autor de El testigo.
Amigo de juventud de Sergio Pitol y Carlos Monsiváis. Personaje de las novelas de Paco Ignacio Taibo II, como se encargaba de destacar, era efectivamente un hombre modesto, sorprendido como si no se tratara de él cuando, por ejemplo, el Fondo de Cultura Económica publicó su obra reunida en un volumen de 800 páginas con el título Tarde o Temprano.
Poeta, ensayista y traductor, José Emilio Pacheco escribió las novelas Morirás lejos (1967), El principio del placer (1972) y Las batallas en el desierto (1981), así como de los libros de poesía Miro la tierra (1987), Siglo pasado (2000) y Como la lluvia (2009), entre otras obras.
Aparte del Premio Cervantes 2009, había recibido el Premio Nacional de Periodismo por Divulgación Cultural (1980), el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso (2001), el Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo (2003), el Premio Alfonso Reyes, junto con su inclusión como Miembro Honorario de la Academia Mexicana de la Lengua y del Seminario de Cultura Mexicana.
“Él no daba entrevistas pero en sus conferencias se brindaba mucho con la gente”, cuenta Juan Villoro.
–¿Cuándo leíste por primera vez a José Emilio Pacheco?
–Debe de haber sido cuando estaba cursando la Preparatoria. Lo primero que leí fueron los cuentos de El viento distante. Me impresionaron porque tocan el tema de la infancia, que siempre me ha interesado mucho. Hay cuentos donde los niños participan en el mundo de los adultos, es decir, el mundo de los mayores visto con los ojos excéntricos de ese testigo un poco incómodo que es el niño y que no acaba de entender bien lo que sucede. Ese fue un tema recurrente en José Emilio y que luego pude ver en libros como El principio del placer o en Las batallas en el desierto. Fue lo primero que me cautivó. Me pareció que expresaba lo que yo intentaba decir en mi entrada al mundo y a la literatura.
–¿Cuándo lo conociste?
–Siempre fue un magnífico conferencista también en mis tiempos de la Preparatoria. Yo iba a escuchar sus conferencias, pero obviamente no hablaba con él. Tuve mi primer contacto con él cuando yo tenía 23 años y trabajaba en la UAM Iztapalapa y lo invitamos a dar una charla. Él tenía una capacidad extraordinaria para estar al tanto de lo que todo el mundo hacía. Tú llegabas con reverencia a saludar a José Emilio Pacheco y resulta que él había leído un texto tuyo, sin que ese texto además tuviera la menor importancia. Era un lector omnívoro y en ese sentido era muy generoso.
–¿En qué va a consistir el homenaje?
–Lo hemos dividido en cuatro partes, conscientes de que nos faltan muchas, porque fue un hombre que cultivó con fortuna casi todos los géneros literarios. Una de las partes está dedicada al periodismo cultural y a sus ensayos. Se trata de un material del que todavía no cuantificamos su valía, entre otras cosas porque su columna “Inventario”, que sin duda es la más importante del periodismo cultural en el siglo XX, no se ha editado en forma de libro…o de libros. Equivale a una auténtica enciclopedia y no sabemos cuántos tomos va a dar eso cuando se reúna. En lo que hace a los ensayos, José Emilio hizo trabajos de recuperación importantísimos de los escritores mexicanos del siglo XIX, el modernismo, T.S.Eliot, Valle Inclán, Becket, etc.
–¿Las otras partes?
–Va a estar dedicada a la narrativa. Es autor de una novela desaparecida y que ojalá se reedite: Morirás lejos. Es una novela que le da carta de presentación en el marco de la literatura experimental de los ’60, junto con Farabeuf, de Salvador Elizondo. Es una novela que abrió rutas creativas importantes, aunque él consideraba que era demasiado densa y la estaba corrigiendo siempre. Por supuesto también estará Batallas en el desierto que es su libro más exitoso en cuanto a ventas, La sangre de medusa, El viento distante, es decir, los cuentos. Y luego habrá otra parte dedicada al José Emilio poeta, quizás su obra más vasta. Ahí participarán Luis García Montero (España) y Darío Jaramillo (Colombia). La última parte estará protagonizada por sus compañeros del Colegio Nacional, gente de otras disciplinas, como el físico Octavio Novaro, el pintor Vicente Rojo, el arquitecto Teodoro González de León, el poeta y ensayista Gabriel Zaid y el historiador Enrique Krauze. Va a venir Álvaro Enrigue, uno de los mejores novelistas contemporáneos, quien fue su alumno en la Universidad de Maryland, donde José Emilio fue docente durante 18 años.
–¿Qué clase de intelectual fue José Emilio Pacheco?
–Hay varias características en él y destacaría la relación con todos los géneros literarios. Él escribió sin firmar muchísimas cosas, para los noticieros del cine mexicano. Eran pequeñas muestras de una mirada profundamente civilizada del mundo contemporáneo. Además, fue amanuense de Juan José Arreola, quien le dictó el libro Bestiario y él lo transcribió todo. José Emilio Pacheco fue un exitoso guionista de cine, poeta, cuentista, articulista, ensayista. Otra característica es la relación entre lo culto y lo popular. Él descubrió que el Santo el Enmascarado de Plata fue Rodolfo Guzmán. La lucha libre aparece en El principio del placer. Ha escrito textos maravillosos sobre el bolígrafo y la torta compuesta, temas de la cultura popular que no se tomaban en cuenta. Al mismo tiempo fue un ensayista muy sofisticado y analizó la poesía de Eliot, los modernistas Rubén Darío y Amado Nervo. Por último, la conciencia moral; fue una persona que no desde la política sino de la poesía entendió que había cosas que se estaban acabando y que no deberían extinguirse. Muchos de sus artículos son actos de preservación. Él habló de las “alusiones perdidas”, así como Balzac lo hizo de las ilusiones perdidas. “Hoy ya no se puede hacer una alusión a nada, porque la gente no tiene los referentes culturales adecuados”, dijo José Emilio.